La credencial de elector elemento clave para la democracia

En México hay dos elementos que van estrechamente unidos: INE (antes IFE) y credencial para votar, de hecho, se le suele llamar simplemente “mi INE” cuando las personas se refieren a ella. La mayoría de los que hoy están en el padrón electoral nunca se han presentado a votar sin llevar en la mano su credencial.

Esta cercanía, literalmente, palpable con el INE sin lugar a dudas jugó un papel fundamental en la Marea Rosa que se despertó para defender al Instituto cuando se intentó cambiar la Constitución para prácticamente desaparecerlo, aunque el partido en el poder sí se salió temporalmente con la suya con la aprobación del plan B.

El plan B, que se aprobó en dos secciones, está viviendo quizá sus últimas horas pues ya hay un dictamen que apunta también a la inconstitucionalidad también de la segunda parte. Así que aunque a últimas fechas algunas de las actuaciones de los Consejeros Electorales, en particular de su nueva Presidenta, están despertando algunas sospechas, se puede considerar que el INE que organice las elecciones de 2024 operará bajo las mismas condiciones que hasta ahora.

Y estas condiciones pasan por un factor que, como se decía, va estrechamente unido al INE que es la credencial de elector. Esta se emitió por primera vez en 1991 cuando el entonces Instituto Federal Electoral tenía un Consejo todavía presidido por el secretario Gobernación. No era aún un organismo ciudadano ni más autónomo como lo fue unos años después, pero que era un paso adelante después de las cuestionadísimas elecciones de 1988 cuando el hoy flamante director de CFE declaró aquello de “se cayó el sistema”.

Esa primera credencial usada en las elecciones intermedias de aquel lejano 1991 no tenía la fotografía y quizá algunos ciudadanos de cierta edad la recuerden por su color anaranjado. Este paso de identificar aunque sólo fuera de nombre al elector y confrontar su nombre en el padrón fue la manera de eliminar algunos de los abusos y delitos electorales más frecuentes hasta entonces. El sitio del INE reporta que se expidieron 36.7 millones de esas credenciales.

Fue al año siguiente, en 1992, que a la credencial se le agregó la fotografía. El famoso anuncio en la televisión de “pero te peinas, cuñado” promocionando que la gente se registrara o fuera a renovar su credencial también es un agradable recuerdo para muchos.

En su evolución de la credencial de elector ha ido incorporando otros cambios, siempre tendientes a aumentar su seguridad y hacerla infalsificable, el documento de identidad más usado por lo mismo. Además, en 2008 se agregó la explicitación de la vigencia (antes se debía calcular sumando 10 años a la fecha de expedición) y a partir de 2013 la fotografía se movió a la izquierda cumpliendo con los cánones internacionales para documentos de identificación. Desde 2016, además se tiene la versión para ciudadanos residentes en el extranjero.

Con toda esa historia, y siendo uno de los factores clave para tener elecciones confiables, la credencial para votar se ha convertido en un referente internacional. Incluso, durante su presidencia, Donald Trump mostró su sorpresa (y su envidia) porque en México se exige un documento único y con fotografía para ejercer el voto mientras que en Estados Unidos hay una variedad de formas de identificación válidas y cambiantes en casi en cada distrito electoral. Parte de su inconformidad con los resultados cuando se perdió la reelección se centraron en esa “variedad” que favorecía, según él, el fraude.

Es importante recordar que el participar en las elecciones es un derecho según consta en el Artículo 35 de la Constitución Mexicana, pero también es una obligación como se estipula en el Artículo 36, aunque no haya sanciones previstas para esta omisión como sí las hay en algunos cuantos países sobre todo de Sudamérica. Sin embargo, para ejercer el derecho y cumplir con nuestra obligación es indispensable contar con esa famosa credencial para votar vigente.

Por ello, además de apreciar mucho la credencial por lo que representa y ha costado, es indispensable que los ciudadanos empecemos a motivar en nuestro círculo cercano para que todos los ciudadanos cuenten, lo más pronto posible, con su credencial vigente, pues sorprendentemente hay un rezago de 25 millones de credenciales sin renovar o sin tramitar, quizá efectos todavía de la pandemia.

En estos largos meses que estarán llenos de ruido electoral, los ciudadanos tenemos una tarea significativa, paralela a no distraernos de la prioridad de exigencia de salud, educación, seguridad, etc., que es lograr que esos millones de compatriotas renueven o tramiten su credencial a la brevedad. Es una tarea urgente que le puede parecer menor a alguno; pero que nunca como hoy ha tenido tanta trascendencia para la supervivencia de nuestra democracia.

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