Lo que podemos llegar a ser

Es un buen momento para recordar el pueblo que podemos llegar a ser y hacer evidente que la fuerza ciudadana siempre es más importante que los partidos políticos.



El 19 de septiembre es una fecha que nos recuerda el pueblo que podemos ser cuando queremos. El terremoto de 1985 marcó a mi generación y el terremoto de 2017, aunque es temprano decirlo, marcó la generación de nuestros hijos. Además de la tragedia vivida, de la despedida a muchos seres queridos, esos dos acontecimientos terminaron alterando el contexto y los resultados de las elecciones que les siguieron. Aún con sus diferencias, ambas fechas nos mostraron a un pueblo que, ante las circunstancias, reclamó y logró un cambio.

En el primer caso fueron las elecciones de 1988. La oposición generó tal cantidad de votos que Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación, decidió tirar el sistema y acuñar la frase que lo haría famoso: “Se cayó el sistema”. Bartlett pudo hacer eso porque no había un instituto electoral autónomo e independiente. En esa época, en las filas del PRI todavía estaba López Obrador y me acabo de acordar que también estaba, en las mismas filas, el ministro Zaldívar. Durante aquellos días lo único que funcionó fue la organización espontánea de la sociedad civil; los jóvenes nos fuimos a organizar albergues, ayudar en los edificios que se cayeron y trabajamos en los lugares en los que las familias buscaban los restos de sus seres queridos. Después de eso nos integramos a los partidos políticos de oposición y conseguimos un profundo cambio democrático. Pasaron muchos años, pero la democracia se instituyó y a la alternancia se le dio un valor ciudadano poderoso.

En el caso del temblor de 2017, el ejemplo lo pusieron los jóvenes de la generación de mis hijos (incluyo —orgullosamente— a los míos); nos dimos cuenta de la importancia de las medidas de protección civil, de la organización oportuna, del Fonden (Fondo para Desastres Naturales) y de la resiliencia que debemos tener. Por otro lado, también fuimos conscientes de la enorme demagogia de los partidos políticos. Hoy Morena —partido consentido del Instituto Nacional Electoral, aunque no lo acepten— todavía no consigue rendir cuentas de cómo se utilizaron los recursos del fideicomiso para ayudar a las víctimas del sismo del 17. Los partidos de oposición de entonces dieron una rueda de prensa, la recuerdo muy bien, en la que —con gran torpeza— propusieron lo que no cumplieron: donar el dinero público que los mexicanos les asignamos. Una vez más, la ciudadanía volvió a rebasar a los partidos políticos y entendió que necesitaba haber un cambio. Y el cambio se dio. Entonces, la sociedad no pudo integrarse a los partidos políticos porque éstos se cerraron más que nunca en sus órganos cupulares y porque iniciaba el proceso electoral. Sin embargo, en las urnas se envió un mensaje muy claro de cambio. Llegaron, literalmente, los mismos, pero con la fuerza de más de 30 millones de votos. Y han sido una decepción.

Han sido una decepción. En agosto del 2018 los universitarios llegaron a sus clases emocionados por el cambio logrado; ahora muchos ni siquiera quieren comentar el tema, pero ven con tristeza su futuro y el colapso de sus universidades por la falta de apoyo del Estado Mexicano. Entre equivocados y arrepentidos se están moviendo las redes, lo mejor es que aceptemos el error colectivo que debemos corregir por el bien de México.

El día de hoy es un buen momento para recordar el pueblo que podemos llegar a ser y hacer evidente que la fuerza ciudadana siempre es más importante que los partidos políticos. Hoy es una buena fecha para recordar que no merecemos un gobierno farsante como el que tenemos en Morena y que podemos cambiar las cosas. Hoy es un buen día para recordar que nada ni nadie, ni mucho menos un gobierno, nos puede arrebatar la esperanza. A los que duden que podemos generar ese cambio, les pido recordemos esas dos fechas. Que recordemos cómo sorprendimos al mundo con nuestra capacidad de organización y acción. Lo hicimos entonces por aquellos que perdieron la vida en los terremotos de 1985 y 2017. Lo podemos hacer ahora para demostrar que no los hemos olvidado y que podemos ser un pueblo activo y organizado ante las adversidades.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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