Perú en llamas

Las noticias que llegan desde Perú empeoran conforme van pasando los días.

Todo empezó el 7 de diciembre del año pasado cuando el Ejército destituyó al presidente populista Pedro Castillo, quien pretendía disolver el Congreso para imponer una dictadura personal.

A partir de ese momento las cosas fueron de mal en peor, pues la presidenta Dina Boluarte se ve incapaz de controlar los que empezaron siendo protestas callejeras en provincia, siguieron siendo disturbios y ahora –en plena Lima, capital del país- son turbas las que piden a gritos no solamente la renuncia de la presidenta sino que van más adelante pidiendo que se anticipen las elecciones así como el que un congreso constituyente redacte una nueva Constitución.

Si deseamos comprender el alcance de las peticiones de los descontentos –azuzados desde el extranjero por el expresidente de Bolivia Evo Morales- preciso será analizar los puntos anteriores.

  1. La renuncia de Dina Boluarte produciría el caos en todo el país.

Si ello ocurriese…¿Quién tomaría el poder? ¿Acaso las turbas semianalfabetas que están causando tantos destrozos?

Dichas turbas (en su mayoría compuestas por indígenas quechuas y aimaras que no saben hablar español)…¿Serían capaces de gobernar?¿Podrían hacerse cargo de la administración pública cobrando impuestos para poder proporcionar servicios básicos a la comunidad?

Entre dichos servicios básicos se encuentran: Vigilancia policíaca, alumbrado público, abastecimiento de agua potable, mantenimiento de la red del drenaje, recolección de basura, eficiente calidad sanitaria, ordenamiento del tráfico urbano, etc. Etc. Etc.

Si, un largo etcétera que, en el improbable caso de que las turbas tomasen el poder, no podrían ser prestados.

  • Exigen que se redacte una nueva Constitución.

Suena razonable pero antes es necesario aclarar algunas dudas como el hecho de que las turbas que están cometiendo actos vandálicos no han elaborado un posible Plan de gobierno que interprete la voluntad popular.

El caso es que la ciudadanía se encuentra aterrorizada y, fruto de dicho terror, es el hecho de que sea incapaz de expresar su voluntad en unas elecciones libres.

  • Siempre que se produce una Revolución surge un jefe que dice representar la voluntad de la gran mayoría.

¿Dónde está dicho jefe? ¿Quién lo eligió y a qué sector social pertenece?

Esta última pregunta es vital porque habrá que saber si procede de alguna etnia, si es militante marxista, si es demagogo populista o si, por el contrario, procede de los sectores obreros, campesinos, universitarios y empresariales.

Es básico aclarar estas dudas porque, en el caso de que se integrase un congreso constituyente, lo justo sería que todos los sectores antes mencionados estuviesen representados de manera proporcional a la influencia que tengan dentro de la sociedad.

¿Qué porcentaje correspondería a cada uno de dichos grupos? ¿Qué tan representados estarían los católicos cuyo credo es mayoritario en el país?

Y otra cuestión también de vital importancia: Redactar una Constitución es algo muy serio que no debe tomarse a la ligera; algo muy serio que requiere de la asesoría de expertos en Derecho Político quienes –inspirándose en ideales de Justicia- habrán de conocer con todo detalle la realidad social, económica y cultural del país.

Que no se olvide que el mejor Derecho es aquel en el cual lo posible se acerca más a lo ideal.

Y es que si los legisladores desconocen la actual realidad peruana se corre el riego de imponer un sistema jurídico que, por estar alejado del sentir popular, pueda degenerar en una injusta dictadura.

  • Una vez redactada la Constitución, la misma debe someterse a un plebiscito y, si es aprobada, tanto el jefe revolucionario como el congreso constituyente deben desaparecer del escenario dejando que el pueblo se gobierne a sí mismo.

Si no se siguen los pasos anteriores, todo lo que se haga será algo tan grotesco como pretender construir una casa empezando por el tejado y sin apoyarse en cimientos sólidos.

Ante todo lo anterior, consideramos que la presidenta Dina Boluarte tiene toda la razón al no ceder a presiones y decidir aplicar la Ley con mano firme castigando a quienes en realidad son vulgares delincuentes que tienen aterrorizada a la inmensa mayoría de la población.

Si Dina Boluarte cede renunciando a la Presidencia vendría pasando lo mismo que le ocurre a un autobús que se queda sin conductor y sin frenos en una carretera que va cuesta abajo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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