El mundo entrará en uno de los años más críticos en materia de seguridad alimentaria, advirtió el Programa Mundial de Alimentos (PMA), alertando de que en 2026 más de 318 millones de personas enfrentarán niveles de hambre de crisis o peores, más del doble de lo registrado en 2019.
En su nuevo informe sobre el panorama alimentario, el PMA señala que pese a la gran cantidad de personas que precisan ayuda, la disminución del financiamiento a su trabajo humanitario solo le permitirá asistir a 110 millones de los hambrientos más vulnerables, cerca de un tercio del total que necesitará apoyo urgente.
Destacó que se necesitaría 13 mil. millones de dólares para socorrer a todas las personas que pasan hambre, pero las proyecciones actuales indican que obtendrá apenas la mitad de esos recursos.
“El mundo está lidiando con hambrunas simultáneas en Gaza y en partes de Sudán. Esto es completamente inaceptable en el siglo XXI”, Cindy McCain, directora ejecutiva del PMA, dijo.
Aseveró que el hambre se está volviendo “más arraigada” en todas las regiones y sentenció que, sin un incremento en el financiamiento, millones de vidas quedarán en un riesgo aún mayor.
Durante 2025, los esfuerzos de prevención de hambrunas del organismo lograron evitar situaciones catastróficas en varias comunidades. Aun así, los factores que alimentan la crisis global -como conflictos, eventos climáticos extremos e inestabilidad económica-, continúan agudizándose, lo que anticipa otro año extremadamente complejo para 2026.
El informe destaca que en América Latina y el Caribe, los efectos combinados de fenómenos climáticos como huracanes, sequías prolongadas, inundaciones extremas y El Niño, aunados a las tensiones económicas, han aumentado la vulnerabilidad de millones de personas.
Un estudio regional conjunto de varias agencias de la ONU indicó que el 74 por ciento de los países latinoamericanos y caribeños enfrentan una alta exposición a eventos climáticos extremos que erosionan la productividad agrícola y dificultan las cadenas de suministro.
El PMA señaló que en la región hay 40.8 millones de personas que sufren hambre. De ellas, la agencia estima que 14,2 millones deben ser priorizadas para recibir asistencia directa.
Indicó que la reducción de fondos internacionales representa un riesgo directo para la región, ya que la disminución de la capacidad operativa de la agencia podría afectar programas de transferencias monetarias, distribución de alimentos, nutrición infantil y fortalecimiento de capacidades locales, que en muchos países han sido clave para amortiguar los impactos de la crisis alimentaria.
El reto de la agencia en la región es doble: por un lado, debe asistir con recursos cada vez más escasos; por otro, los choques climáticos se multiplican.
Frente al requerimiento de hacer más con menos, el PMA anunció que intensificará el uso de innovaciones, nuevas tecnologías y alianzas con el sector privado para aumentar la eficiencia y el alcance de sus operaciones.
Para 2026, el organismo planea combinar asistencia alimentaria de emergencia, programas de nutrición, apoyo a medios de vida resilientes y fortalecimiento técnico de sistemas nacionales, con el objetivo de ayudar tanto a quienes enfrentan hambre inmediata como a quienes necesitan herramientas para reducir su vulnerabilidad a futuros choques.
La titular del organismo indicó que de cara a una realidad mundial de necesidades crecientes y recursos limitados, el PMA llamó a gobiernos, donantes privados y organismos multilaterales a invertir en soluciones probadas que frenen la expansión del hambre. “Necesitamos mucho más apoyo para continuar este trabajo vital”, recalcó.
El PMA espera que 2026 marque un punto de inflexión para retomar el camino hacia el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2, que busca lograr un mundo con hambre cero.
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