Ya salió el peine en la Corte

En los últimos tiempos se ha hablado mucho acerca de la independencia entre los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Se trata de un tema de especial importancia porque este es uno de los elementos que deben caracterizar a un sistema democrático, a fin de impedir abusos y, más aún, el desarrollo de una dictadura en cualquiera de sus formas. México ya lo vivió en el siglo pasado cuando el presidencialismo sometió y controló a los otros poderes. Y aunque se han registrado avances, el riesgo de la regresión siempre ha estado presente, sobre todo en este sexenio.

El gobierno de Andrés Manuel López Obrador coincidió con la presidencia del ministro Arturo Zaldívar Lelo de la Rea en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La relación entre ambos siempre fue equívoca y mucho se hablaba del sometimiento del segundo a los deseos del primero. Y aunque en algunos casos los criterios de ambos no coincidieron, la tersa relación daba mucho que decir.

Quizá uno de los elementos que más llamó la atención respecto del tipo de relación entre López Obrador y Zaldívar Lelo de la Rea fue el caso de la posible reelección del Ministro a propósito de las reformas judiciales promovidas por éste, ante las críticas del Presidente al Poder Judicial, que parecerían ser un reconocimiento implícito, pues faltó firmeza para oponerse a los juicios de corrupción, deshonestidad, conservadores, etc. Zaldívar dejó correr la idea presidencial de que se reeligiera, en lugar de haber parado de tajo las interpretaciones que, además, se asociaban a la posibilidad de una reelección del Presidente de la República. Esperó al último momento para rechazar esta posibilidad.

Por otra parte, ya no siendo Presidente de la Corte, Zaldívar se alineó en algunos casos de controversia sobre aspectos que afectaban a propuestas presidenciales, con las ministras afines al lopezobradorismo. Hubo momentos en que acciones de inconstitucionalidad pendían de su voto y no faltó quien diera por descontada su alineación. Hay que reconocer que no siempre fue así, de haber votado así en el caso de las leyes aprobadas por el Senado al vapor, la evidencia de su sumisión habría quedado expuesta.

Corren rumores de que de última hora intentó salvar su prestigio y por eso su voto en algunos casos difirió del de las ministras obradoristas. Pero parece que de poco le valió por otras posiciones manifiestas, de tal suerte que ya estaba marcado.

Ahora se sabe, por sus propias palabras, que se identifica con el proyecto de la Cuarta Transformación y buscó apoyarla. Con ello lo que eran sospechas ya no lo son. A confesión de parte, relevo de pruebas. Como se dice vulgarmente, “ya salió el peine”. Adicionalmente, su último paso, renunciar sin causa grave a su cargo, como manda la Constitución, se convierte en una nueva jugada para darle más influencia al Presidente en la Corte, pues al anticipar su vacante, en contra del espíritu de la ley que buscaba impedir la acumulación de nombramientos de ministros por un mandatario, escalonando el proceso de renovación, ahora permite que por cuarta vez le toque a López Obrador proponer una terna, que declaradamente ha proclamado que buscará que le sea favorable, pues con otros dos ministros que promovió, “se equivocó”, pues no le resultaron sumisos.

El ya casi ex Ministro de la Corte -si el Senado le acepta la renuncia-, declaró su parcialidad partidista al anunciar que se iba a trabajar al equipo de Claudia Sheinbaum:  “Voy a sumarme a un proyecto político social en el que creo para consolidar la transformación del país”. Así que no solo es una complicidad con el Presidente, sino un compromiso de trabajar por la prolongación y consolidación de este nefando gobierno que tanto está dañando al país.

Ahora se entiende, también, como llevó a la Corte a convertirse en un elemento de transformación del país, abusando de su capacidad de intérprete de la Constitución para buscar legislar desde la misma, con conclusiones contrarias a la lógica, tratando de someter, por ejemplo, a los poderes legislativos de los estados.

Zaldívar fue un activo promotor de la cultura de la muerte a favor del aborto y, también, de la ideología de género que de manera totalitaria avanza en las esferas del poder público y que se pretende imponer como pensamiento único. Con él se inició el proceso de la cancelación de la objeción de conciencia por parte del personal médico, porque “no le gustaba” la redacción de la legislación que la permitía.

Arturo Zaldívar no solo puso en riesgo su prestigio personal, sino también el de la Suprema Corte. El último golpe que la asesta a ésta, es su renuncia.

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