Soberanía y delincuencia organizada

Aunque el actual sexenio se ha definido como el segundo piso de la Cuarta Transformación, el arranque del mismo ha marcado, al menos en un campo, una clara diferenciación. Se ha dejado de lado la política de “abrazos no balazos” respeto del crimen organizado, la negación de la existencia de laboratorios que procesan fentanilo y otras drogas fuertes.

La llegada de Omar García Harfuch a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno Federal ha significado la persecución a los delincuentes, no siempre con éxito, pero sí el descubrimiento de numerosos narcolaboratorios dispersos en distintas zonas del país, desmintiendo claramente lo reiterado, una y otra vez, por Andrés Manuel López Obrador.

El expresidente López Obrador no podrá evitar pasar a la historia como un mandatario complaciente con el crimen organizado, lo que, a su vez, ha provocado sospechas respecto de su relación con ese sector. Se afirma, incluso, que su llegada al poder no hubiera sido posible sin el financiamiento de la delincuencia organizada, a través de diversos conductos, y los consecuentes compromisos que ello habría significado.

En abono de tal relación se mencionan, por ejemplo, sus varios viajes a Navolato y la construcción de una carretera que permitiera una mejor comunicación de esa zona. También se recuerda insistentemente el saludo a la mamá del Chapo Guzmán en uno de esos recorridos. Y qué decir cuando ordenó la liberación del Chapito cuando ya había sido detenido en Culiacán, en un claro sometimiento ante lo que se manifestó como un despliegue de fuerza de sus partidarios, amenazando a las familias de los militares ahí asentados.

Lo que ahora ocurre se encuentra enmarcado por la política agresiva del Presidente Trump hacia México, particularmente por lo que se refiere a los daños que el tráfico de drogas estaría provocando en su país, particularmente por las numerosas muertes entre quienes consumen fentanilo.

La mayor arma que Trump ha esgrimido hasta el momento ha sido la política arancelaria que pretende implementar, y aunque no solo lo hace respecto de México, la justificación esgrimida en nuestro caso, está claramente coloreada por el tema del tráfico de drogas junto con el de la emigración no solo de mexicanos sino de otros grupos que toman a México como pasillo hacia los Estados Unidos. Conviene no olvidar que también López Obrador fue quien alentó el movimiento de dichos grupos hacia el norte, aunque después fue doblegado por Trump y tuvo que dar marcha atrás y aceptar la generación de lo que se le pidió para contener dicho movimiento.

Otro ejemplo del fracaso de la política de seguridad de López Obrador, es el llamado “huachicol fiscal”, con el tráfico de combustibles de manera escandalosa. El descubrimiento de grandes movimientos de combustibles por mar y tierra, cuando se le llenaba la boca afirmando que había terminado con el huachicol, evidencia la cantidad de mentiras sobre el tema que se manejaron en el sexenio pasado.

En este contexto, Claudia Sheinbaum, quien ha respaldado a Harfuch, ha insistido en que la política de seguridad y las acciones derivadas de ello, como el “envío”, que no extradición de distinguidos delincuentes a los Estados Unidos, son decisiones soberanas, y aunque el Presidente Norteamericano se ha atrevido a decir que tanto México como Canadá hacen lo que él les pide, ella insiste en que son decisiones del Gobierno Mexicano, puesto que no se hace respetar la soberanía del país.

La insistencia en que las acciones que están ocurriendo, como el sobrevuelo de un dron norteamericano sobre México son decisiones propias, “porque el Ejército no tiene uno”, y ocurren a solicitud de nuestro país, porque aquí “manda el pueblo”, siempre dejan la duda en el aire. Hoy, está claro, la política de seguridad pública esta ordenada hacia la satisfacción de las demandas norteamericanas.

Si se trata o no de una cesión de la soberanía nacional, lo cierto es que por un lado ha quedado evidenciado el mal que trajo al país la política de “abrazos y no balazos”, no solo respecto de las exportaciones de drogas hacia los Estados Unidos, sino del empoderamiento de la delincuencia organizada que, también, ha puesto en peligro la soberanía del Estado en su propio territorio, a mano de quienes controlan numerosas zonas de México, donde ni siquiera puede entrar el Ejército. Aún ahora resulta extraño que en la mayoría de los descubrimientos de narcolaboratorios, no se detiene a nadie. Ya se habla, incluso, de filtraciones en la Guardia Nacional.

En fin, “haiga sido como haiga sido”, dijo el otro, finalmente se está combatiendo al crimen organizado, Habrá que esperar hasta dónde llega el Gobierno.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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