Erradicar la pobreza ha sido, desde hace décadas, uno de los principales desafíos morales, sociales y económicos de la humanidad. A pesar de los avances tecnológicos, la globalización y las políticas de desarrollo implementadas en distintas regiones del mundo, millones de personas siguen enfrentando las mismas carencias que inspiraron las primeras movilizaciones por la justicia social.
El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, conmemorado cada 17 de octubre, representa más que una fecha en el calendario: es un recordatorio de que la desigualdad continúa siendo una herida abierta que limita el bienestar colectivo y vulnera los derechos humanos más elementales.
Un llamado que nació de la voz del pueblo
Cada 17 de octubre, el mundo conmemora el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, una fecha que invita a reflexionar sobre uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad. Aunque fue proclamado oficialmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1992, su origen se remonta a 1987, cuando más de 100 mil personas se congregaron en la Plaza del Trocadero, en París, para exigir respeto a los Derechos Humanos y rendir homenaje a las víctimas del hambre, la miseria y la exclusión social.
La manifestación fue convocada por Joseph Wresinski, fundador del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo, quien promovió la primera jornada bajo el nombre de Día Mundial para la Superación de la Pobreza Extrema. Durante aquel acto simbólico, se inauguró una losa conmemorativa en la que quedaron grabados los principios universales de los Derechos Humanos. Su réplica, ubicada hoy en la sede de la ONU en Nueva York, recuerda que la pobreza no solo es una cuestión económica, sino una violación a la dignidad humana.
Erradicarla implica garantizar condiciones básicas de vida: agua potable, electricidad, vivienda, saneamiento y alimentación adecuada. En ese sentido, la lucha contra la pobreza se reconoce no sólo como un reto de desarrollo, sino como una obligación ética y de derechos humanos compartida por todos los pueblos y gobiernos del mundo.
El rostro actual de la pobreza
La pobreza continúa siendo una realidad que afecta a más de mil millones de personas en todo el planeta. Según el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) 2024, 1,100 millones de personas viven en condiciones de pobreza extrema, de las cuales el 40 % habita en países marcados por conflictos armados o crisis prolongadas.
El informe revela que 455 millones de personas pobres residen en zonas de guerra o inestabilidad, lo que ha revertido los avances logrados en materia de desarrollo humano. Estas poblaciones enfrentan las peores carencias en indicadores como nutrición, educación, acceso al agua, electricidad y saneamiento.
En los países en conflicto, uno de cada cuatro hogares pobres carece de electricidad, en comparación con uno de cada veinte en regiones más estables. Las diferencias son igual de alarmantes en materia educativa: 17,7 % de los niños pobres en zonas bélicas no tienen acceso a educación infantil, frente al 4,4 % en países pacíficos.
La desigualdad también tiene un rostro generacional. Más de la mitad de las personas pobres en el mundo son niños y adolescentes: 584 millones menores de 18 años viven privados de derechos esenciales como la salud, la educación o la vivienda.
A nivel global, el 27,9 % de los niños vive en la pobreza, casi el doble de la tasa registrada entre los adultos (13,5 %). Las cifras reflejan que 828 millones de personas no cuentan con servicios sanitarios adecuados, 886 millones viven sin vivienda digna y 998 millones no tienen acceso a combustible limpio para cocinar. Además, más de 637 millones conviven con al menos una persona desnutrida en su hogar.
Aunque 76 de los 86 países analizados han logrado reducir la pobreza en algún periodo, las crisis sanitarias, climáticas y los conflictos recientes han dificultado el progreso sostenido, especialmente en regiones como África Subsahariana y Asia Meridional.
Pobreza y exclusión: más allá de las cifras
Vivir en situación de pobreza no solo significa falta de recursos. Para millones de personas, también implica ser objeto de discriminación, estigmatización y violencia social. Las actitudes hostiles hacia quienes viven en pobreza refuerzan un círculo de marginación que se refleja en el acceso desigual a derechos básicos como la educación, la salud o la vivienda.
