La contrahistoria oficial  II

EL caballero que se quedó calvo

“Cuéntase que un caballero entrecano andaba en malos líos con dos prójimas: una se despepitaba por dejarle de un negro juvenil la cabellera y dedicábase a arrancarle las canas; otra, cultivaba la dulce ilusión de verle aristocráticamente plateada la cabeza, y dábase a la tarea de quitarle los cabellos oscuros. Y así, de aquella amorosa discrepancia y contienda, el malhadado caballero vino a quedar injustamente calvo. Nuestro México recuerda la anécdota. Ha venido a quedar injustamente calvo de virtudes y fama, por el antagónico ardor de los partidos”. (Junco, Alfonso, Un siglo de Méjico, Editorial. Jus, Méjico, 1963).

La historia, según una verdad a medias, se suele contar por los vencedores ya sea por influencia de las ideologías del momento, o ya sea por gobiernos que desean imponer sus fobias y sus filias en los libros de texto. Un ejemplo de este hecho lo encontramos en la Leyenda Negra de la historia de España y de Hispanoamérica, construida por historiadores ingleses, franceses u holandeses, basados, en un libro plagado de exageraciones y datos falsos o incompletos, escrito por Fray Bartolomé de la Casas en su “Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias”.

Sin embargo, frente a las historias oficiales, existe la meticulosa tarea de verdaderos historiadores que estudian y dan cuenta de los hechos, es decir, de los historiadores comprometidos con la verdad y que explican un acontecimiento “rastreando sus relaciones intrínsecas con otros acontecimientos y de localizarlo en su contexto histórico […] y se inclinarán con frecuencia diciendo que hay que considerar el hecho en cuestión como parte de un movimiento general que se estaba desarrollando en aquel tiempo”.(W. H. Walsh, Introducción a la Filosofía de la Historia, Editorial Siglo XXI, México, 1980).

En la primera parte de este artículo explicamos, de manera muy general, que la creación de un ejército en una Nueva España que vivió durante más de dos siglos con relativa paz, y la expulsión de los jesuitas, en 1867, dio lugar a un movimiento que tendría consecuencias en los inicios del deseo de independizarse de España. Sin duda, y mucho más directamente, contribuyó también a esta idea la invasión napoleónica de España. Algunos autores piensan que también influyeron, sobre todo en la gente culta, ideas provenientes de Francia y de España y en menor medida de los Estados Unidos. 

Las conjuras independentistas se multiplicaban, pero todas tenían en común el respeto y fidelidad al rey Fernando VII. Casi todos los conjurados eran criollos. Por eso se dice que “la conquista la hicieron los indios y la independencia los españoles” .En septiembre de 1810 “no había aún ni programa detallado ni recursos suficientes, y por la precipitación de la denuncia vino a quedar al frente del movimiento el párroco de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla […] El ejército insurgente era más bien una muchedumbre indisciplinada y desbordante cuyos saqueos (y matanzas) obligaron a muchos habitantes a apoyar al gobierno virreinal (Alvear Acevedo, Carlos, Síntesis de Historia Mexicana, Editorial Jus, México, 1962).

Me atrevo a pensar que, si no hubiese habido la creación del ejército en la Nueva España, ni expulsión de los jesuitas en 1767, la independencia se hubiese logrado pacíficamente, sin el derramamiento inútil de sangre de mexicanos y de españoles, de 1810 a 1814.

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