Un desorden llamado sociedad civil

Nuevamente la autodenominada “sociedad civil” ha salido a la plaza pública. Un año políticamente intenso como este, previo a la elección presidencial, es un buen escenario para salir a los medios a denunciar la inoperancia del actual sistema, el agotamiento y la falta de legitimidad representativa de los partidos políticos en la actualidad, y proponer un nuevo plan, proyecto o modelo del país en el que caben todos, participan todos y todos salen ganando. Por supuesto, esto debe pasar por la aceptación del proyecto por parte de los corruptos, atascados y voraces partidos políticos. Solamente aceptado ese plan, que debe incluir la plataforma de gobierno, el armado y aprobación del gabinete presidencial, así como al candidat@ presidencial, se puede lograr ese México maravilloso que ya está a la vuelta de la esquina, si se hacen a un lado los intereses personales, las cuestiones ideológicas y se pone, por encima de todo, la posibilidad de la felicidad nacional.

Hay muchas agrupaciones de la “sociedad civil”. Algunas más civiles o sociales que otras. Abundan en ellas exmilitantes de partidos políticos que ahora ya no forman parte de las directivas de esos institutos o ya acumulan más de dos legislaturas sin tener chamba en el partido o, simplemente, viven en el exilio político y ven en la “sociedad civil” la posibilidad de, por lo menos, dar una entrevista. Hace un par de semanas, algunas agrupaciones exigieron a los partidos que no las hagan a un lado y que piensan participar en los procesos de selección de candidato a la Presidencia proponiendo métodos confiables que garanticen la satisfacción de todos los ciudadanos. A inicios de esta semana otra organización sacó un documento sobre el México que les parece bonito desde su pluralidad woke. Nosotros o el diluvio; o la pureza ciudadana que encarnamos o la porquería partidista en la que ya no estamos, pero que tanto disfrutamos. Cada quien sus exigencias, cada quien su organización y su documento, cada quien su “sociedad civil”.

Hace ya un tiempo, tres décadas, la “sociedad civil” apareció por estos lares para acompañar la gesta democrática contra el PRI. Fundamentalmente progres que, en efecto, acabaron abrazando el neoliberalismo, pero también de derecha empresarial que comenzaban a marcar diferencias con los partidos: ellos no se ensuciaban en la política. Carlos Castillo Peraza, dirigente del PAN en los 90, ideólogo de ese partido, hombre de ideas y agudo observador de nuestra vida política desde su militancia y sus creencias, decía del entonces movimiento sociedadcivilista:

“Una supuesta sociedad civil que nadie sabe dónde está y que, a la hora de la hora, es políticamente irresponsable. ¿Quiénes la forman? Veinte personas que se reúnen en una casa y que deciden entre sí y por sí que representan a toda la sociedad, porque ellos no están en ningún partido político. Automáticamente aseguran que no tienen los vicios de los políticos ambiciosos, corruptos, mentirosos, etcétera. Y automáticamente todo lo que está en un partido político es para ellos digno de sospecha”.

Dicen que vendrán más organizaciones a exigir que se tomen en cuenta sus proyectos, métodos y, por supuesto, a sus personas a la hora de la repartición. Pero, para que haya repartición, primero se tiene que ganar, y para ganar hay que pasar por los partidos, sean buenos o malos. Es lo que hay. Llegar con tus amigos a exigir formar parte de la selección y jugar el Mundial suena bonito, pero no se puede. Hay reglas y caminos que hay que seguir. Para eso existe el futbol llanero, el fut-7 o el Fifa en el Play Station. Digo, por mencionar algunas opciones.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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