Que la historia una y no se-pare

Nos hace bien retomar la reflexión y el estudio de nuestra historia, solo que no podemos cometer el mismo error de otras épocas donde se ha privilegiado la descalificación, la separación entre buenos y malos y, la manipulación histórica.



En su mensaje de toma de protesta como presidente de la república, el Lic. López Obrador se refirió parcialmente a algunos pasajes de la historia nacional, posteriormente en el zócalo encabezó una ceremonia que incluyó elementos asociados a algunas culturas indígenas.

Por otra parte, en el logotipo oficial del nuevo gobierno se incluyen solo cinco personajes masculinos de un período muy corto de nuestra amplia historia, por lo que inmediatamente las mujeres protestaron por sentirse excluidas.

El discurso político presidencial se remonta al siglo XIX de nuestra historia, e inicia a partir de la lucha de independencia ignorando la riqueza prehispánica y virreinal, y retoma las categorías de liberales y conservadores como si fueran etiquetas aplicables hoy a una realidad completamente distinta. Esta postura distorsiona la pluralidad de nuestra sociedad y fomenta la desunión entre los mexicanos.

En el pasado, las versiones sectarias o parciales de la historia patria han provocado enfrentamientos y disputas entre mexicanos, lo que ha limitado nuestro desarrollo económico y político, y lamentablemente esas controversias también han sido aprovechadas por extranjeros en detrimento de nuestro territorio y patrimonio. Por lo que es importante que las versiones oficiales en escuelas y en cursos de historia a jóvenes becarios sean incluyentes y sin manipulaciones.

Necesitamos que nuestra historia una y no separe, (ni se pare).

Una mayoría de católicos votaron por nuestro presidente para que se privilegie el servicio por los pobres, se combata la corrupción y, se promueva la paz y la justicia; las motivaciones de estas aspiraciones tienen profundas raíces cristianas. San Juan Pablo II en su libro Memoria e identidad invita a conocer la historia para desechar los errores del pasado y construir mejores realidades en el ejercicio de la libertad con responsabilidad para el amor.

Nos hace bien retomar la reflexión y el estudio de nuestra historia, solo que no podemos cometer el mismo error de otras épocas donde se ha privilegiado la descalificación, la separación entre buenos y malos y, la manipulación histórica, en lugar de buscar integrar las diversas etapas y actores de nuestra historia con sus diversos matices para fortalecer nuestra unión e identidad.

¿Se imaginan nuestra historia sin la Virgen de Guadalupe o san Juan Diego? ¿Sin las letras de Sor Juana Inés de la Cruz, o sin el arte barroco que se encuentra en múltiples templos y construcciones virreinales? ¿Podemos eliminar las tradiciones navideñas de piñatas, posadas y pastorelas que datan del periodo virreinal y son parte de nuestra cultura? ¿Se puede explicar el municipio y los ayuntamientos sin considerar que fueron gestados antes de la independencia? ¿Es válido ocultar los orígenes en el pensamiento social cristiano de gran parte de nuestras instituciones actuales?

El cristianismo y la Iglesia han jugado un papel sobresaliente en la historia nacional y en la conformación de sus tradiciones culturales, sociales y políticas que incluyen elementos indígenas, cristianos y mestizos, negar ese rol no las va a desparecer, pero si evita comprenderlas y mejorarlas, eso incluye la defensa de los derechos humanos y de los indígenas en particular, la promoción económica de las comunidades rurales como los pueblos-hospital de Don Vasco de Quiroga por mencionar algunos.

Independientemente de que ayudemos a que el gobierno corrija su planteamiento histórico sesgado e incompleto, los mexicanos tenemos el reto de hacer un esfuerzo serio por fortalecer la identidad y los valores que nos permitan trabajar con esperanza por el bien común a partir de nuestras raíces, y en esta tarea encontrar caminos de colaboración social y política con quienes piensan distinto, para que con respeto, inclusión y tolerancia podamos vivir en paz y con justicia.

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