¿Por qué no adoptar huérfanos ucranianos?

Y al haber perdido a sus padres, abuelos, tíos, hermanos y familiares que pudieran haberlos ayudado, solamente queda la solución que anunciamos al principio: Adopción.


 


Pavorosa la guerra de Ucrania, una guerra a la cual, debido a la prepotencia del presidente Vladimir Putin, no se le ve fin.

Y es que –aparte del sangriento conflicto- nada extraño sería que el expansionista Putin decidiera merendarse también a las vecinas Suecia y Finlandia tomando como pretexto que ambas naciones solicitaron su ingreso a la OTAN.

Ha vuelto la Rusia imperialista de los peores tiempos, aquella Rusia de Iván el terrible, de Pedro, de Catalina, de Lenin, de Stalin y demás jerarcas del sistema soviético que tomaron el comunismo como un pretexto para reanimar aquellos afanes de conquista que Rusia ha tenido y que en otros tiempos la llevaron –junto con otros países- a repartirse Polonia haciendo que la gran nación católica desapareciese del mapa.

Deprimentes las escenas que muestran edificios en ruinas debido a los bombardeos… ¿Podemos imaginarnos el dolor de sus propietarios que se vieron arruinados de la noche a la mañana? ¿Cuánto les costó construir dichos edificios? ¿Cuánto les costarán –si es que pueden- volverlos a reconstruir?

Desgarradoras las escenas de tantos cadáveres que son enterrados a toda prisa en fosas comunes antes de que la descomposición los pudra contaminando el ambiente.

Desgarradoras, también las escenas que muestran a tantos mutilados que –por haber perdido un brazo, una pierna o haber quedado ciegos- su vida ya no volverá a ser la misma.

Tragedias que narrarán de por vida a quienes hayan logrado sobrevivir puesto que –aparte de perder su casa o parientes muy cercanos- el recuerdo de la tragedia les quedará en el alma como huella indeleble.

Y en medio de tanta desolación… ¿Nos hemos puesto a pensar en lo que ocurrirá con tantos niños que, al haber perdido padres, abuelos o familiares, quedarán abandonados a su triste suerte?

Es aquí donde entramos en materia tratando de responder la pregunta que da título a este comentario.

Esos miles de niños que vagan a la deriva como si fuesen cadáveres ambulantes… ¿Cuál será el futuro que les espera?

De momento y movidos por un sentimiento de solidaridad humana se hacen cargo de ellos en los albergues donde –en medio de tantas criaturas- corren el riesgo de perder su personalidad al convertirse en un número más.

¿Qué será de ellos cuando la guerra termine si es que termina algún día?

¿Quién se encargará no solamente de alimentarlos sino –algo mucho más difícil- de educarlos para darles armas con las cuales puedan enfrentarse a la vida?

¿Quién se encargará de enviarlos a colegios donde reciban una formación humanista que los transforme en hombres de bien?

¿Quién se encargará de que aprendan un oficio con el cual puedan ganarse honestamente el pan nuestro de cada día?

¿Quién se encargará de encauzar su vocación haciendo que puedan acceder a la educación superior y salir con un título universitario?

Ni duda cabe que solamente los padres pueden velar para que esos niños reciban una formación integral.

Y al haber perdido a sus padres, abuelos, tíos, hermanos y familiares que pudieran haberlos ayudado, solamente queda la solución que anunciamos al principio: Adopción.

Muchos, muchísimos más de los que imaginamos son los matrimonios que no pueden tener hijos.

Es aquí donde, haciendo un acto heroico en el cual ellos serían los primeros beneficiados, dichas parejas podrían ayudar a resolver su tragedia adoptando un niño ucraniano.

Esos miles de niños que hoy vagan a la intemperie en medio de ruinas humeantes y buscando ropa y alimentos dentro de los contenedores de basura, verían el cielo abierto si supieran que, de la noche a la mañana, una familia ha decidido abrirles las puertas de su hogar.

Esas parejas a las que nunca llegó el hijo que tanto esperaban verían también el cielo abierto al ver cómo, de la noche a la mañana, se presenta ante ellos una criatura que está suplicando amor.

Por supuesto que si el matrimonio que toma la valiente resolución de adoptar un niño ucraniano tiene ya varios hijos de su propia sangre; en ese caso, la resolución de adoptar no sería sólo valiente sino lo que le sigue o sea la caridad llevada al extremo.

Mucho nos agradaría que los amigos lectores que están leyendo este artículo meditasen en lo que hemos expuesto y, si acaso no están en condiciones de adoptar, que le diesen la idea a quienes esta posibilidad ni siquiera les ha pasado por la cabeza.

Una manera de resolver la doble tragedia que supone los matrimonios sin hijos y los huérfanos abandonados.

Una manera de ir logrando que el difícil mundo que nos ha tocado vivir se vuelva un poco más humano.

Ciertamente que no podemos detener la guerra de Ucrania, pero quizás podamos ayudar a resolver algunas de sus consecuencias.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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