Las encuestas y los cantos de las sirenas

Uno de los elementos que han cobrado mayor relevancia en el ejercicio del poder y, particularmente, en las últimas elecciones son las encuestas. Esto ocurre no sólo en México sino en todo el mundo. Muchas decisiones se toman desde el poder a través de las encuestas, pero también tienen un impacto en las opiniones de la misma población. 

Las encuestas son instrumentos de investigación que se usan para establecer un modelo que refleje cuál es la opinión o el sentir de un grupo proyectándolo a la población en general, pero es más por su impacto en ciertos sectores que han cobrado relevancia en el juego electoral, tanto antes como después. 

Por su naturaleza, y para dar resultados confiables deben ser diseñadas y ejecutadas a través de una metodología adecuada, la cual implica muchas variables que pueden influir en su resultado. Desde si la muestra es suficiente en números, si refleja o no la composición socioeconómica de la población, el método de levantamiento (en hogares, telefónica, por redes), el modo de preguntar y el orden de las preguntas. Las encuestas que se hacen con rigor metodológico se difunden dando a conocer cómo fueron hechas y los márgenes de error que pueden tener.

Las encuestas siempre tendrán un margen de error. Aunque se logre establecer un objetivo de muestra representativa no siempre es fácil llegar al número suficiente de personas de cada grupo socioeconómico. Hay dificultades fáciles de ver: si se aplican en hogares a media mañana entre semana, es menos probable que se encuentren ahí varones adultos que tienen un empleo remunerado y que quieran dedicar un rato a responder al encuestador o en los hogares más acomodados sea mucho menor la probabilidad de que la encuesta sea respondida por los dueños si no suelen acudir a abrir la puerta. Una encuesta telefónica dependerá de si se hace a líneas fijas o a móviles, a si la gente responde al ver el número o lo ignora y lo mismo la disposición para dedicar tiempo a las preguntas ya sean hechas por una persona o electrónica que se responde con el teclado. Las encuestas en redes suelen ser más complejas todavía porque controlar la muestra se complica. Todas esas variables son las que se buscan compensar o informar en los márgenes de error. Obviamente, también se puede hacer trampa con las muestras o con otras partes de la metodología. 

Y aun así, hay un factor que es el que siempre está ahí en el fondo: ¿la gente que sí responde las encuestas lo hace siempre con la verdad? Las encuestadoras serias y con experiencia creen que pueden filtrar también ese factor, pero muchas en especialmente en materia electoral no han sido tan confiables. 

Hay que resaltar que a pesar de la metodología, las encuestas, especialmente las electorales, envuelven emociones tanto en las personas encuestadas como en la recepción de sus resultados. Los resultados de una encuesta pueden reforzar lo que una persona piensa si es que coinciden con su propia opinión, y entonces le parecerá una encuesta confiable. Si no refleja lo que piensa, le parecerá sesgada y poco confiable. Pocos se detienen a analizar o revisar la metodología que hay detrás para tener un juicio más sereno. 

No se puede minimizar que la forma misma en la que se difunden los resultados de una encuesta no siempre responde al interés metodológico, se juega también con la selección de las respuestas que se difunden primero o con una gráfica más vistosa. Eso también juega en la recepción de las encuestas. El seleccionar una u otra pregunta y sus resultados en lugar de otra u otras que matizan esos números es común.

Provocar esta reacción puramente emocional se ha convertido en parte del juego político porque las encuestas (las bien hechas tanto como las mal hechas) van a tener también el efecto de modificar opiniones, y mover acciones o inhibirlas. Un amplio margen de ventaja que un candidato tenga puede, paradójicamente, hacer que los votantes vean menos necesidad de presentarse en las urnas porque sientan que su voto ya no es necesario para la victoria y, claro, también puede hacer que los votantes opositores se sientan derrotados de antemano y renuncien a ir a las urnas pues todo está perdido. En cambio, los resultados más cerrados suelen dar más atención a las elecciones y promover la participación lo que finalmente puede cambiar el resultado. 

Después de las elecciones, se puede evaluar qué tan acertadas o no fueron las diversas casas encuestadoras. Y no han sido pocas las veces en que las que dieron resultados más apegados a los reales son las menos. Pueden acertar en el ganador, pero no en los porcentajes de votación.

En la actualidad, en nuestro país no hay regulaciones legales que normen ni la realización de encuestas, ni la difusión de sus resultados y mucho menos se obliga a mostrar quién pagó las encuestas. Por esa razón, el público en general no tiene casi ningún parámetro extra para evaluar si cierta casa encuestadora ha actuado a lo largo del tiempo con probidad suficiente para que sus resultados puedan ser considerados neutros y, por tanto, confiables. Eso abona todavía a más que las encuestas no se pueden mover al terreno racional, y se enraícen en lo emocional.

En la situación actual de nuestro país, de alta crispación y con una sociedad muy dividida las encuestas serán un elemento constante en el camino hacia la elección de 2024, y si en el pasado han jugado un papel importante, hoy lo serán todavía más porque no se trata de una elección cualquiera, sino que es una elección donde la normalidad legal y democrática no existe. El actual gobierno no tiene la menor intención de actuar como un gobierno imparcial que garantice la democracia, al contrario, hará todo lo posible por provocar marejadas en las aguas electorales, y es posible que las encuestas sean las sirenas que en la antigüedad con sus cantos atraían a los marinos para hacerlos naufragar. 

Por esa razón, los ciudadanos que sí creen en la democracia y consideran que las elecciones son la verdadera encuesta deberán ser muy cautos en la recepción de los resultados de las encuestas previas, incluso si en algún momento parecieran favorables —quizá incluso más si fueran favorables—. Todos sus esfuerzos deben encaminarse en lograr abatir el abstencionismo desde ya, en hablar y hablar y seguir hablando con todas personas con la que se tienen contacto para que lleguen a las urnas. Ulises se amarró al mástil de su barco para no sucumbir a las sirenas, quizá eso mismo toca hacer en esta elección.

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