Vicios públicos, ¿virtudes privadas?

El plagio ha estado presente en profesiones que requieren creatividad e inventiva. En muchos lugares es castigado duramente. Sobre todo, en el caso de académicos, escritores, artistas que tienen una exigencia mayor en ese sentido, pues se trata de actividades en las que la creatividad y la originalidad son requisito fundamental y eje de su propia carrera.

Hace algunos años el escritor y alto funcionario de cultura en la UNAM, Sealtiel Alatriste, fue denunciado como plagiario –precisamente por Guillermo Sheridan– y vio cómo su carrera como literato y servidor público caía en el abismo del desprestigio y la desgracia. Pagó caro las copias. En literatura, grandes escritores han sido acusados de plagio: José Saramago, Camilo José Cela –ambos premios Nobel–, Carlos Fuentes, Alfredo Bryce, Arturo Pérez Reverte. En el periodismo, cabe recordar al reportero del New York Times Jason Blair, que fue cesado fulminantemente cuando fue descubierto con decenas de plagios.

El caso de la ministra Yasmín Esquivel sigue siendo un asunto de escándalo mayor. Copió una tesis y obtuvo su título de manera fraudulenta. La ministra es una plagiaria, independientemente de que la castiguen o no. Hay una justa indignación por la decisión de la ministra de permanecer en su puesto y del presidente de justificarla hasta en la acción del plagio. Que una persona que obtuvo de manera ilegítima su título universitario ocupe una silla en el máximo tribunal de justicia del país es una vergüenza internacional.

Medios de comunicación, comentócratas, académicos, intelectuales y ciudadanos han manifestado abiertamente, primero, el asombro de lo hecho por la ministra y, después, el coraje por el cinismo y la desfachatez de sus respuestas. El sexenio pasado fue el propio presidente Peña Nieto el que pasó por la repulsa general por haber plagiado su tesis universitaria. Una de las personas muy activas en la condena de estos dos personajes es una plagiaria contumaz: Denise Dresser.

Esta mujer, siempre dispuesta a señalar corruptos y deshonestos, tiene en su haber varios plagios. León Krauze le documentó su actividad plagiaria en un libro que publicó y el ya fallecido Jorge Chabat denunció el plagio de Dresser de un artículo académico del que él había sido autor. En el colmo de su desfachatez, la doctora Dresser copió ¡un editorial del diario El País! Párrafos enteros del editorial y hasta el título del texto. Nada más cambió el apellido Rajoy por el de Peña. ¿Qué le ha pasado a Denise Dresser por plagiar? Nada. Sigue escribiendo en Reforma, participa en una mesa en Latinus –ambos medios han dado una cobertura amplia y detallada del asunto Esquivel– y continúa estigmatizando personajes públicos con su dedo plagiario. Guillermo Sheridan, azote de los plagiadores, escribió en 2012 respecto al caso de Alatriste: “Es una pena que confundir la vida con las ganas de escribir termine por ser una confusión entre las ganas de escribir y firmar lo que escriben otros”.

Una de las voces críticas más acuciosas que tenemos es Jesús Silva-Herzog. En uno de sus artículos en Reforma (Ejemplaridades 9/01/23) menciona con precisión respecto de la ministra Yasmín Esquivel: “No se colaron en su tesis profesional unas cuantas oraciones sin las comillas del respeto elemental. No olvidó citar la fuente de alguno de sus párrafos. Lo que hizo constituye el extremo de la deshonestidad intelectual, la más grave, la más grosera transgresión académica. Transcribió un texto previamente escrito y le puso su nombre”. Impecable. Sin embargo, cada semana podemos ver a Silva-Herzog convivir alegremente en una mesa de análisis crítico con una señora especialista en “la más grosera transgresión académica”, a la que se le aplaude y se le aceptan sus plagios en silencio.

Por supuesto, no comparo el tamaño del daño que puede hacer alguien como ministra de la Corte que en un artículo en Reforma o una mesa en Latinus o ForoTV. Pero no se olvide que Yasmín y Denise son moralmente iguales. Una en la Corte, la otra en los medios; una con su tesis plagiada está en el patíbulo público, la otra con sus textos plagiados es jurado en los juicios públicos.

Es un asunto que lleva tiempo en nuestra vida pública: los vicios públicos resultan virtudes privadas.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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