Los fenómenos políticos han pasado por diversas formas a través de la historia y han buscado ser calificados de diversos modos. Ya los antiguos filósofos como Platón y Aristóteles recurrieron al análisis de diversos modelos, otro tanto hizo Montesquieu y la tendencia sigue con los diversos estudiosos de la Ciencia Política. Las definiciones se multiplican según los autores.
La misma Academia de la Lengua Española establece algunas definiciones que podrían causar confusión, pues tras definir un concepto, agrega una serie de fenómenos que lejos de arrojar diferencias perecerían igualar lo que abarcan. Para efecto de este artículo, pongo las definiciones que me interesan y que luego comentaré:
Dictadura: f. Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales. Sinónimos: tiranía, despotismo, autocracia, absolutismo, cesarismo, totalitarismo, fascismo.
Autoritarismo: Régimen o sistema político caracterizado por el exceso o abuso de autoridad. Sin.: despotismo, cesarismo, tiranía, absolutismo, totalitarismo, fascismo.
Totalitarismo: m. Doctrina y regímenes políticos, desarrollados durante el siglo XX, en los que el Estado concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial. Sinónimos: absolutismo, dictadura, autocracia, tiranía.
En México, por ejemplo, existió durante el Siglo XX lo que Mario Vargas Llosa calificó, con acierto, como una “dictadura perfecta”, iniciada por con el triunfo de la Revolución Mexicana, particularmente basada en la Constitución de 1917 y los poderes “meta constitucionales” del presidente, en expresión de Jorge Carpizo. Otros la calificaron de “dictablanda”, pues, aunque tuvo sus expresiones represivas, buscó equilibrios para simular que había democracia. Sustituyó a la dictadura de Porfirio Díaz, pero perpetuó durante el Siglo XX a un mismo grupo en el poder. Pero, como quiera que sea, hubo cierta pluralidad social en tanto no se le disputara el ejercicio del poder.
En cierta forma, tanto Porfirio Díaz como el PNR, el PRM y el PRI actuaron de manera autoritaria, puesto que no aceptaban rivalidad alguna en el ejercicio del poder. Fue gracias a la transición democrática, que desgraciadamente quedó inconclusa, que fue posible una alternancia en el poder que, a la postre, ha manifestado una regresión, cancelando muchos de los avances democráticos que se habían logrado con la alternancia.
Todo parecería indicar, a primera vista, que el actual régimen, con su proceso regresivo de cancelación de lo democrático que habíamos alcanzado, buscaría retornar a las formas del viejo PRI, pero no parece ser así. Ciertamente que con el “grito de Guadalajara” y con la persecución religiosa Plutarco Elías Calles pretendía imitar el totalitarismo del fascismo que inspiró su obra, pero que fue resistido por la sociedad, quedando solo el fenómeno dictatorial ya descrito.
La Cuarta Transformación, que podemos calificar como primera regresión, aspira, con las reformas legales que están en curso y gracias a la nueva tecnología, superar al PRI, cancelando la libertad de expresión y estableciendo un sistema de espionaje al estilo del Big Brother, cuya finalidad es controlar la totalidad de la vida de las personas, no solo para impedirles que sean oposición o rebeldes, sino para someterlos a una sola línea de pensamiento, como es el propósito del totalitarismo que considera que todo debe estar dentro de los propósitos y pensamientos del Estado y nada fuera del Estado, como proclamara Mussolini.
Por lo pronto, Claudia Sheinbaum, molesta porque cinco de los Consejeros Electorales votaron en contra de la legitimación del proceso electoral del Poder Judicial de la Federación, ya anunció una nueva reforma electoral que esta vez parece dirigida a lograr lo que no pudo hacer López Obrador, aunque logró avanzar en el propósito, acabar con la autonomía del INE.
Avanzamos hacia el totalitarismo.
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