La triste historia del ministro Zaldívar

Dicen que en ocasiones la vida se parece a un tobogán, con subidas y bajadas. Uno se lanza y hay una fuerza que empuja, a veces en subida y otras en bajada. Sin embargo, no es una inercia fatal, uno puede ir conduciendo y optar de entre las derivaciones, las que suben y las que bajan.

El ministro Arturo Zaldívar, expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue un abogado que destacó desde sus estudios y luego en el ejercicio profesional donde, tengo entendido, se vinculó a Felipe Calderón, con quien se identificó y lo propuso sin experiencia judicial para ser ministro de la Suprema Corte y lo aprobó el Senado. Previamente, entre los casos que defendió fue el Fobaproa, que tanto ha atacado el presidente López Obrador como uno de los grandes robos contra los mexicanos. Se trataría, entonces, de un neoliberal de los tanto repudia, también, el Primer Mandatario. Su currículo no fue, de origen, afín a la actual Administración Federal.

Cuando llega a la Presidencia de la Suprema Corte y coincide con la corriente transformadora de supuesta izquierda, surge una extraña afinidad entre el ministro Zaldívar y el presidente. Algunos dijeron que su cercanía se debía a que trataba de evitar que López Obrador se lanzara contra la Suprema Corte y, por lo mismo, se anticipó con una propuesta de reformas que fue vista con simpatía por la Cuarta Transformación y fue aprobada en el Congreso. Sin embargo, no pocos señalaban que a cambio Arturo Zaldívar favorecía de algún modo casos en los que estaba involucrado el Gobierno Federal. Pero todo se atribuía a una nueva afinidad.

En la reforma que impulsó Zaldívar y ya aprobada, surgió por parte del Presidente la extraña propuesta de que el Presidente de la Corte, que al poco tiempo terminaría su gestión como tal, se reeligiera para mantenerse en el cargo hasta el fin del sexenio. Esa propuesta contravenía las disposiciones legales al respecto, y aunque López Obrador cree que él está por encima de la Ley, el Ministro en cuestión tenía como encargo, precisamente, asegurar la vigencia de la Ley. Era de esperar, que de inmediato hubiera dado un paso al frente para negar tal posibilidad. Sin embargo, siguiendo aquello de que calladito se veía más bonito, dejó correr la idea y pasar el tiempo, en medio de un escándalo, no solo por la propuesta, sino porque el Ministro no tomaba posición. Las interpretaciones del porqué se buscó la reelección hicieron alusión a un sondeo de la opinión pública para conocer su reacción y otear la posibilidad de la reelección del presidente. Finalmente tuvo que definirse Zaldívar, pero en el camino el tobogán empezó a deslizarlo hacia abajo.

Luego vinieron votaciones en donde la inclinación lopezobradorista del Ministro se hicieron evidentes, aunque con alguna trató de recuperar su manchado prestigio. Y, de pronto, Zaldívar presentó su renuncia anticipada al cargo que ejercía, con lo que dejó libre una silla en la Corte para que la ocupara un nuevo ministro que, aprovechando la mayoría morenista en el Senado y el tipo de propuestas presidenciales, permitió la llegada de alguien totalmente afín y disciplinado con el Presidente y confrontado, a la postre, con la mayoría del resto de los ministros. Se evidenciaba, así, el intento de someterá a la Corte en perjuicio de la separación de poderes. Fue una jugada maquiavélica que inclinó más el tobogán, manchando más al Ministro.

Pero cuando el tobogán se inclinó, casi en vertical, hacia el suelo, fue cuando Arturo Zaldívar se descaró como morenista y se incorporó a la campaña política de la candidata presidencial de Morena, de la cual hace apología continua y según él ha diseñado parte de su propuesta jurídica. Eso explicaría, se supone, el porqué su comportamiento en la Corte fue favorable a las propuestas presidenciales.

Y si bien cada quien es libre de elegir por afinidades en principios, hay cargo en los cuales se exige neutralidad para no favorecer a una de las partes. Este es el caso típico de un juez y con mayor razón de un Ministro de la Suprema Corte. Pero, bueno, resulta difícil no dejarse arrastrar por la propia forma de pensar y más cuando con ello se obtiene poder.

Pero ahora hay una nueva nota en este extraño tobogán, la Corte ha iniciado una investigación respecto de actos de corrupción de él y algunos de su equipo. Y eso ya rompió los límites del escándalo, y aunque él ha negado los motivos por los que se le investiga, originalmente por una denuncia anónima a la que se han sumado otras no anónimas.

Todos somos inocentes mientras no se pruebe lo contrario y no se puede prejuzgar. Ya serán las autoridades correspondientes quienes definan el caso y, de acuerdo con la solución, las responsabilidades y los responsables. Pero, en mientras tanto, la duda queda. ¡Lástima!

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