Las Normales: en lo anormal de la Reforma.

Cuando hay pasión podemos estar desprovistos de todo, pero nadie puede impedirnos seguir adelante.


Buenos maestros


Los centros formadores de maestros en nuestro país reciben el título de “Normales”, ya que su meta es dar herramientas que normen los procesos de aprendizaje y enseñanza.

La primera escuela Normal de la historia fue fundada en Francia por San Juan Bautista De La Salle en 1684, bajo la premisa de que “se necesita formar buenos maestros para tener buenos alumnos”.

Este centro de formación era la casa particular de De La Salle, porque descubrió el reto de darles todo lo necesario en materia humana y pedagógica.

A lo largo de los años las Normales han evolucionado, y los retos que enfrentan siguen también tomando diferentes rostros y matices. No se puede concebir la Educación sin la formación. Nuestros maestros, para acompañar, primero deben ser acompañados.

Partimos del hecho vocacional que encuentra fuerza en el trayecto profesional. Un maestro está en donde ha sido designado por elección. Un maestro recorre un sendero de responsabilidad que está ávido de ser orientado.

Las Normales están llamadas a ser el oxígeno que le dé vida al ser vivo llamado “educar”. Si no contamos con maestros vocacionados, profesionales de la educación, difícilmente lograremos nuestro objetivo de llegar al corazón de los alumnos por medio de un proceso de seguimiento basado en la exigencia, pero también en la conducción.

Creo que esta última Reforma Educativa ha olvidado dirigir su mirada a este aspecto. No solo se trata de alcanzar cobertura, o de imponer planes y programas de estudio.

Cuento con el privilegio de ser egresado de una Normal, como primera carrera. Ahí aprendí a apasionarme por un salón de clases, a exigirme en una planeación didáctica, a valorar tener butacas dignas, agua, luz, pizarrón. Aprendí a amar lo que soy: educador.

Es doloroso observar que en este momento hay más atención en procesos de evaluación con fines laborales que en procesos de formación con fines pedagógicos.

Existimos maestros de todo tipo, ojalá que con en tiempo nos dediquemos más a nuestro servicio de forjar hombres y mujeres de bien, y que de parte de las autorizadas recibamos mayores elementos de compromiso para trabajar de la mano.

Hoy el escenario tiene algunas máculas políticas y fuera de contexto pedagógico. Se usa alguna porción del colectivo magisterial para efectos no propios de la tarea que exige la escuela.

¿Qué hace que las Normales sean tan importantes en este proceso? ¿Es capital que demandemos atención? ¿Qué necesitan nuestros maestros de hoy?

No se trata solo de planes y programas. Es importante hacer proceso para educar a los educadores. Educar a la fragilidad (nuestro proceso educativo es frágil) para alcanzar la propia tierra interior. Animar a cada maestro a decir su palabra, ayudar a cada uno a descender a su verdad más secreta.

Los egresados de una Normal no tienen por qué estar condenados a morir a causa de conflictos políticos o crisis económicas. Nuestros maestros se deben formar como verdaderos humanizadores, y más ahora que nuestros contextos son tan plurales.

En el fondo ser educador significa promover todo lo que hay de humano en cada persona, abrir a los demás a la vida, al sentido de la responsabilidad, del conocimiento, del amor.

Anormalmente, no se habla, no se escribe y no se palpa esta visión en la literatura y retórica oficial con la que actualmente contamos.

El desafío es exigente pero vale la pena. Cuando hay pasión podemos estar desprovistos de todo, pero nadie puede impedirnos seguir adelante. Así lo expresó Armando Valladares, poeta cubano preso durante más de dos décadas por sus convicciones de Fe:

“Me lo han quitado todo
las plumas, los lápices, la tinta,
porque ellos no quieren que yo escriba
y me han hundido en esta celda de castigo
pero ni así ahogarán mi rebeldía.
Me lo han quitado todo
-bueno, casi todo-
Porque me queda la sonrisa
el orgullo de sentirme un hombre libre
y en el alma un jardín de flores eternas.
Me lo han quitado todo
las plumas, los lápices
pero me queda la tinta de la vida
mi propia sangre – y con ella escribo versos todavía”.

 

@yoinfluyo
redaccion@yoinfluyo.com

* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

Compartir

Lo más visto

También te puede interesar

No hemos podido validar su suscripción.
Se ha realizado su suscripción.

Newsletter

Suscríbase a nuestra newsletter para recibir nuestras novedades.