Con todas sus ventajas, la democracia también tiene sus limitaciones y efectos negativos cuando se la pretende a usar a como dé lugar para imponer algo. Entre las perspectivas que se han hecho sobre la misma, los teóricos de la antigüedad advirtieron que los sistemas políticos: monarquía, aristocracia y democracia, tenían derivaciones negativas: tiranía, oligarquía y oclocracia o demagogia. En la actualidad estas formas de gobierno también pueden quedar cubiertas por un manto común, el populismo.
Esto viene a cuento porque el actual gobierno, que hace eco a su antecesor, nos ha querido ver la cara de idiotas desde el inicio del proceso de destrucción del Poder Judicial para instaurar una caricatura del mismo a modo para poder gobernar a capricho, con disfraz de licitud cuando todo ello carece de legitimidad.
Rápidamente recordemos que la reforma constitucional que permitió el reciente sainete y caricatura de proceso electoral, se alcanzó gracias a la compra, cooptación o traición de algunos legisladores un ministro de la Suprema Corte. Luego vino el tema de la definición del proceso de selección de los candidatos a jueces, magistrados y ministros que careció de solidez y rigor, al grado de recurrir a una tómbola y sustituir la planilla de la Suprema Corte de manera ilegal por parte el Senado. Y qué decir de una campaña electoral donde lo que prevaleció fue el anonimato de los candidatos y una cortina de humo incluso con currículums falsos o alterados.
La forma como se llevó adelante la votación, por más que el Instituto Nacional Electoral, con tiempo y presupuesto limitado para organizarla, no permitió que la sociedad en general se adentrara de lo que se le pedía, además de la dificultad de comprensión de las competencias necesarias para ejercer la función judicial no solo en las tres instancias más conocidas, sino en otras opciones especializadas. Así ¿quién de manera responsable iba a ir a votar o hacerlo responsablemente informado?
La cifra de quienes emitieron un voto para la elección de la Corte, apenas representa un 12.6 por ciento del padrón general. Se constituye en la elección con más baja concurrencia a las urnas de la historia moderna. Las ilegalidades cometidas en el proceso por parte de Morena, han sido reconocidas por voceros del propio partido, al tiempo de criticar a la oposición por no haber hecho lo mismo para incidir en la elección con sus candidatos. Y aunque para la elección de otros cargos la votación llegó hasta los 13 millones, resulta que el porcentaje de votos anulados por diversas causas es de un 10.8 por ciento, lo cual también es un récord negativo y reduce el número de votos cálidos para supuestamente legitimar a los triunfadores.
Ésta transformación (destrucción) del Poder Judicial, que según López Obrador era demandada por el pueblo, y el eco en vos de Claudia Sheinbaum decía lo mismo, al grado de convertirse en un ejemplo mundial, es una muestra clara de la manipulación y la falta de seriedad en este proceso del que el pueblo estuvo ausente. La renuencia a votar no solo estuvo en quienes no acudieron a las urnas, hubo 26 casillas con un solo votante, lo cual significa que ni las autoridades de las mismas votaron, pues a pesar de haber asumido una responsabilidad cívica de integrar la casilla, no convalidaron un proceso del que se infiere no estuvieron de acuerdo.
Resulta difícil y prolongado detenerse a contar cada uno de los procesos y el apoyo “popular” que consiguieron los triunfadores. Sin embargo, vale la pena contrastar el comportamiento de muchas casillas con una de las cuales incidió en asegurar el triunfo de Hugo Aguilar Ortiz, un impresentable futuro presidente de la Suprema Corte. En 203 casillas se recibieron 10 votos; en 683, entre 11 y 20 votos, y en 1492 votaron entre 21 y 30 personas. En cambio, en la casilla ubicada en Tlacolula de Matamoros, Oaxaca, emitió su sufragio el 98.3 por ciento de los ciudadanos con derecho a elegir, y de los 1466 posibles que lo hicieron, 1186 l se pronunciaron a favor de Hugo Aguilar Ortiz. ¿Hubo acarreo, compra de votos o amenazas? ¿Es tan grande su popularidad? Se registró un fenómeno parecido a los del viejo PRI o al de los países totalitarios que simulan ser democráticos.
Lo ocurrido da pena ajena. ¿Cómo es posible que las autoridades consideren esta elección como algo ejemplar? Si es un triunfo para ellos, pues simulando legalidad y dizque tomando en cuenta al pueblo, quien más votos tuvo para presidir la Corte alcanzó, con todo y los famosos acordeones, 6.1 millones. Es decir, el apoyo del 6.1 por ciento de los ciudadanos y de ahí hacia abajo. Pero el objetivo era que la Cuarta Transformación se apoderara de la Corte –todos los triunfadores fueron propuestos por el Poder Ejecutivo- y plantear un futuro escenario de separación de los poderes del Estado Mexicano y la instauración de un futuro autoritarismo.
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