Todo empezó allá por marzo de 2019 cuando el entonces presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tuvo la ocurrencia de exigirle al Rey Felipe VI de España que se disculpara por las supuestas atrocidades cometidas por los españoles durante la Conquista.
Pensando que se trataba de una broma –por cierto de muy mal gusto- el monarca sonrió con desdén sin tomarse la molestia de responder.
Vino después la pandemia del COVID. Todo se volvió confuso y la ocurrencia de AMLO pareció caer en el olvido.
Un conflicto artificial que se había iniciado en los primeros meses del pasado sexenio volvió a cobrar vida faltando pocos días para que AMLO le entregase la banda presidencial a su sucesora.
La tensión diplomática subió varios peldaños cuando el gobierno mexicano decidió no invitar a Felipe VI a la toma de posesión hasta que el monarca no se disculpase.
El monarca volvió a sonreír, ya no con desdén sino con lástima.
Y no es para menos puesto que si nos tomamos la molestia de reflexionar acerca de lo disparatado de dicha petición es como para estallar en carcajadas.
¿Acaso deben las máximas autoridades italianas pedir disculpas al gobierno español porque hace más de dos mil años las legiones romanas invadieron Hispania, civilizaron, unificaron en lo lingüístico mediante el Latín e impusieron un admirable sistema jurídico por medio del Derecho Romano?
¿Cuándo piensa disculparse el gobierno de los Estados Unidos por haber invadido México, robarle más de la mitad de su territorio y sin ofrecerle nada a cambio?
Ahora bien y en otro orden de ideas.
Las supuestas o reales crueldades cometidas por los españoles durante la Conquista de México fueron cometidas hace más de quinientos años y no hace un par de años; razón por la cual ni Felipe VI ni las actuales autoridades españolas tienen que pedir perdón por algo que no cometieron.
Más bien quienes tendrían que pedir perdón son los españoles que venían con Hernán Cortés.
Y ocurre que –aparte de haber ya fallecido todos ellos- la inmensa mayoría de aquellos conquistadores jamás regresaron a España, se quedaron en México y muchos se casaron con indias formando familias mestizas.
Según esto y siguiendo una cadena de disparates, al no poder pedir perdón aquellos españoles tendrían que hacerlo sus descendientes.
Es aquí donde nos encontramos con un nuevo problema.
La gran mayoría de los mexicanos de hoy llevan apellidos tan españoles como lo son FERNANDEZ, PEREZ, ALVAREZ, JIMENEZ, MENDOZA o ¡muy importante! LOPEZ (cercano a López Obrador)
O sea que al ser descendientes de los conquistadores, son ellos y no el Rey de España quienes deben pedir perdón.
En vista de que no pueden pedirle perdón a los indios que murieron hace más de quinientos años, los descendientes de los españoles habrán de pedirle perdón a los descendientes de los indígenas.
Considerando que México es una nación mestiza es evidente que –aunque tengan antepasados españoles- los mexicanos actuales son también descendientes de indígenas.
Por lo tanto se vendría dando el caso de que un descendiente de españoles debería pedirle perdón a un descendiente de indígenas. O sea a sí mismo.
Un imaginario Rigoberto Mendoza –descendiente de indios y españoles- al llevar el apellido Mendoza deberá pedirse perdón a sí mismo.
Y surge la gran duda: ¿Cómo hará Rigoberto para pedir perdón? ¿Acaso mirándose al espejo?
Y lo que es aún más inquietante: ¿Será perdonado por sí mismo?
Y ya como conclusión: En vista de que los yanquis que invadieron México en 1847 y aquí no dejaron ningún descendiente, será mucho más fácil que los gringos de hoy –descendientes de aquellos invasores- le pidan disculpas a los mexicanos de hoy.
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