El factor determinante para aumentar o reducir el nivel de vida de los habitantes de un país no es su ubicación geográfica, el nivel educativo, la raza, la religión, la honradez o corrupción de sus gobernantes. Todos esos factores influyen, pero no son los determinantes.
En principio, todos los sistemas se consideran mixtos, ya que tienen características de los dos sistemas económicos principales: socialismo y capitalismo. Sin embargo, consideramos capitalista o socialista a un país según el sistema que predomina en su economía.
En el socialismo o capitalismo de Estado, los gobernantes monopolizan el poder económico y político, como en el caso de Rusia, que ante el fracaso económico de sus monopolios estatales ha comenzado a abrir su economía a las empresas privadas.
En el capitalismo, como en los Estados Unidos, la mayor parte del manejo de la economía —la creación, intercambio y comercialización de bienes y servicios— está en manos de cientos de miles de pequeñas, medianas y grandes empresas.
En Estados Unidos hay entre 27 y 32 millones de empresas privadas, el 99.9% de las cuales son pequeñas, según datos de la Small Business Association (SBA).
Al analizar y comparar el nivel de vida con base en el producto por habitante y la densidad de población o habitantes por km², comprobamos que una mayor población no es determinante para un menor nivel de vida.
Taiwán, también llamada China nacionalista, tiene 668 habitantes por km², mientras que China continental tiene aproximadamente 151 habitantes por km². Bajo el sistema socialista dirigido por Mao Tse Tung, que monopolizaba todas las empresas, millones murieron de hambre entre 1959 y 1961. Ante el fracaso del capitalismo de Estado, su sucesor, Deng Xiaoping, empezó a crear lo que llamó “islas de capitalismo”: zonas donde se permitía la inversión privada, nacional y extranjera, las cuales se convirtieron en el motor principal del crecimiento económico. Se estima que entre 20 y 43 millones de chinos murieron de hambre durante el gobierno de Mao. La cifra real no se conoce, ya que las autoridades chinas prohibieron la entrada de periodistas y castigaban con pena de muerte a cualquier funcionario que proporcionara información.
A partir del gobierno del sucesor de Mao, Deng Xiaoping, quien impulsó la creación de empresas privadas en zonas con bajos impuestos y permitió la libre importación de materias primas y exportación de productos, China se convirtió durante varios años en el país con mayor crecimiento económico del mundo y en la segunda economía mundial más importante.
En América también hay varios ejemplos que, al comparar el crecimiento económico y el producto por habitante de países con gobiernos considerados básicamente socialistas con otros preponderantemente capitalistas, permiten ver claras diferencias.
En 2023, Nicaragua, con un gobierno socialista, tuvo un Producto por habitante de 2,613 dólares, mientras que El Salvador, ese mismo año, alcanzó los 5,391 dólares con un gobierno preponderantemente capitalista, el doble que Nicaragua, y con una densidad poblacional 5.4 veces mayor.
En 2022, la isla de Cuba, con un gobierno socialista y aliado de Rusia, tuvo un PIB por habitante de 2,018 dólares. En cambio, Puerto Rico, con un gobierno capitalista y aliado de Estados Unidos, registró un PIB por habitante de 35,268 dólares, 17.5 veces mayor al de Cuba.
De Cuba ha emigrado una parte importante de su población. Entre 2022 y 2023, su población se redujo en aproximadamente 1.3 millones de personas. Según el demógrafo y economista cubano Carlos Albizu, la población de la isla disminuyó un 18% en ese periodo.
Estos datos, que comparan los resultados de los diferentes sistemas económicos en diversos países, muestran que los sistemas de mercado o capitalistas elevan el nivel de vida, mientras que los sistemas centralmente planificados, socialistas o capitalismos de Estado, lo reducen y provocan emigraciones masivas desde los países gobernados por regímenes socialistas.
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