¿Orar por los malos gobernantes?

Es sumamente probable que muchísimos mexicanos, en cuanto se publicó la reciente noticia de que el Presidente de la República había sufrido un colapso durante una gira de trabajo, hayan pensado o dicho: “¡Qué bueno, ojalá ya se muriera!”. Muchos de esos mexicanos, claro, especialmente los cristianos, en cuanto su conciencia entró en acción, seguramente habrán rectificado y elevado una oración por la salud del mandatario. A final de cuentas, ¿la muerte del gobernante injusto, tiránico, irresponsable, errático, causante del empobrecimiento de muchos ciudadanos, e incluso de la muerte de muchos otros, devolvería a la nación la paz y la esperanza, y la colocaría en el camino de su reconstrucción? ¿No tomarían el lugar del gobernante muerto aquellos malos ciudadanos que siempre secundaron con sus argucias y trampas, con su servil obediencia, la destrucción de cualquier semblanza de democracia?

Puede argumentarse, claro, que la oración por la salud del dictador tampoco parece ser una solución inteligente. De escuchar Dios esa oración, se alega, lo único que se lograría sería prolongar el sufrimiento del pueblo, ¿o no? Más tiempo de vida del tirano significa prolongar sus crímenes: más pobreza, más muertes, etcétera. Además, ¿por qué orar por una persona que ha causado tanto sufrimiento a los ciudadanos? ¿No podríamos pedir a Dios que termine la vida del tirano? ¿Hasta cuándo debe soportar el ciudadano la violación de sus derechos? Es cierto, las situaciones como las actuales de nuestro país podrían verse como imposibles de solución mientras viva el dictador. Pero hay algo que estamos pasando por alto: la oración por la salud del mal gobernante es simplemente eso: una oración por su salud. Se pide a Dios que preserve la salud de un enfermo; no se le pide que termine con la tiranía. La respuesta de Dios a una oración que pretenda hacerlo responsable a Él de la existencia de una dictadura seguramente desencantará a quienes la hayan hecho. Porque no es una tarea propia de Dios derrocar tiranos. Esto es una tarea propia de los ciudadanos. El papel de Dios en la lucha contra los malos gobiernos consiste en inspirar los mejores métodos de lucha, en proveer a los luchadores con la fortaleza necesaria para sobreponerse a las adversidades que acompañarán tales luchas. Pero la lucha pertenece a los ciudadanos. Por eso es que es tan importante la oración cuando se trata de terminar con una tiranía.

Es importante, entonces, no perder de vista el papel y el alcance de la oración en la vida cristiana, incluida, obviamente, la parte de la vida cristiana que toca a las obligaciones políticas. No se nos debe olvidar que las relaciones con la sociedad en que vivimos, en todos los sectores que la conforman: económico, cultural, político, etcétera, inciden cada uno de un modo distinto, en la forma como nuestra vida cristiana se desenvuelve. Y aquí podríamos hacer un examen profundo de conciencia y ver, en forma realista y concreta, qué tan cristianamente nos desempeñamos en cada de los aspectos sociales que nos toca vivir. Y en este sentido, una de las cosas que valdría la pena reflexionar es cuánta y cuál oración hacemos para que el mundo financiero en que nos movemos se vea guiado por criterios cristianos, morales, que repercutan en una mejor calidad de vida para todos; cuánta y cual oración hacemos en favor de la educación en el país; cuanta y cuál oración hacemos respecto a la salud pública. Y lo mismo nos deberíamos preguntar sobre nuestra oración por la familia. No debe bastarnos a los cristianos con escuchar todos los noticieros para enterarnos de lo que pasa en cada uno de esos sectores de la vida humana. La oración cristiana debería acompañar cada noticia que escuchamos. ¿De qué nos sirve a los cristianos enterarnos del número de víctimas mortales en la guerra en Ucrania, o del número de sacerdotes arrestados en Nicaragua, o del número de cristianos muertos o encarcelados en Nigeria, o de las últimas burradas que ha hecho el dictador mexicano, etc., si ese conocimiento no nos mueve a la oración para que la humanidad -o sea, nosotros- busque revertir tales condiciones? La oración no es un objeto de lujo para el cristiano. Su presencia en cada momento de la vida es indispensable, sobre todo, en casos aparentemente desesperados, como es el caso de México, en donde las condiciones políticas amenazan llevarnos a una situación de degradación sin precedentes de la vida en general. La oración, sin embargo, no es una forma alterna de participación política, que puede liberar al cristiano de sus obligaciones ciudadanas.

Existe la obligación moral de participar en marchas, plantones, recolección de firmas y todo tipo de actividades conducentes a la solución de circunstancias políticas indeseables. Pero nunca será auténticamente cristiana esa participación activa si no va precedida y acompañada por la oración. Nunca será más necesaria la presencia de los católicos frente al Santísimo Sacramento, o con el rosario en la mano, que cuando los tiranos parecen tener control del poder político. Y los acontecimientos recientes en ambas cámaras del Congreso de la Unión han dejado bien claro que esto último es lo que están sucediendo en México.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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