¿De quién es la calle?

La Generación Z, integrada principalmente por jovencitos, se ha pronunciado públicamente frente al escenario que ve hacia su futuro de acuerdo con las condiciones que ha gestado la Cuarta Transformación. Hay que reconocer que en el pasado las cosas no eran fáciles, sino que, con las nuevas políticas populistas, que consideran que dando dinero se resuelven los problemas sociales, la problemática se profundiza pues se ejerce una falsa concepción de la solidaridad, al generar dependencia, y se olvida la subsidiariedad que busca la promoción de las personas para que sean sujetos de su propio desarrollo.

Resulta extraño que desde la tribuna de Palacio Nacional, durante sus mañaneras, Claudia Sheinbaum ataque a los jóvenes y su propósito de manifestarse, acusando de sospechosos patrocinios, no solo nacionales sino del extranjero, acusando que se trata de una maniobra de la derecha contra su gobierno e, incluso, endosando la manifestación de la CNTE que pide cambios a la Ley del ISSSTE como parte de la misma maniobra.

En el pasado, cuando la izquierda era oposición y carecía de fuerza electoral, su especialidad consistía en tomar las calles, realizar manifestaciones violentas y atacar al sistema, no solo a las autoridades en turno. Ella misma formó parte de los movimientos universitarios que desestabilizaban la vida de la UNAM. Es célebre aquel paro que mantuvo inactiva a la Universidad durante un año, en perjuicio de quienes no podían acudir a las clases y si lo intentaban eran hostigados.

Los manifestantes de entonces, como ocurre ahora que la izquierda, con Morena, está en el poder, eran reprimidos por las autoridades. Entonces y actualmente, las autoridades han alegado que no reprimen, sino que solo vigilan el orden. En el pasado, se recuerdan como paradigmáticas de represión estudiantil, los hechos del 68 en Tlatelolco, y del 71 contra los politécnicos por parte de Los Halcones. Siempre se ha afirmado que tras de ambas represiones se encontraba Luis Echeverría, aunque la segunda le costó la Regencia del DF a Alfonso Martínez Domínguez.

Ciertamente que en el pasado no solo se reprimió a los jóvenes, lo mismo ocurrió con sindicatos, agrupaciones sociales, movimientos gremiales defendiendo sus derechos y partidos políticos. Pero ahora no solo se agrede a los jóvenes verbalmente o a las manifestaciones feministas –donde algunas de ellas realizan verdaderos actos vandálicos y pagan todas por igual, sino también a los trabajadores del poder judicial que reclaman su indemnización después de haber sido separados de sus cargos para que exista una “nueva justicia” a cargo de los jueces, magistrados y ministros elegidos (¿?) por el pueblo.

Tal parece que antes, durante la dictadura perfecta del PRI, existía el pleno derecho de la izquierda a tomar las calles, con represión o sin ella. Y no cabe duda de que se sentían orgullosos de ello.

Contrasta, en cambio, el comportamiento de los Gobiernos de FOX y Calderón, a quien tanto ataca Morena a ejemplo de su líder López Obrador y su heredera Sheinbaum. Al inicio de la alternancia, las movilizaciones campesinas al grito de “el campo no aguanta más”. Nunca fueron reprimidas, a pesar de que eran actividades armadas con machetes, algo prohibido por la ley. Incluso, al sexenio de Fox, se produjo la toma de las calles por pequeños grupos del PRD, convocados por el candidato frustrado de entonces, quien incluso después de la toma de posesión del nuevo Presidente, siguió con sus movimientos, tomando el Zócalo, declarándose presidente legítimo y realizando actos de simulación gubernativa con una falsa banda presidencial. ¿Acaso fue reprimido?

La calle es de todos con una condición: que las expresiones de quienes salen a la calle sean pacíficas. Así lo fueron, por ejemplo, las movilizaciones en defensa del INE cuando López Obrador amenazaba con su desaparición. Movilización pacífica y ejemplar que por el momento impidió al Presidente acabar con el instrumento que vino a garantizar elecciones libres y contra el cual guardaba rencor por las elecciones del 2006, calificadas entonces por el IFE. Tradicionales y pacíficas son, también, las de los grupos a favor de la vida que se oponen reiteradamente en contra del aborto asesino.

La calle se ha convertido en el último recurso de expresión de la sociedad y los grupos políticos cuando las autoridades son sordas a las demandas que hacen o las acciones gubernamentales los afectan a ellos o a sus derechos. Y no es legítimo ni correcto, que la autoridad ponga bajo sospecha y agreda, aunque sea verbalmente, a quienes hacen uso de su derecho. Insisto, la calle es de todos y un ámbito propicio para que la sociedad se manifieste pacíficamente. Esto es democrático, no solo las elecciones.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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