Desde hace unos meses comentábamos que el caso de Veracruz es una bomba de tiempo esperando estallar, y un ejemplo de la corrupción sistemática llevada hasta el extremo de lo grotesco; y cada vez está peor.
Esta semana el gobernador Yunes presentó públicamente una bodega en la que su antecesor, Javier Duarte, acumulaba sus expolios, los cuales incluyen desde despensas y sillas de ruedas hasta balones mundialistas, cuadros de sí mismo e incluso la vajilla oficial de la gubernatura (léase, que hasta los platos se llevó).
Sin embargo, el objeto que más ha llamado la atención de entre toda esta montaña de cachivaches son los cuadernos personales de su esposa, Karime Macías, especialmente uno en el que la “First lady” escribió una y otra vez la frase “sí merezco abundancia”, como parte de un ejercicio pseudo espiritual para atraer el dinero, porque por lo visto con el presupuesto multimillonario de Veracruz ya no les alcanzaba.
El tema de los escritos de la abundancia amerita una reflexión más allá de la agradable y quizá inevitable tarea de hacer leña de las ratas caídas, porque, además del saborcito a morbo, los delirios literarios de la señora de Javier Duarte nos brindan una muestra inmejorable de dos preocupantes realidades de la clase política: la ignorancia y la soberbia.
La primera de ellas es la profunda ignorancia económica de la ex “primera dama” veracruzana: una mujer con educación universitaria, con multitud de recursos económicos para financiar su preparación académica y con tiempo de sobra para ilustrarse, pero que de todos modos creyó y puso literalmente manos a la obra en una pseudo filosofía mágica que cree que la riqueza se crea y se adquiere llamando al universo y escribiendo necedades en un papel.
Sí, es digno del ridículo, y se merece toda la burla que le han hecho en redes sociales. Sin embargo, es necesario recordar -entre risa y risa- que ese pensamiento “mágico” respecto a la forma en que funciona la economía se refleja en prácticamente todas las plataformas y propuestas de los partidos políticos, y no sólo lo encontraremos en los cuadernos de Karime Macías de Duarte.
En pocas palabras, cuando los tricolores, azules, amarillos, o los de cualquier otro color, proponen generar riqueza elevando el salario mínimo, aumentando las regulaciones, inventándose nuevos impuestos o entorpeciendo el libre comercio, es como si estuvieran escribiendo “sí quiero abundancia” en el cuaderno de la economía nacional, y esperando que, si lo creen con toda la fuerza de su corazón y todo el brillo de su espíritu, la generosidad de los astros econométricos hará brotar esa “abundancia” como por arte de magia.
Para terminar pronto, entre los cuadernos de la esposa de Duarte y el proyecto de nación de López obrador, la única diferencia es que Karime sí escribió sus frases, mientras que Obrador únicamente le pone nombre al libro.
De ahí pasamos a la segunda realidad, profundamente conectada con la primera: la arrogancia de pensar que con sólo “decretar algo” una persona, un grupo de personas, una institución o un gobierno tiene el poder de alterar directa y automáticamente la realidad para adecuarla a sus fines.
¿Que hay pobreza? Pues imprimamos más dinero. ¿Qué hay deseos fantasiosos? Pues convirtámoslos en derechos constitucionales como lo hicieron en la ahora Ciudad de México. ¿Que hay opiniones que no le gustan a la clase gobernante? Pues prohibámoslas y establezcamos un sistema de censura para garantizar la corrección política. ¿Que la vida humana implica necesariamente sufrimiento? Pues eliminemos las dificultades por decreto. ¿Que todas esas leyes, constituciones y derechos de microondas no funcionaron? Pues hagamos más, y así hasta la náusea.
El economista y filósofo norteamericano Thomas Sowell explica este fenómeno de forma brillante en su libro “A Conflict of Visions”, donde plantea el choque entre dos formas radicalmente distintas de entender la naturaleza humana, el grado de influencia de los líderes políticos y el ámbito de acción de esos liderazgos.
• De acuerdo con Sowell, por una parte tenemos a una visión “restringida”, que entiende que existen límites respecto a lo que es posible lograr en la economía o la política. Estas limitaciones provienen de la naturaleza humana, de la cultura, de la tradición, de la biología, el entorno y, por supuesto, de las leyes económicas. Dicho de otro modo, al operar a partir de esta visión, la persona entiende que no será capaz de transformar el mundo a su completo antojo, sino que deberá trabajar dentro del marco de lo posible para obtener una situación más satisfactoria que la inicial.
Esta visión fue, por ejemplo, la que orientó en buena medida el trabajo de los padres fundadores en Estados Unidos; por ello no quisieron reinventar el hilo negro, sino que mantuvieron las tradiciones jurídicas y los valores culturales británicos, adaptados (eso sí) a un nuevo contexto en cuanto a que no plantearon una monarquía, sino una república.
• Por el contrario, la visión “no restringida” plantea que la naturaleza humana es manipulable, que las personas se asemejan a barro en manos del alfarero gubernamental y que el líder político puede crear, a partir de su propia fuerza y peculiar inteligencia, un mundo perfecto en base a su sola voluntad, expresada en las leyes y políticas públicas, sin importarle la naturaleza humana, la cultura, la tradición, la biología, el entorno o las leyes económicas. Es decir, que puede “decretar” lo que se le antoje.
Esta fue la visión que guio a los revolucionarios franceses, a quienes trágicamente la clase política mexicana lleva 200 años tratando de copiarles el script, sin entender que justamente esa jacobina arrogancia fue la que convirtió a la revolución en un baño de sangre que terminó sentando en el gobierno a Napoleón después de hincar en la guillotina a decenas de miles de personas.
Acá en México esa misma visión, en ambos lados del espectro político, fue la que nos hundió en décadas de guerras civiles, abismos caudillistas y liderazgos mesiánicos, que hasta la fecha permanecen, y no sólo en Morena. En todos los rumbos de la pradera ideológica sigue habiendo quienes creen que pueden “decretar” abundancia, sometimiento, poder y demás, no sólo en hojas de cuaderno, sino en fojas de las sentencias en la Suprema Corte y en las hojas de multitud de leyes.
Aunque con sus planas de que “sí merece abundancia”, la esposa de Javier Duarte se ganó convertirse en burla de toda la clase política, no debemos cometer el error de creer que se trata de un delirio aislado, porque que, entre la arrogancia ignorante y fantasiosa de sus garabatos personales y (por poner otro ejemplo) la arrogancia ignorante y fantasiosa de los constituyentes de la nueva Ciudad de México, la diferencia es que los de la CDMX sí recurrirán a la violencia del Estado para impulsar sus fantasías, mientras que Karime ya no puede.
Por cierto…
También hablando de Veracruz, Yunes dice que Duarte le regalaba cada año 30 millones de pesos a López Obrador. AMLO dice que, si se lo comprueban, se retira de la política. Y así empieza el 2018.
comentarios@yoinfluyo.com
GaribayCamarena.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com