El mismo juego de todos los años

Se inició a fines de noviembre y habrá de concluir una vez pasado el 6 de enero una temporada durante la cual todos practicamos –mejor dicho, jugamos- un curioso juego que repetimos todos los años.

Nos encontramos en plena temporada navideña durante la cual, aparte de las posadas, piñatas, pastorelas y nacimientos, el ambiente se muestra diferente al del resto del año.

Una temporada durante la cual, como si fuésemos tocados por una benévola varita mágica, nos volvemos todos más amables, sonreímos no solamente a los desconocidos, sino incluso a quienes nos resultan antipáticos, nos deseamos lo mejor unos a otros, intercambiamos regalos y tarjetas navideñas…¡Un mundo feliz!

No hay duda: El espíritu navideño todo lo invade y, tal como ocurrió con el avaro Scrooge en el “Cuento de Navidad” de Charles Dickens, vemos cómo gente intratable se vuelve simpática teniendo como música de fondo el canto de alegres villancicos.

No hay duda: Estamos viviendo una tregua durante la cual hasta los más acérrimos enemigos suspenden las hostilidades para darse la mano.

Se ha operado un cambio que a muchos pudiera hacerles creer que viven ya en un mundo diferente, alejado de toda violencia e injusticia.

Lo más curioso del caso es que, sin necesidad de ensayos previos y sin tener maestros de arte dramático que nos entrenen, todos representamos con maestría el papel que nos corresponde.

Una tregua que trae felicidad durante un período cercano a los cuarenta y cinco días. Una tregua que se repite año con año, pues siempre que llegamos a estos días todos participamos en el repetido juego navideño.

Todos felices, todos amigos y con el aguinaldo que hemos recibido, dispuestos a caer en las redes del consumismo navideño que, con su intensa publicidad, nos presenta las trampas más atractivas.

Lástima que tan bello juego de temporada que nos ha traído cuarenta y cinco días de tregua concluya después del Día de Reyes.

Sí, para entonces, cuando se han roto algunas de las esferas navideñas, cuando se han retirado los Nacimientos y cuando se han echado a la basura los arbolitos, volveremos a la amarga realidad.

Volveremos todos a ser lo que en realidad somos. Volveremos a negarles el saludo a los desconocidos. Miraremos hacia otro lado cuando tengamos enfrente a quienes nos resultan antipáticos. Dejaremos de sonreír y, por supuesto, dejaremos de expresar buenos deseos.

¡Qué lástima que durante cuarenta y cinco días nos hayamos comportado como auténticos farsantes! ¡Qué lástima! Porque si todos hiciéramos un esfuerzo y esos cuarenta y cinco días se prolongaran durante el resto del año, tendríamos un mundo más humano y más feliz.

¿Qué nos pasa? ¿Por qué se rompe la magia del tiempo navideño para volver a la amarga realidad? ¿Acaso no tenemos derecho a que un sueño tan feliz se prolongue y que no se vea interrumpido por un amargo despertar?

Y lo peor de todo es que no hay a quién echarle la culpa… ¿Al gobierno? ¿A los narcos? ¿A los prepotentes? ¿A los resentidos sociales? ¿A los políticos? ¿A quién podemos culpar si, en el fondo, todos hemos participado en el juego de la temporada?

Qué lástima que las normas de una conducta virtuosa sean impuestas por un calendario que ha dispuesto que solamente tenemos cuarenta y cinco días para disfrutar del juego navideño.

Con lo fácil que sería si cada uno de nosotros (empezando por quien esto escribe) hiciésemos un sacrificio procurando que también en febrero, marzo, abril, mayo y los meses que vienen detrás se practique un juego maravilloso que al menos durante mes y medio nos ha hecho concebir las esperanzas de que viviremos en un mundo mejor.

De todos modos y deseando que juego tan maravilloso se prolongue para siempre nos despedimos con un cálido y cariñoso deseo: FELIZ NAVIDAD.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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