Jerome Lejeune. El científico que perdió el Nobel

Jerome Lejeune fue un científico que tenía muy claro que la Medicina debe estar siempre al servicio de la vida y de la dignidad humana.


Científico sin Nobel 


Jerome Lejeune fue un científico francés nacido en 1924 que destacó en el campo de la Medicina por haber estudiado a fondo el síndrome de Down.

Lejeune descubrió que la enfermedad no es contagiosa ni tampoco causada por la sífilis de alguno de los progenitores; razón por la cual los padres de ningún modo son culpables de que dicho padecimiento afecte a sus hijos.

Esto lo descubrió Lejeune a los 32 años de edad, razón por la cual se le considera Padre de la Genética Moderna.
Como experto genetista que era, nuestro personaje sabía muy bien que desde el momento en que el esperma fecunda un óvulo existe ya un nuevo ser humano que es diferente de sus padres.

Es una lástima que Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, no acabe de entender tan elemental principio científico. Lástima que la ciegue el sectarismo.

Esa es la razón por la cual se opuso siempre al aborto, máxime que, como médico, había jurado no atentar jamás contra la vida de un ser humano.

Brillante científico Jerome Lejeune. Todo hacía suponer que acabarían concediéndole el Premio Nobel de Medicina.
Sin embargo, no fue así…

En una conferencia internacional sobre la salud, organizada por la ONU, en la cual participó Lejeune vio cómo la mayoría de los congresistas se habían manifestado a favor del aborto.

Jerome Lejeune era un hombre valiente y de firmes convicciones, razón por la cual decidió defender su tesis aún a sabiendas de que no estaba siendo “políticamente correcto”.

Es entonces cuando tan brillante científico toma la palabra y se opone al aborto por considerarlo asesinato de un ser indefenso.

Su intervención –a pesar de estar avalada por sólidos argumentos científicos– recibió muy pocos aplausos.

Esa fue la razón por la cual, esa noche, al hablar con su esposa, le dijo con tristeza:

-Querida: Acabo de perder el Premio Nobel.

Y así fue, por la pasarela de los Premios Nobel que cada año en el mes de diciembre, se celebra en Estocolmo, desfilaron los más distintos y extraños personajes…excepto Jerome Lejeune.

Tan valiente científico falleció en 1994 y –a pesar de su muerte– su obra le sobrevivió puesto que, dos años después, se creó la Fundación Lejeune que se dedica a investigar enfermedades genéticas.

En Manila (Filipinas), existe la Casa Lejeune que recoge niños de los barrios bajos que están afectados por enfermedades mentales.

Un científico fuera de lo común, católico practicante, que tenía muy claro que la Medicina debe estar siempre al servicio de la vida y de la dignidad humana.

Algo que –por desgracia– muchos médicos mercantilistas parecen haber olvidado.

Ahora bien, dejemos ya el caso de médicos que traicionan los ideales de su vocación y hagámonos las siguientes preguntas:

*¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a renunciar a una cómoda posición social y económica por causa de nuestras convicciones?

*¿Seríamos capaces de sacrificar amistades prestigio e incluso una prometedora carrera política?

*¿Somos capaces de comprender que cualquier profesión debe estar siempre al servicio de la vida y de la dignidad humana?

Jerome Lejeune respondió afirmativamente a todas esas preguntas.

Quizás por ello fue que, en agosto de 1997, con motivo de su viaje a Francia, San Juan Pablo II visitó su tumba orando allí unos minutos.

Y aún hay más: Después de haber seguido un rígido y minucioso proceso canónico, el papa Francisco acaba de proclamar las virtudes heroicas de Jerome Lejeune concediéndole el grado de Venerable, lo cual significa que se encuentra a un paso de ser beatificado.

-Jerome Lejeune – dijo el papa Francisco– perdió el Nobel pero a cambio ganó el Cielo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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