El lenguaje revela a las personas. La Biblia enseña que, de la abundancia del corazón, habla la boca. Ciertamente se puede disimular, fingir y mentir, pero tarde o temprano, los decires y la forma de expresarse y lo que se dice, muestra a la persona en su realidad.
El lenguaje de la Cuarta Transformación, en la boca de su líder, ha sido la mentira, la agresión y los insultos. La mañanera reveló con claridad que más allá de la demagogia, la comunicación en el pasado sexenio se fincó en la negación de los hechos, aunque fueran evidenciados; la negación de lo afirmado o prometido en el pasado; los “otros datos”, nunca revelados, para dizque desmentir las mismas cifras oficiales que no le convenían y, sobre todo, el insulto, la agresión, la difamación ante aquellos que eran disidentes de la “verdad” oficial.
Sin querer queriendo, como decía el Chapulín Colorado, en el actual sexenio –aunque la Presidente salga en defensa de su antecesor- los hechos están evidenciando la mentira sistemática en que se fincó la política de la Cuarta Transformación. Que aquí no se producía fentanilo se dijo, y día con día se descubren narco laboratorios especializados en esa droga; la continua detención de grupos criminales que fueron cobijados bajo la política de abrazos y no balazos, así como el cúmulo de muertos y desaparecidos, revelan que el paraíso ficticio que pintaba López Obrador fue una farsa.
Otro tanto se refiere al sistema de salud, del que dizque teníamos el mejor sistema de salud del mundo, con la mejor mega farmacia, y aparecen hospitales inservibles, amén de la carencia de medicinas y el mega fraude en la compra de las mismas. El retorno de enfermedades que ya estaban controladas por falta de vacunas empieza a convertirse en alarmante, y así, por el estilo en muchos temas.
Cuando la cosa resultaba ya incontrolable en la transición de los sexenios, se recurrió a la presión a los medios de comunicación para que se corriera a los periodistas del “círculo rojo”, incómodos para el gobierno, porque le decían sus verdades. Igual que como ocurrió en los peores tiempos del PRI y que tuvieron en Luis Echeverría su máxima expresión.
Pero las verdades siguen surgiendo y, desde luego, no solo lastiman el pasado, sino al segundo piso de la Cuarta Transformación que percibe que, si el primero se derrumba, también ocurrirá con el heredero. Por eso, la Presidente ha clamado, no se si en súplica o exigencia, que ya se deje en paz a López Obrador, pretendiendo, inútilmente, proteger a su antecesor. Por ello el lenguaje actual, que ha procurado ser moderado, empieza a subir de tono, retomando los ataques al pasado –esta vez contra Ernesto Zedillo, que ha roto el silencio y empieza a decir verdades sobre la actual administración-.
Por ello, ante lo que se ve venir, y con el pretexto de una publicidad del Gobierno de Estados Unidos en medios nacionales, se hizo público un proyecto de modificación a la legislación de radio y televisión que no pudo redactarse con tanta celeridad, sino que se encontraba ya preparado para lanzarlo en el momento oportuno. Una vez más, la Presidente se envolvió en la bandera nacional y dizque en defensa de la soberanía nacional, propuso una legislación que viola la Constitución y pretende anular el derecho a la información de los mexicanos.
Fue tan evidente la maniobra, parecida a un sabadazo, que, aunque se aprobó en comisiones en el Senado de la República con la mayoría morenista, sin modificar una sola coma al proyecto, y tan rápida la reacción de la oposición y de los medios, que, que Claudia Sheinbaum tuvo que ordenar a los senadores de su partido (aunque ella dice que tiene licencia) que detuvieran la aprobación del proyecto para que la sociedad opine. Desde luego que los senadores obedecen a la voz del amo, porque no hay separación de poderes, y dicen que van a realizar una consulta. Como en el pasado reciente, seguramente será una simulación donde unos hablan y otros no oyen.
Podría pensarse que lo propuesto solo afecta a los medios de comunicación, pero no es así. Si en el pasado era difícil la realización universal del derecho a difundir hechos, ideas y juicios, porque en cierto modo era un privilegio de los profesionales de la información, con la aparición de internet y las redes sociales, ahora prácticamente cualquiera puede ejercer su derecho a la información.
Con mayor o menor éxito, con capacidades intelectuales o humoristas, pero incluso con torpeza y fake news, hoy las redes sociales son un foro constante de crítica y aplauso a los gobernantes, pero como quiera que sea, ahí aparecen verdades y dichos que ya no solo son del círculo rojo, sino del pueblo, que también sabe ser crítico.
Por ello la pretendida reforma a la legislación se convertiría en una espada de Damocles para los medios que tienen concesiones, pues la autoridad podría “rescatarlos”, es decir, cancelarles la concesión, si no se someten a sus dictados o se vuelven incómodos. Pero no solo se trata de callar a los medios y a los profesionales que trabajan en ellos. Ahora, como ocurre en los países totalitarios, la pretensión es controlar internet, a las plataformas, a las redes o a quienes en ellos sean críticos. Y eso afecta a todos los ciudadanos.
Más que una censura –porque técnicamente esta se realiza antes de que se difunda un mensaje- se trata de ejercer un control total ahí donde se percibe una crítica. Es la ley mordaza del silencio total. Ya no habría derecho a investigar, recibir y difundir, hechos, ideas y juicios, derecho humano universal, consagrado en el Artículo 19 de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Ni más, ni menos.
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