Inseguridad, el fracaso que más lastima

El gobierno actual ha resultado fallido en muchas áreas, sin embargo, la que más preocupa a los mexicanos es la inseguridad. Esta palabra abarca una variedad de significados y mediciones, pero usualmente se entiende como la condición en la que las personas tienen miedo de perder su vida, la vida de alguna persona cercana o sus posesiones; en todas esas acciones que suscitan miedo hay evidentemente algún nivel de violencia.

El tema de la inseguridad se relaciona directamente con el de la delincuencia, y esta palabra a su vez incluye una variedad de conductas desde robo en todas sus expresiones en el transporte, robo de autos, robo a casa habitación, robo a transportistas hasta lo que se llama crimen organizado que abarca el tráfico de drogas, armas, personas pasando por la extorsión y el secuestro.

Esta inseguridad impacta de manera negativa en muchos aspectos de la vida de los mexicanos, pues inhibe actividades económicas, culturales, religiosas y sociales. La inseguridad se puede medir contabilizando los actos o acciones que atentan contra la integridad física o las posesiones, sin embargo, el tema se debe también ver como una cuestión de percepción que es difícil de medir porque no existe una correlación real entre las cifras y la sensación de inseguridad, a veces, un solo evento muy difundido genera más repercusiones inmediatas; pero la acumulación de eventos violentos en todo el país ha llegado a generar cierta indiferencia, quizá como mecanismo de defensa.

Es que lo más alarmante de la inseguridad, y las cifras que suelen dar como representativas de ésta, son las que reportan son los homicidios, pues 2023 estamos promediando 95 asesinatos por día, cuando en diciembre de 2022 el promedio era de 92. Por tanto, el crecimiento de las cifras en este sexenio es innegable, a pesar de que se tiene la sospecha de que se están maquillando las cifras en muchos lugares para aparentar que la situación es exagerada por los medios y que no corresponde a la realidad.

Las razones del fracaso en esta área son múltiples. El titular del Ejecutivo apostó a decir que los programas sociales ayudarían a disminuir la inseguridad pues atacaban la causa. Esto no ha resultado así porque por una parte es hipersimplificar el fenómeno, el avance del crimen organizado no se sólo debe a que se “alimenten” las filas con “hambrientos y desesperados”. Pero admitiendo que fuera así, entonces las cifras in crescendo evidenciarían que los millones gastados en programas sociales han sido desperdiciados.

Las otras muchas simplificaciones del titular del Ejecutivo como “abrazos no balazos” o los llamados las madres y abuelas a jalar las orejas de los delincuentes a lo largo de los meses han dejado de ser graciosas y al irse desgastando dejan ver que la política real está más cercana a favorecer al crimen organizado porque le es más conveniente tenerlos como aliados.

Esa ambigüedad, por no afirmar complicidad, tiene otro aspecto que se suele obviar y es la persistente impunidad. Asignar la responsabilidad por la impunidad en la mayor parte de los actos criminales resulta una tarea muy elusiva porque hay involucrados muchos elementos: primero, las Fiscalías —que se suponen ahora independientes del Ejecutivo tanto a nivel federal como estatal, pero que no lo son—; segundo, el Poder Judicial que es el menos entendido de los Poderes de la República y que se ha entrampado en lograr una impartición de justicia por lo menos más rápida con los juicios orales; el tercero, las fuerzas policiales y la militarizada Guardia Nacional que siguen sin marcos protocolarios para proceder en muchos casos de flagrancia y similares; y por último, los ciudadanos agraviados que presenten las denuncias y persistan en ellas. El último es el eslabón más débil porque depende de la confianza en que todo lo demás funcione, pero los delitos que se persiguen de oficio son muy pocos y sin denuncia de los otros es legalmente imposible que se les dé algún seguimiento. Así que las cifras de estos delitos son bajísimas contra la realidad.

En este panorama no es raro que Marcelo Ebrard haya elegido este tema para presentar una propuesta —movimiento que se aleja de las reglas a modo improvisadas por el INE para barnizar de legalidad lo que ocurre tanto en Morena y aliados como con el Frente Amplio por México— con la que busca destacar, así lo hizo con ANGEL hace un par de semanas. El problema particular de Ebrard, como lo será de cualquier candidato de Morena, es que presentar propuestas serias que pudieran integrarse como una política de seguridad para el próximo sexenio, pasa por un deslinde a fondo de lo hecho —o lo no hecho— por el gobierno actual y eso aceptar el fracaso.

El otro problema es que la propuesta concreta de ÁNGEL está más cerca de ser una creación para atraer a los jóvenes con el pretexto del uso de la Inteligencia Artificial, pero que al ser analizada de manera más profunda muestra un potencial represivo y de abuso de los derechos humanos, a tal grado, que hay tratados internacionales firmados por México que la volverían inviable. En otras palabras, los “abrazos no balazos” nos los daría un ángel, pero un ángel exterminador…

La cuestión de la seguridad, como se decían arriba, es vital para el avance de México y es transversal a todas las actividades de los mexicanos, y de ninguna manera es sólo un asunto que competa a autoridades de toda índole, también debemos crear redes de apoyo y solidaridad que arropen a aquellos que son víctimas para que no se sientan solos y se animen a presentar las denuncias y perseveren en ellas. Esta es una tarea en la que hay un gran vacío y un enorme silencio.

Asimismo, aunque parece una causa perdida reiterar la exigencia al gobierno actual para que combata la inseguridad, es necesario seguir presionando para que el tema no se diluya entre cortinas de humo. Y por supuesto, debemos alistar propuestas ciudadanas serias e integrales que puedan ser retomadas por quienes se postulen tanto para presidencia, para gubernaturas así como para ocupar los legislativos federales y locales para revertir el avance de la inseguridad.

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