Bien. Muy bien

La marcha en defensa del INE fue todo un éxito. Por supuesto hay que agradecer a los convocantes, grupos de la sociedad y activistas que decidieron armar algo de éxito incierto al principio, pero que requería valor y esfuerzo para que saliera bien; se evitaron los protagonismos baratos de personajes de ínfimo nivel que, por extrañas razones, siempre aparecen en un templete sin que nadie los reconozca; se le dio la voz de todos los manifestantes a quien genuinamente representa la legitimidad, el éxito y la probidad de esa institución: José Woldenberg, y hay que agradecer a todas y todos los que salieron a las calles en la CDMX y en otras ciudades. Las calles son de todos. El gobierno las tiene que cuidar; los ciudadanos, ocuparlas.

La marcha del día de ayer será un enorme tanque de oxígeno para una oposición que se organiza y que parece haber dejado atrás el miedo. Por supuesto que al hablar de oposición me refiero a la ciudadanía que la conforma. Esto, por su puesto, rebasa a los partidos políticos –sin menospreciarlos, pues son la plataforma necesaria para cambiar las cosas–, pero fue muy bueno ver a legisladores comprometiendo su voto contra la reforma autoritaria frente a miles de ciudadanos que llenaban las calles capitalinas.

Llamó la atención que entre los organizadores hubo una suerte de “convocante sorpresa”, alguien que no se esperaba que participara con entusiasmo desmedido en el llamado a participar en la marcha: ni más ni menos que el presidente Andrés Manuel López Obrador. En efecto, el presidente, con su actitud pendenciera y el modo insultante de referirse a millones de sus gobernados, ha terminado por colmarles la paciencia –como se dice coloquialmente– y le han dado un espléndido regalo de cumpleaños al mandatario: le han llenado Reforma de protestas en su contra. Bien hecho, muy merecido se lo tiene el presidente, que está convertido en un insolente majadero que profiere insultos sin freno todos los días.

Lamentables, los esfuerzos del gobierno citadino por detener una marcha de la que se mofaron toda la semana pasada. La declaración de contingencia ambiental por parte de Claudia Sheinbaum fue una burda intromisión en la marcha opositora. No tenía ella por qué anunciarlo, pero sí lo decidió. Esto desató una justificada reacción de quienes se disponían a marchar al día siguiente y no le hicieron caso alguno. Lo mismo el tuit del nefasto Martí Batres –autoridad de la CDMX–, diciendo que asistieron entre 10 mil y 12 mil personas. Ridículo.

Que cada quien diga el número de asistentes que quiera. Las imágenes son claras y no mienten. Decenas de miles salieron en la CDMX más los que se sumen de otros lados. Pero más allá de los números, el arrebato de la calle a los que se sentían dueños de ella es lo fundamental. El haber encontrado una causa común para salir a manifestarse es solamente el anuncio de lo que viene. Y no hay que olvidar la lección: Una vez ganada la calle, no hay que dejarla.

No queda más que felicitar a los miles y miles de asistentes a las marchas por su decisión de darle una respuesta clara y contundente a las agresiones presidenciales. Bien, muy bien. Esto de la oposición pinta bien, mejor de lo que estaba hace una semana.

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