La realidad del crimen organizado

Es sabido que la política de “abrazos y no balazos” implementada por Andrés Manuel López Obrador fue un fracaso total que derivó en la superación de los muertos y desaparecidos del pasado que tanto criticaba. Dijo atacar las causas y no hay evidencia de cómo lo hizo y sus resultados. Lo cierto es que conforme pasa el tiempo, el mismo “segundo piso” de la Transformación, revela la realidad.

El Secretario de Seguridad Pública, Omar García Harfuch, demuestra día a día la realidad del crimen organizado, al menos en materia de producción y tráfico de drogas. Las noticias cotidianas dan cuenta de la intercepción de distintas drogas, ya sea por traficantes en tierra o las capturas en mar que realiza la Secretaría de Marina. Del mismo modo de pronto proliferaron como hongos los laboratorios de producción de fentanilo, que el presidente negó reiteradamente que existieran.

Al mismo tiempo, se da cuenta de la captura de líderes de los grupos delincuenciales y enfrentamientos en los que hay muertos por los dos bandos. El armamento con que cuentan los sicarios en ocasiones parece ser superior al que tienen las fuerzas armadas y la Guardia Nacional. Y no solo se trata de enfrentamientos directos, ya se utilizan drones y minas terrestres que causan muertes de militares frente a un enemigo invisible. Y todo, ¿gracias a qué? A la inacción que ordenó el Presidente de la República, como cabeza de las fuerzas armadas y que los militares acataron, supongo que con pesar.

Cuando se informa la cantidad de droga decomisada –aunque no se suele informar de la captura de quienes la producen- y el valor de la misma, y a cuántos se deja de envenenar con dichos productos, uno se pregunta sobre el número de personas que fueron intoxicadas y que murieron durante seis años por las cantidades de drogas que se producían y se enviaban a Estados Unidos o se consumían en México. La omisión solo se puede entender como complicidad.

Fue todo un sexenio de gracia que se otorgó al crimen organizado para fortalecerse, multiplicar sus fuerzas y capacitar, incluso por la fuerza, a los sicarios a quienes envenenan la mente y el cuerpo para convertirlos en asesinos despiadados que no se rebelan porque en ello se juegan la vida. Este escenario explica la fuerte reacción del Presidente Trump que ha puesto contra la pared a nuestro país, exigiendo acción en contra de quienes envenenan a sus paisanos.

Lo que antes se quiso callar, ahora se publicita en los medios audiovisuales con imágenes de una conductora creada con Inteligencia Artificial, que en espacios pagados difunde los logros alcanzados cotidianamente en la lucha contra el narcotráfico. Con ello se busca atender la exigencia del mandatario norteamericano para evitar las sanciones que está imponiendo como sanción por el daño causado a su país, al grado de calificar como terroristas a las bandas delincuenciales.

También se publicita que el número de muertos violentamente va decreciendo respecto del pasado reciente, aunque las cifras siguen siendo muy elevadas. Resulta extraño que en las entidades donde la violencia cobra más víctimas, como en Guanajuato, los triunfos de la lucha contra el crimen son escasos. Al mismo tiempo, entidades que anteriormente parecían pacíficas, como Tabasco, de pronto registran un incremento acelerado de la violencia.

Sin embargo, los conocedores de la materia explican que mientras las muertes reconocidas bajan, el número de los desaparecidos, muchos de los cuales finalmente aparecen ejecutados, aumenta.

También se habla de cierta migración de los grupos delincuenciales a otras actividades muy rentables, como el tráfico de personas, el cobro de piso y la apropiación por la fuerza de bienes ajenos.

Los campos sobre los que se han extendido las redes del crimen organizado ya se extienden por todo el país. Como muchas de esas acciones no son violentas, sino cuando no se cumple con sus exigencias, pareciera que es un escenario que no existe, porque no se visibiliza. Pero de que es una realidad, lo es.

La producción de drogas y su tráfico hace mucho que existe, pero nunca llegó a los niveles que ahora vemos y cuyo consumo no solo se da en el extranjero, sino que también se incrementa en nuestro país. Es necesaria una política integral de combate al crimen organizado, no sólo a la violencia visible y sus efectos. Las capturas de capos que se dice son cabezas en distintas plazas, no parece afectar a los delincuentes y, en ocasiones, lejos de frenar sus acciones, las incrementan y el Estado parece impotente frente a ellas. Tampoco sabe mucho respecto de las acciones contra el blanqueo de recursos, de sus fuentes financieras y la congelación de cuentas.

Esta es la triste realidad que ha llevado a que ahora todos los periódicos y los noticieros difundan más noticias sobre crímenes, enfrentamientos, decomisos de drogas, que sobre los asuntos de mayor importancia para el país.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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