Desde la muerte del papa Francisco I hemos estado recibiendo una gigantesca cantidad de información en torno al catolicismo, sus líderes, sus ritos y también atestiguado el enorme poder que tiene la Iglesia en este mundo, aunque diga que su reino está en otro. Muy pronto veremos el desempeño de León XIV cuyo papado recién inició. El mundo asistió a la elección de este nuevo pontífice con atención independientemente de que se fuera católico o no. El evento sirvió para reafirmar el peso político y espiritual del catolicismo.
Estos días también arrojaron información sobre el papa muerto, el jesuita argentino Jorge Bergoglio. Como se sabe, Francisco I tenía una fama de ser “progre” y se esperaba que los cambios en la Iglesia fueran enormes durante su papado. Pero no fue así. Los tiempos de esa institución son distintos, las cosas se mueven lento. Francisco I tenía un discurso solidario con los pobres, de acercamiento a sectores donde la Iglesia ha tenido poco contacto, pero en los hechos no logró demasiado en términos de cambios radicales.
El escritor español Javier Cercas publicó a la muerte del papa Francisco un libro titulado El Loco de Dios en el fin del mundo (ed, Random House). Más que oportuno es este trabajo de Cercas que tiene un poco de todo: biografía, autobiografía, reportaje, crónica, memoria, investigación, todo esto convertido en una lupa sobre el papado y la figura de Bergoglio.
Invitado por El Vaticano para acompañar al papa a una gira en Mongolia, Cercas se pone a investigar sobre Francisco, sus antecedentes, su trabajo en Argentina; platica con cardenales, colaboradores, periodistas, sacerdotes, compañeros de juventud del pontífice. Delinear la figura papal, sus inquietudes, el sentido de su apostolado, sus amigos, sus enemigos, lo que le gusta, lo que aborrece, pero también los que lo aborrecen a él, porque al final es un humano.
Según varios de sus compañeros jesuitas “Bergoglio era un hombre dotado de una gran vocación de poder, una notable inteligencia política y un proyecto para la Compañía de Jesús, pero también un tipo personalista, duro, soberbio, autoritario, divisivo, sinuoso, manipulador e intimidante”. Claro, también está su parte profundamente austera, un sentido de la humildad para dar el ejemplo y una idea clara de la Iglesia que le gusta. Algo de eso le representa Mongolia, un país lejano en el que hay menos de diez mil católicas, es una iglesia primitiva, lejana con un gran sentido de comunidad y en el que forman parte toral los misioneros de otros países que viven allí.
El libro de Cercas vale la pena por muchas cosas. El escritor es un ateo anticlerical que no ha tenido duda en expresarlo desde el primer momento en que lo invitaron al viaje para que hiciera un libro. Y quizá ahí radica uno de los valores del trabajo. No se acerca con fe sino con dudas, logra mantener una simpatía crítica con personajes que verdaderamente lo conmueven, como los misioneros y su mirada sobre la obra de Bergoglio y su vida son un buen acercamiento a la Iglesia durante ese papado. Para Cercas no hay pregunta que no pudiera hacer de hecho se sentía en la necesidad de hacer muchas que le llegaban por su ateísmo, pero también por su curiosidad literaria.
Si usted puede querida lectora, lector, acérquese a este magnífico libro que le dejará una buena idea de lo que es la Iglesia en estos días, los retos que asume el nuevo papa y contágiese un poco de la locura del escritor y del papa que se fue.
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