Con cada insulto, se devalúa más

López Obrador es incapaz de argumentar a su favor, se dedica al insulto, y entre más insulta, más rebaja su persona y al cargo que ocupa.



Quisiera ya no hablar del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien al parecer lo que quiere es estar en boca de todos, cueste lo que cueste. Sin embargo, por encima de su incapacidad de gobernante, ahora ha incrementado su nivel de agresión a cuantos encuentra enfrente y no se inclinan para reverenciarlo.

Dos incidentes revelan una actitud que, sin duda, reflejan desequilibrio e inseguridad en quien ocupa el más alto cargo en el país, es decir la máxima responsabilidad en el servicio a todos los mexicanos, y de quien, cuando menos, se espera que respete a sus compatriotas.

Ya sabemos el menosprecio y agresiones que de manera sistemática Andrés Manuel López Obrador dirige a sus antecesores, particularmente a Felipe Calderón, quien le ganó la presidencia cuando creía ya tenerla en el bolsillo y que le llevó a realizar un sainete dizque tomando Reforma (en realidad las grandes carpas que le puso el Gobierno del DF en aquel momento estaban vacías la mayor parte del tiempo, excepto cuando se repartían las comidas del día). Luego con sus seguidores en el Congreso quiso impedir la toma de posesión, cosa que no logró. Eso es algo que no olvida y no perdona.

Lo mismo ha ocurrido con el INE, heredero del IFE, que procesó aquella elección, a pesar de que en 2018 clara e imparcialmente reconoció su triunfo. Pero no fue suficiente, lo importante es aniquilar moralmente e institucionalmente, si se puede, el organismo independiente que organiza las elecciones en el país, a fin de hacerse del proceso para asegurar la continuidad de la primera regresión democrática.

Los ataques continúan día a día. Ahora la tomó contra la Iglesia Católica, cuya jerarquía se ha sumado al clamor nacional que pide un cambio a la dizque “política pública” de seguridad en el país. El actual gobierno, con todo y la Guardia Nacional, el Ejército y la Marina en las calles (dijo que los volvería a los cuarteles y hoy los encontramos hasta en la sopa), no ha podido disminuir la violencia que azota al país, echándole la culpa al pasado y conmovido dando abrazos al crimen organizado, en algo que hace a sospechar a todo mundo que hay complicidad con quienes poco a poco avanzan en el control de amplias zonas en el país.

Dice que la Iglesia guardó silencio en el pasado acerca del tema de la violencia. En ello demuestra un asunto más de su ignorancia. Ya en marzo del año 2000, el Episcopado Mexicano presentó una pastoral titulada “Del Encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos”, donde hizo un análisis de la situación del país en aquellos momentos, que sería bueno leyera López Obrador para ilustrarse un poco sobre numerosos temas que requiere conocer un presidente.

Pues bien, dedica varios números al análisis de la pobreza y la violencia en el país. Ahí dicen en el No. 60: “También han surgido nuevas formas de violencia y criminalidad: en algunas zonas indígenas y campesinas existe creciente inseguridad y diversas actividades deshonestas acompañadas de enriquecimiento ilícito, por ejemplo, cuando se vinculan con las redes de narcotráfico. Incluso se han hecho visibles movimientos armados, que pensábamos superados en muestras tierras, y a los que no se debe restar importancia debido a que con facilidad se introducen en la espiral de la violencia, que siempre resulta difícil detener.”

EN 2010, los obispos publicaron la exhortación “Que en Cristo Nuestra Paz México tenga Vida Digna”, en la cual señalan desde el inicio: “Con esta Exhortación Pastoral queremos compartir nuestro discernimiento sobre la misión de la Iglesia en la realidad de inseguridad y violencia que se vive en nuestro país y alentar la esperanza de quienes por esta razón viven con miedo, con dolor e incertidumbre.” Y se trata de un documento de gran profundidad en el análisis del problema y la propuesta de soluciones. Por tanto, en contra de lo que con insultos señaló López Obrador, la Iglesia ni ha sido omisa, ni guardado silencio. Ha hablado y actuado desde su misión, a diferencia de las graves omisiones que observamos desde la Presidencia. Son solo unas pequeñas muestras, aunque habría más que el espacio no nos permite reproducir.

Finalmente, también ha sido vergonzosa –algunos dirían que da pena ajena- la forma como López Obrador calificó a Carlos Alazraki, comparándolo con Hitler, Mussolini o Franco. Él ha salido a defenderse y a perdonar la ofensa, pero queda claro el bajo nivel de las expresiones presidenciales, quien incapaz de argumentar a su favor, se dedica al insulto, y entre más insulta, más rebaja su persona y al cargo que ocupa.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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