Palabras de odio

Las palabras de los hombres públicos importan e importan mucho. Incluso si son estupideces o enunciados fuera de lugar. Las denuncias que hacen los poderosos pueden convertirse en situaciones peligrosas para sectores de las sociedades. El discurso de López Obrador como presidente estuvo cargado de odio y de rencor de señalamientos personales de división social. Se puede decir que es lo de moda: polarizar, dividir y es cierto, es el discurso que predomina en el mundo. Por eso es más peligroso continuarlo.

Trump ha diseminado su discurso odiador por todo el mundo. Las consecuencias han sido fatales. En el caso de México, es un hecho que desde su campaña sembró el veneno en contra de los inmigrantes y concretamente de los mexicanos. De asesinos, violadores y ladrones y al hacer el retrato de los migrantes hasta llegó a decir que se “comen sus mascotas”. Como resultado político hay deportaciones, detenciones y miedo, mucho miedo en los mexicanos que viven allá. Trump ha generado también un ambiente de rechazo en muchos lados. 

“Fuera pinches gringos”. La lamentable marcha supuestamente contra la gentrificación de las colonias Roma y Condesa culminó en insultos a los estadounidenses que habitan en esas demarcaciones y en donde el idioma inglés se usa de manera común en los establecimientos comerciales, se usa el horario de aquel país para los restaurantes y el costo de la vida es, se puede decir, en dólares. Todo esto es muy similar a lo que sucede en varios centros turísticos en nuestro país. La marcha fue sin duda una demostración de xenofobia y en el absurdo destrozaron una taquería (no una hamburguesería o sandwichería). No parece ser el mejor ambiente para un mundial de futbol que celebra juegos en esta ciudad el año que viene.

“Odio a los negros como tú, los odio por pinches nacos”. Una mujer –según esto una modelo argentino-mexicana–, baja de su Mercedes Benz y procede a insultar a un policía que cumplía con su trabajo al intentar sancionarla. En este caso parece que la argentina aprendió bien el clasismo mexicano y se siente orgullosa de su blanquitud que le permite estar lejos de personas como ese “pinche indio y negro culero”, como definió al mexicano que cumplía con su trabajo. El video de la mujer agresora se popularizó en redes y el enojo en su contra no es poca cosa. La señora merece una sanción, legal, por supuesto, pero también una social que no tardará en llegarle. 

“Argentina de mierda, ponte a meserear”. Este insulto es uno de los muchos que le llegaron a la señora que odia “a los negros culeros”. El insulto tiene que ver con la multitud de personas que llegaron hace años –precisamente a colonias como la Condesa–, huyendo de una de las crisis económicas de ese país, en su mayoría jóvenes cuya disposición y necesidad de trabajo, independientemente de lo que hubiesen estudiado en su país de origen, se desempeñando atendiendo en restaurantes de moda en esa colonia. El insulto –que se oye también después de los partidos entre selecciones de ambos países–, pretende mofarse de una persona por medio del trabajo que realiza por necesidad, pero con dignidad. 

Como se puede ver, del odio nadie escapa, el odio siempre regresa y hay para todos. Es responsabilidad de cada uno cuidar que la forma en que nos comunicamos y quienes ostentan cargos públicos deben poder controlar su lenguaje y si les es imposible decir algo cordial, o sin insultar o dividir, mejor quedarse callados que las palabras tienen consecuencias.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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