Los jueces como símbolo

Claudia Sheinbaum ha retomado la propuesta de su líder López Obrador de cambiar al Poder Judicial y hacer que los ministros de la Corte sean electos por el voto popular. Independientemente de lo absurdo del asunto, llama la atención que la candidata oficialista haga énfasis en propuestas propias de un desequilibrado como es el presidente y no de una científica como lo es ella.

En países como el nuestro el asunto de la justicia es un pendiente que parece no tener pronta solución. Mucho se avanzó en los últimos años. Hasta que llegó, ese sí por el voto popular, López Obrador y emprendió una guerra contra jueces y leyes. Para dar muestra de su idea de justicia, propuso a una señora que es un fraude integral como ministra y no ha cesado de insultar y amenazar a los jueces que no se pliegan a sus órdenes. Por supuesto no es que antes de su presidencia viviéramos en el palacio de cristal de la justicia, pero se avanzaba. No ha sido una batalla sencilla la que ha librado ese poder en contra de un déspota energúmeno.

La figura del juez es de gran importancia en cualquier sociedad. Un Poder Judicial autónomo es símbolo de una sociedad justa y desarrollada. Un país corrompido y atrasado normalmente tiene en sus jueces una expresión torcida. La confianza en la independencia del Poder Judicial no es algo que se construya de la noche a la mañana y mucho menos por la vía del voto popular.

En Sicilia, Italia, una región asolada por la mafia, dos jueces es de esa isla, Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, llevaron a cabo una lucha sin precedente en contra de los grupos de la mafia conocidos internacionalmente por películas y libros que, de alguna u otra manera, exaltan la figura de los capos mafiosos. Era –y es– una lucha desventajosa: unos tienen que cumplir con leyes y los otros, desobedecerlas. Ese par de jueces llevaron a cabo enormes procesos judiciales contra la mafia y tuvieron logros relevantes. Pagaron con su vida. Falcone transitaba del aeropuerto de Palermo a la ciudad con su esposa y escoltas. Una tonelada de explosivos hizo saltar los coches por el aire matándolos a todos. Unas semanas después, Borsellino salió de casa de su madre a quien fue a visitar, se subió a su coche, que explotó al arrancarlo. Los habitantes de Palermo salieron a las calles para protestar en señal de luto por los jueces que los defendieron hasta la muerte.

Sicilia es referencia de la mafia, sí. Pero también lo es por sus jueces. El aeropuerto de Palermo se llama Falcone-Borsellino. En el lugar en que dinamitaron la carretera por la que iba Falcone, hay un monumento en su recuerdo. En la ciudad hay murales con las figuras de ambos. Un museo memorial antimafia se encuentra en la plena zona turística de Palermo. Calles y avenidas con el nombre de los jueces se pueden encontrar por toda la isla. La lección es clara para quien llega: sí, aquí padecemos a los mafiosos, pero hemos tenido jueces que nos defienden y que son un símbolo para sus habitantes. A partir de la muerte de esos jueces se endureció la lucha contra la mafia y se han tenido grandes logros en ese sentido. Dejaron escuela.

La nube negra del lopezobradorismo está por terminar y también dejará como pendiente el tema de la justicia. Por supuesto que hay corrupción en el Poder Judicial, pero también hay jueces dignos y valientes que dan la batalla por un país más justo. Y es por esos jueces que hay que condenar los embates majaderos del Presidente y sus pandilleros profesionales. Incluida su candidata a la Presidencia.

En este mundo siempre hay un Falcone y un Borsellino capaces de hablar por todos.

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