La palabra es una herramienta que todos utilizamos todos los días, es la forma con la que nos comunicamos con los demás y expresamos nuestras ideas, necesidades, deseos, sentimientos, órdenes, acuerdos, complacencias, apoyos, y también aspectos negativos como desprecio, insultos, engaños etc.
Pero el uso de la palabra en un sentido más profundo se utiliza para expresar ideas que para ser plenas se deben convertir en hechos y acciones, o nos deben conducir a llegar a conclusiones sobre los más diversos temas.
Pero también la palabra va moldeando el pensamiento de las diferentes épocas según sea su uso y su repetición, y hoy en día por ejemplo continuamente estamos siendo bombardeados por todos los medios de comunicación con palabras como inclusión, diversidad, equidad, sustentabilidad, casi todas manejadas dentro de un proceso ideológico que tiende a cambiar muchas de las bases éticas, culturales y religiosas que han regido a la sociedad por varios siglos, y a quien se opone a ellas se le acusa de fomentar discursos de odio, o de ser un medievalista, o un retrógrado, o un conservador o un militante de la extrema derecha.
Pero hay una palabra que muy pocas veces, o casi nunca mencionada en los medios que es la palabra “caridad”, que podemos asemejar a compasión, misericordia, beneficencia, piedad, humanidad, altruismo y generosidad, y en el aspecto religiosos a amor de Dios y del prójimo.
Ciertamente si dentro de nuestro contexto del diario actuar tuviéramos presente la palabra caridad nuestro comportamiento diario con nuestros semejantes, empezando por la familia, por los compañeros de trabajo y todas las personas con quienes tratamos sería de sumo respeto, de orden, de transparencia, de cordialidad y esto reflejado a nivel social nos llevaría a una mejora indiscutible.
Anacleto González Flores en un escrito llamado “Con las alforjas vacías”, escrito en marzo de 1926, decía entre otras cosas sobre la caridad: “Es preciso poner el alma de rodillas hasta para escribir la palabra caridad. Porque se trata de un vocablo que por antecedentes históricos, que por su significado y contenido nada tiene de humano.
Si las estrellas son la señal inequívoca de que Dios ha pasado por encima del caos para encender con su dedo luminoso los ojos serenos y transparentes de la noche, la caridad es una huella de lumbre que ha eclipsado todas las rutas de la historia y que jamás podrá ser borrada por nada ni por nadie.
Pascal con sus largas y penetrantes miradas de solitario asomado a las honduras y repliegues del cristianismo y del corazón humano, al encontrarse delante de la caridad con la intuición misma con la que descifraba los problemas de la física y de matemáticas. Comprendió que la caridad no es, no puede ser, mas que de origen directamente divino”.
Dentro de este vendaval de palabras con que nos invaden las nuevas ideologías sería como una bocanada de viento fresco recobrar la palabra caridad, aplicarla en nuestra vida y compartirla con todos los que podamos, así estaríamos contribuyendo a sanar esta sociedad en la que nos ha tocado vivir.
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