Hoy es 15 de septiembre, pocas naciones se preparan como nosotros los mexicanos para nuestros días de fiesta. Podemos afirmar que septiembre es el mes de la patria. En medio de tanta división promovida por el poder actual, tenemos muchas razones para celebrar estos días. Pobres las naciones que no encuentran motivos suficientes para alegrarse.
En la revista Nexos de septiembre 2024, Ángeles Mastretta publicó un artículo que se tituló “Librar la tiranía” que empezaba con el siguiente párrafo: “En septiembre es deber, de quien pueda, entregarse a las celebraciones de la patria, aunque no se encuentre más motivo para hacerlo que la costumbre inerme aprendida en la infancia. Hay que idolatrar a México, envolverse en la bandera y dar gritos de libertad, aunque se sienta una piedra en el ánimo, porque tras muchos años de pelear por un país democrático, lo estamos perdiendo”.
De entonces para acá muchas cosas han pasado en nuestro país. No sé por qué no se le puede llamar catástrofe a la anulación de la división de poderes o a la desgracia que estamos viviendo en el sistema de salud. No hay medicinas, ni tratamientos, ni vacunas.
A la tragedia ocasionada por la volcadura de una pipa de gas en la Ciudad de México, siguió la tragedia que dejó en claro el drama que vivimos los mexicanos por la falta de hospitales preparados para cualquier emergencia. Increíble, en la Ciudad México no había hospital alguno preparado para atender a las personas lesionadas. El colmo es que el gobierno morenista instaló una especie de centro de acopio para que llegaran artículos como “vendas”. No hace muchos días el gobierno de Morena negó la existencia del desabasto de medicamentos y de instrumentos esenciales para los hospitales.
La propia tragedia de Iztapalapa está revuelta con mentiras gubernamentales de tal manera que hoy la gente duda del número de fallecidos, del número de lesionados y hasta de la responsabilidad del gobierno actual porque, al parecer, decidieron “resanar” un bache que pudo haber provocado la volcadura de la pipa de gasolina.
No comentaré más acerca del desorden, la corrupción y la mentira que experimentamos alrededor de lo que pasó en la Secretaría de Marina con lo que hoy se llama huachicol fiscal, que permite sostener toda una red de delincuencia organizada. Ya hablaremos de ello. El tema da para mucho y debemos informarnos al respecto.
Puedo seguirme con muchos ejemplos que no nos permitirían celebrar como quisiéramos a nuestro país. Sin embargo, insisto en que debemos gritar Viva México porque nuestro país vale la pena. Lo digo porque en medio de nuestros dramas hay también razones que nos permiten reconocer que podemos regresar a nuestros conciudadanos la esperanza de recuperar a México. Puedo hablar de muchos servidores públicos que, con los pocos recursos de que disponemos, damos la batalla todos los días para denunciar los abusos y los errores, así como anunciar alternativas a una clase política que sólo dice gobernar.
Podemos también hablar de una sociedad civil que se organiza para denunciar las carencias del sistema de salud en México, pero que también se organiza para ayudar a las y los lesionados de una tragedia o a las víctimas del cáncer.
En nuestro país hay millones de mexicanos que sabemos que conmemorar acontecimientos de la historia nos permite reflexionar sobre lo mucho que queremos a nuestro país y que no estamos dispuestos a que nos roben el alma. Somos millones los mexicanos que sabemos muy bien que celebrar las fiestas patrias no es celebrar a un gobierno; que amamos a nuestro país a pesar de las muchas ocasiones en que el gobierno nos miente, nos agrede y entorpece las soluciones a nuestros problemas por la corrupción o la ineptitud en la que vive. Pero aquí estamos y aquí seguiremos.
Somos millones de mexicanos que hoy gritaremos Viva México a pesar de todo, millones de mexicanos que pensamos distinto, pero queremos una sola cosa: un mejor México. Ojalá que este “Grito” sirva para comprometernos más con nuestro México que nos necesita afuera, en la calle, ayudando, cooperando, participando e intentando una y otra vez hasta que logremos organizarnos para actuar al mismo tiempo, todos juntos.
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