Un imperio bajo la cruz

El poeta español, Joaquín Bartrina, escribió: “Oyendo hablar a un hombre, fácil es saber dónde vio la luz del sol. Si alaba Inglaterra, será inglés. Si reniega de Prusia, es un francés y si habla mal de España… es español”. Esta penosa y certera frase parece reafirmarse especialmente en el mes de octubre, el cual muchos españoles e hispanoamericanos utilizan para cubrir de infamias y mentiras, uno de los hechos históricos más trascendentales y grandiosos que ha habido y habrá; el descubrimiento de América por Cristóbal Colón bajo el auspicio de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, el 12 de octubre de 1492.

Al parecer, la propaganda e ideología antiespañola y anticristiana originada en el siglo XVI con el objetivo de desprestigiar tanto la obra de España como la de la iglesia católica ha logrado su objetivo; pues está, a la fecha, tan extendida como asumida. Esto, a pesar de que dicha leyenda negra no se fundamenta en hechos históricos sino en una muy bien orquestada campaña de desprestigio deliberado que iniciaron los enemigos del imperio español (ingleses y holandeses principalmente) y que, a través de medias verdades, calumnias y exageraciones, imputaron a España y a la iglesia, no sólo crímenes inexistentes sino varios de los crímenes cometidos por sus naciones, a la vez que, ocultaron y silenciaron intencionalmente, el carácter excepcional de la empresa española en América.

Esta leyenda negra ha sido aprovechada por los movimientos indigenistas que, de la mano de una “elite” de líderes, políticos e intelectuales de la izquierda gauche caviar, ha propagado con fuerza una ideología tan falsa como dañina. Porque el indigenismo, en nombre de la igualdad, manipula despóticamente a las minorías que dice defender; en nombre de la libertad, busca encadenar a estos pueblos al victimismo y en nombre de su reivindicación promueve el odio y la división recontando la historia a la imagen y conveniencia de sus perversos intereses. No es casualidad que, mientras omiten las bondades de la conquista alimentan el falso mito del noble salvaje.

Así, prescinden deliberadamente de los muchos datos y hechos que demuestran el carácter belicoso y violento de la mayoría de los pueblos indígenas quienes tenían a la guerra como principal actividad, practicaban la esclavitud, los sacrificios humanos, el canibalismo y el infanticidio. Y rara vez se enfatiza el hecho de que la conquista la llevaron a cabo los españoles aliados con varios pueblos indígenas deseosos de liberarse de la tiranía y crueldad de los pueblos dominantes.

Y si bien es cierto que hubo injusticias y atropellos de algunos colonizadores (atropellos que eran comunes en el viejo mundo y muy frecuentes entre los pueblos indígenas) es importante señalar que estos fueron crímenes personales que se cometieron contra las leyes de protección a los indios que expidió la Corona con gran rapidez. Pues si algo se le puede atribuir a España y sólo a España, es que fue la primera nación en el mundo en reconocer los derechos y la dignidad de los vencidos. Nadie más lo ha había hecho hasta entonces. Y basta ver los excesos cometidos en múltiples guerras para convencerse de la excepcionalidad, nobleza y grandeza que caracterizó al imperio español.

Y es que la católica España fue la primera, y prácticamente la única, nación que se ha planteado, con gran seriedad, el carácter moral de su conquista preocupándose por salvaguardar legalmente los derechos de los conquistados de manera prácticamente inmediata. Por ello, se consideró a los nativos de las tierras descubiertas, a través de las leyes de la Real Provisión, como súbditos de la Corona de Castilla, con todos los derechos que esto suponía. Al ser los indios vasallos libres de la Corona Española, la Ley de 1503, declaró los matrimonios mixtos (entre español e indígena) como legítimos y recomendables. A la muerte de la gran reina Isabel de Castilla, la Corona española siguió decretando leyes enfocadas a la protección de los indios, como las Leyes de Burgos en 1512, bajo Fernando el Católico y posteriormente las Leyes y Ordenanzas, promulgadas por Carlos V en 1542, para la gobernación de las Indias, así como para el buen trato a los indígenas. Dichas leyes fueron únicas en su tiempo y sentaron un importantísimo precedente dentro del derecho internacional al reconocer los derechos de los pueblos indígenas.

Ante la mentira de que España saqueó las tierras conquistadas; las catedrales, iglesias, ayuntamientos, palacios, universidades y hospitales, construidos desde las primeras décadas de la llegada de los españoles refutan tan grande infamia. Además, España dejó un territorio mucho más rico, próspero, justo y apacible de lo que encontró. De hecho, los territorios españoles en América eran mucho más desarrollados que los del norte, pertenecientes a los ingleses.

La Corona Española como buena madre que fue, sabía bien que, si el cuidado físico de sus hijos es importante, mucho más lo es el del alma, por lo que no tardó en enviar misioneros. Hombres santos cuyo a amor a Dios los llevó atravesar el ancho mar, realizar duros sacrificios, enfrentar innumerables peligros y jugarse la vida, que varios perdieron, con un sólo objetivo, la salvación de las almas de los nuevos hijos España. España llevó a las nuevas tierras su civilización, de la mano de la evangelización; logrando unir una tierra de dimensiones gigantescas, poblada por diferentes etnias, con numerosas lenguas y siniestros dioses; bajo un mismo idioma, el español, que en adelante sería la lengua en la que estos pueblos se dirigirían a un mismo y único Dios. Porque España, evangelizadora de medio mundo, ganó batallas con la espada mas conquistó voluntades y salvó almas con la Cruz. Como bien lo expresó Lope de Vega: “Al rey, infinitas tierras; a Dios, infinitas almas”.

A pesar de esto, si algo tenemos en común la mayoría de los españoles, de uno y otro continente, es que vamos a la vanguardia en el movimiento de ir contra nuestras raíces, despreciar nuestra cultura y escupir al cielo. Desafortunadamente, llevamos muchos años minimizando nuestras más grandes gestas, pidiendo perdón por nuestros mayores logros y desdeñando nuestras más hermosas hazañas.

Debemos recordar que, mientras no estemos dispuestos a defender nuestra historia, bella y grande, seguiremos a merced de los enemigos de España, del cristianismo y de nosotros mismos. Reconozcamos que en la Santa Cruz que unió pueblos tan diversos, iluminando el Imperio en cuyos dominios no se ponía el sol, esta nuestra esencia. La esencia de la hispanidad.

Parafraseando a Isidro Gomá y Tomás: Nuestra historia no se concibe sin el catolicismo; porque nuestros hombres y nuestras gestas, nuestro arte y nuestras letras y cada una de nuestras tierras, han nacido bajo el amparo de la Santa Cruz y están embebidas en el pensamiento de Jesucristo, luz del mundo, que, lo decimos con orgullo, porque es patrimonio de nuestra raza y de nuestra historia, ha brillado sobre España y sus hijas, con matices y fulgores no vistas en otras tierras.

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