Violencia feminicida persiste sin freno en América Latina

En América Latina y el Caribe, la violencia feminicida no cede. En los últimos cinco años, al menos 19 mil 254 mujeres fueron asesinadas por razones de género, un promedio de 11 muertes violentas cada día, de acuerdo con nuevos datos del Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL. El registro vuelve a colocar a la región como una de las más peligrosas del mundo para las mujeres, pese a años de esfuerzos institucionales y compromisos internacionales.

Las cifras, difundidas en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, exhiben una tendencia persistente. Tan solo en 2024, se contabilizaron 3 mil 828 feminicidios en la región, la mayoría perpetrados por parejas o exparejas de las víctimas. La CEPAL advierte que las variaciones en la disponibilidad de datos oficiales dificultan comparaciones entre países, pero el seguimiento continuo muestra un patrón inequívoco: la violencia letal contra mujeres y niñas permanece intacta y continúa limitando el desarrollo, la igualdad y la paz en los países.

Ese escenario no solo se refleja en los asesinatos consumados. Durante el último año, los países reportaron 5 mil 502 feminicidios frustrados, intentos que no se concretaron pero que evidencian fallas en los sistemas de prevención y en la detección temprana del riesgo. Para la CEPAL, esta cifra subraya la necesidad de fortalecer mecanismos de alerta, mejorar la valoración del peligro y robustecer la respuesta institucional para evitar que la violencia escale hasta el extremo.

A escala global, los números son igualmente alarmantes. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y ONU Mujeres, 83 mil mujeres y niñas fueron asesinadas en 2024. De ellas, el 60 por ciento -cerca de 50 mil víctimas- perdió la vida a manos de parejas íntimas o familiares. Es una tendencia que se mantiene sin cambios respecto al año previo, pese a múltiples compromisos internacionales pensados para erradicar este fenómeno.

La directora de la División de Políticas de ONU Mujeres, Sarah Hendriks, advirtió que los feminicidios no son hechos aislados, sino la fase final de un continuo de agresiones que puede iniciar con conductas controladoras, amenazas y acoso, incluidas las violencias ejercidas en línea. “Cada mujer y cada niña tiene derecho a estar segura en cada parte de su vida, y eso requiere sistemas que intervengan temprano”, señaló. Para ello, insistió, es indispensable contar con leyes que reconozcan cómo se manifiesta la violencia a lo largo de la vida y en todos los espacios, y que permitan sancionar a los agresores antes de que las agresiones se tornen mortales.

El énfasis en la violencia digital no es casual. Este año, la Campaña ÚNETE -que acompaña la conmemoración del 25 de noviembre- centró sus esfuerzos en combatir las agresiones cometidas en entornos virtuales, un ámbito donde cada vez más mujeres y niñas enfrentan hostigamiento, amenazas y extorsión que pueden escalar a otras formas de violencia.

Pese a los esfuerzos, la región sigue concentrando algunas de las tasas más altas del mundo. La CEPAL puntualizó que el continente americano tiene la segunda tasa más elevada de feminicidios cometidos por parejas o familiares, solo por debajo de África. Esta realidad, advirtió, expone un desafío estructural que requiere políticas integrales, inversiones sostenidas y coordinación entre gobiernos.

Sin embargo, uno de los obstáculos más persistentes es la falta de información completa. La disponibilidad de datos sigue siendo limitada y heterogénea entre países, lo que dificulta dimensionar el problema y construir respuestas efectivas. Mejorar la captura, calidad y comparabilidad de la información, insiste la CEPAL, es vital para entender la magnitud real de los feminicidios, diseñar intervenciones adecuadas y garantizar justicia para las víctimas.

En un contexto donde la violencia feminicida continúa cobrando miles de vidas, las cifras divulgadas por los organismos regionales y globales funcionan como un recordatorio contundente: sin esfuerzos firmes -institucionales, comunitarios y legislativos- la región seguirá enfrentando una crisis que erosiona el tejido social y condena a mujeres y niñas a vivir en riesgo constante.

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