Desde hace más de una década, millones de familias mexicanas han encontrado en las remesas un sostén financiero que no solo alivió carencias, sino que se convirtió en piedra angular de la economía interna. Ese flujo de recursos, sin embargo, estaría por primera vez en muchos años en retroceso: se proyecta una caída superior al 5 % de las remesas al cierre de 2025, interrumpiendo una racha de crecimiento de 11 años y colocando en la cuerda floja a hogares y microeconomías locales dependientes de ese ingreso externo. El Informador+1
Este fenómeno no se explica en un vacío. Además de la desaceleración económica interna —con inflación que aunque ha dado señales de moderación todavía se ubica por arriba de las metas oficiales—, la política migratoria estadounidense, que endurece criterios y reduce flujos de trabajadores y familiares, ha jugado un papel central en este desfase. La caída de las remesas es, en gran medida, el espejo de decisiones que se toman mucho más allá de nuestras fronteras pero que se sienten con fuerza en las mesas familiares de Guerrero, Oaxaca o Zacatecas. El País
La economía mexicana, con señales de estancamiento estructural y un crecimiento modesto, no logra absorber plenamente las fallas de su tejido productivo para compensar esa pérdida. Ni la reducción en la inflación subyacente ni repuntes puntuales del consumo han sido suficientes para reactivar un crecimiento sostenido que genere empleo formal y recuperación del poder adquisitivo. Las exportaciones y algunos sectores dinámicos han mostrado fortaleza, pero no suplen el efecto de la caída de ingresos que representan las remesas. UnoTV
Más allá de los números, hay un componente profundamente social: la dignidad y la estabilidad de millones de familias cuya planeación de vida se basa en recursos que ya no llegarán con la misma fuerza. Esta realidad intersecta con expresiones contemporáneas de descontento social, como las protestas de la Generación Z en México, que no solo reflejan frustración económica, sino también una demanda de mayor justicia, oportunidades y cohesión social en un país que clama por equidad y seguridad. Wikipedia
La caída de las remesas no puede ser abordada como un mero dato estadístico. Es el síntoma de una economía que debe repensar sus cimientos: diversificar su tejido productivo, robustecer empleos formales de calidad, y construir políticas públicas que no subestimen la interdependencia entre bienestar familiar y decisiones macroeconómicas internacionales. En este punto, la responsabilidad de gobernar implica no solo administrar cifras, sino articular estrategias que reconozcan la complejidad humana detrás de cada peso enviado desde el extranjero.
La caridad global, entendida como la capacidad de las familias migrantes de sostener a sus hogares en México, se enfría. México, por su parte, necesita reformular su visión económica con una mirada que abarque tanto lo estructural como lo humano, para no dejar a nadie atrás cuando se reduzcan los vientos favorables del exterior.
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