El futuro de nuestros hijos puede naufragar

El domingo pasado se vivió la jornada electoral en Edomex y Coahuila, esta contienda despierta interés por darse a un año de la elección “grande”, en la que se junta la presidencial, la de senadores, la de diputados, 9 entidades eligen gobernador y 27 congresos locales, y 25 autoridades en ayuntamientos. En la pasada jornada del 4 de junio, Edomex renovó la gubernatura, y Coahuila renovó gobernatura, más congreso local.

Lo primero que se debe destacar es que el INE y los dos institutos estatales cumplieron en tiempo y forma en la instalación de casillas (sólo una no se instaló) y los ciudadanos seleccionados para ser funcionarios de casilla también hicieron su parte, así como la vigilancia de los partidos a través de sus representantes y los comprometidos con la observación electoral. Luego de la turbulencia de los meses pasados, esto es una buena noticia pues muestra que valió la pena la defensa ciudadana del INE en todos los frentes. Es verdad que, sobre todo por parte del titular del Ejecutivo y de varios funcionarios de Morena hubo violaciones a las vedas y a otras normativas que todavía está pendiente ver si serán sancionadas, sin embargo, en términos operativos se refrenda la eficacia del INE.

Es de desear que los ataques al INE bajen y que en 2024 se goce de la misma eficacia pues los resultados están a la vista de todos, y aunque, los perdedores y muchos en el país hubieran deseado otros resultados. Es verdad que en los próximos días se podrían revelar más irregularidades e incluso delitos electorales a nivel de la población (más allá de algunos denunciados en redes), pero se puede afirmar que no fueron lo común o grotescamente evidentes.

Los candidatos perdedores se asumieron como tales a las pocas horas; claro que la costumbre de declararse prematuramente ganadores no se perdió, pero finalmente hubo aceptación de los resultados porque están avalados por la transparencia. Así que es un ejercicio que se vive en democracia.

Hay que subrayar que son elecciones locales y los porcentajes de participación ciudadana suelen ser menores que las presidenciales, y eso no se debe perder de vista. Hay la tentación sobre todo en la de Edomex de interpretarla como predictiva de lo que ocurrirá en 2024 (el derrotismo de muchos ha brotado con todo dramatismo en las primeras horas), pero mejor enfocarla como una oportunidad de aprendizaje y reflexión tanto para ciudadanos como para fuerzas políticas. En las primeras horas no se ve aún esa disposición, los perdedores se están inclinando a echar culpas e incluso reclamando que no ocurrió una intervención estatal, lo cual es altamente contradictorio pues se acusa y teme que el gobierno federal intervenga y se reclama que los locales “entreguen la plaza”, o sea, es legal y democrático si me puede favorecer pero ilegal y antidemocrático si lo hacen del otro lado. Es tiempo de entender que los gobiernos de todos los niveles deben mantenerse al margen; pero el problema de la derrota no estuvo ahí. Por ello, es deseable que la autocrítica se aborde pronto porque el tiempo para redefinir el camino es corto.

Ambas elecciones desde ese perfil de lo local requieren meterse en el análisis profundo, pero hay algunos datos que ya se pueden hacer, nuevamente gracias a que la logística electoral permite tener ese panorama previo muy pronto.

La elección en Coahuila era más compleja a nivel de puestos ya que se elegía tanto al gobernador y tuvo una participación ciudadana del 56.42 por ciento según los datos del PREP, la cual es buena; pero menor a la obtenida en el mismo tipo de elección en 2017 cuando hubo 60.5 y menor a la de 2011. El PRI, PAN y PRD iban en alianza, y ganaron no sólo la gubernatura sino todos los distritos del congreso local, en los que Morena, Verde y PT entrarán sólo por plurinominales. El famoso carro completo se dio en este estado. Cabe destacar si bien bajó la participación se muestra que hay una ciudadanía comprometida con participar. No se vieron reducidos, como algunos pretenden que sea la participación, a “evitar que llegue Morena”. La diferencia con el segundo lugar fue de 35 puntos, y contra todos los demás sumados, de 16 puntos.

En contraste la elección de Edomex era más sencilla en el sentido de que sólo se eligió a quien ocupará la gubernatura, por primera vez será una mujer; pero dada la cantidad de población del estado, su ubicación y su fortaleza económica acaparó las miradas abrumadoramente. La participación ciudadana fue de 49.86 por ciento (la mitad de los electores no se presentó a ejercer su derecho), que se ubica casi en la media entre la ocurrida en 2017 con 54 por ciento y 45.7 en 2011. En este caso Morena iba con sus aliados y ganaron por alrededor de 9 puntos, muy lejos de la elección cerrada que era el mejor escenario para la Alianza, que apostaba a una participación histórica del 60 para supuestamente ganar.

Se puede argumentar que la baja participación entre la clase media se dio porque se trataba de una elección envenenada porque se debatían entre darle continuidad a un PRI exhausto y corrupto y contra una candidata que incluso tiene una sentencia electoral por haber robado a sus burócratas y cuyo partido trae toda la vieja escuela de ese mismo PRI. En Coahuila también siempre ha gobernado el PRI y no se presentó ese debate de manera controversial.

Por lo tanto, especialmente en Edomex es muy importante hacer el análisis detallado de cada municipio y distrito electoral porque el estado en lo electoral se parece a un mosaico veneciano donde cada parte es distinta de la de junto y debe ser vista en su particularidad y tanto como en el conjunto. Esta reflexión abona a destacar la importancia de lo local, que suele obviarse en los grandes análisis, pero peor suele minimizarse por parte de las cúpulas de los partidos.

Y justo ahí, en esas altas esferas es donde más urge la reflexión porque es verdad que sí hubo niveles de apatía en el Edomex que son atribuibles a los ciudadanos; pero también debe reflexionarse qué fallaron en ofrecer el PRI, el PAN y el PRD: ¿Una candidata demasiado suave? ¿Comunicaron mal la urgencia de participar? ¿O le dieron la espalda a la ciudadanía por no asomarse al mosaico y verlo con detalle?

Esas y otras preguntas son las que los ciudadanos debemos urgentemente plantear a las dirigencias porque si no se asumen que la ecuación ha cambiado, y que los ciudadanos aun los que están disgusto con Morena, no siempre estarán dispuestos a apoyar lo que se ofrezca nada más porque no es Morena entraremos en un terreno muy peligroso. Por el sistema actual, los ciudadanos no tienen mucho margen de acción política sin los partidos políticos y eso deberá cambiar. Pero los partidos de oposición se están equivocando al asumir que por esa falta de opciones los ciudadanos los apoyarán, lo cual puede convertirse en la tormenta perfecta donde el futuro de nuestros hijos puede naufragar. No debemos permitirlo.

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