Esta exclusión social se traduce, además, en un maltrato institucional, cuando las políticas públicas fallan en garantizar igualdad de oportunidades. Según especialistas de la ONU, la pobreza y la discriminación se retroalimentan, debilitando la autonomía, la autoestima y la dignidad de las personas afectadas.
De esta manera, la erradicación de la pobreza no puede limitarse a un asunto económico, sino que exige transformaciones estructurales, donde la inclusión y el respeto sean el centro de toda política social.
Voces desde la pobreza: la mirada de la infancia
Durante la conmemoración del Día Internacional en la sede de las Naciones Unidas, tres niñas españolas — Paula, Rachel y Alma — compartieron sus testimonios sobre cómo es crecer en un entorno de carencias. Acompañadas por Rocío Suárez Martín, voluntaria del Movimiento ATD Cuarto Mundo, viajaron desde el barrio de La Ventilla, en Madrid, para hablar de su experiencia ante representantes internacionales.
“Nuestros padres tienen trabajos que nadie quiere y muchos no pueden pasar tiempo con nosotros. Son trabajos muy duros”, relataron. Una de las historias que contaron fue la de una madre que vende libros usados para sobrevivir, y otra que trabaja como planchadora, caminando largos trayectos porque no puede pagar el transporte.
“Sabemos que nuestras madres sienten vergüenza cuando, después de días de trabajo, apenas ganan unos pocos euros”, compartieron las niñas.
En sus palabras, la vivienda representa más que un techo: es el símbolo de la estabilidad que muchas familias no pueden alcanzar. “No se puede construir un hogar cuando se vive con miedo a ser expulsado o se cambia de casa tres veces al año”, expresó Rocío Suárez.
Las niñas también hablaron sobre la inseguridad y la discriminación que enfrentan en sus barrios y escuelas. “Yo no me siento pobre, pero los demás me miran como si lo fuera. Son los demás quienes me hacen sentir diferente”, dijo una de ellas, visibilizando el estigma que marca a quienes crecen en contextos de pobreza.
Compromisos y acciones hacia un futuro más justo
El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza también es un espacio para impulsar compromisos globales. Las Naciones Unidas, junto con organizaciones civiles y gobiernos, promueven políticas que pongan a las personas en el centro de la acción social, fomentando una cultura de confianza, respeto y colaboración.
Entre las prioridades destacan:
- Reconocer y apoyar los esfuerzos de las familias en situación de pobreza.
- Transformar las instituciones de protección infantil en sistemas que fortalezcan a los padres en lugar de sustituirlos.
- Fomentar políticas familiares integrales que garanticen salud, educación, igualdad de género y trabajo digno.
Estas acciones son esenciales para avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente el ODS 1: Fin de la Pobreza, pero también los relacionados con la salud, la educación, la inclusión social y las instituciones pacíficas.
La ONU enfatiza que la pobreza no debe entenderse solo como falta de ingresos, sino como una privación multidimensional que afecta las capacidades básicas para vivir con dignidad. Por ello, su erradicación requiere la participación activa y significativa de las propias comunidades afectadas, garantizando que sus voces sean escuchadas y consideradas en la formulación de políticas.
La dignidad como horizonte común
Más allá de los números y los informes, la pobreza se mide en rostros, historias y esperanzas postergadas. Las voces de quienes la padecen —niños, mujeres, trabajadores y comunidades enteras— revelan que su erradicación no depende solo de políticas asistenciales, sino de un cambio estructural en la forma en que las sociedades entienden la justicia social.
La conmemoración del 17 de octubre recuerda que el combate a la pobreza no puede reducirse a una meta estadística de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino asumirse como un compromiso ético y colectivo. Erradicarla significa garantizar derechos, fortalecer instituciones y construir entornos donde cada persona pueda vivir con seguridad, educación y oportunidades reales.
Solo cuando la dignidad humana sea el eje de las decisiones políticas y económicas, la erradicación de la pobreza dejará de ser una aspiración distante para convertirse en una realidad compartida.
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