Contra la consolidación de la autocracia

La campaña electoral entra en la última fase la denominada de veda, en la que los partidos políticos y los candidatos deben guardar silencio para permitir a los ciudadanos reflexionar sobre la oferta que han hecho con todo tipo de tácticas para convencerlos de que son la mejor opción. Entre las irregularidades de esta campaña en particular (que empezó hace tres años) es que una de las ofertas dicho por la candidata y por su principal promotor es la continuidad.

Así que esta reflexión no sólo implica la valoración de la candidata del oficialismo en su personalidad y forma de comportarse en debates, en interacciones, en discursos, en las pocas entrevistas que dio, sino de lo que significa la continuidad pues es su única oferta clara, porque si hace seis años hubo algún margen para el “no podía saberse” o “vamos a darle chance” hoy, no existe.

Es difícil tratar de resumir lo que ha ocurrido en estos seis años y qué significa dar continuidad si el oficialismo ganara la elección, pero se podría resumir en la aspiración a una autocracia, la cual es definida en el Diccionario de la Real Academia Española como “Forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”. Es indudable que eso fue lo que se buscó con muchas de las leyes que ciegamente la mayoría morenista en Senado y Diputados aprobó sin la menor dignidad, sin pensar en sus votantes y buscando siempre complacer al titular del Ejecutivo. La Suprema Corte fue objeto de todo tipo de presiones, vilipendios e insultos por no ceder y ejercer como contención, pero esa contención claramente ya se dijo que se va a demoler si la candidata de Morena gana y tienen las mayorías para hacerlo, está claramente dicho; la única duda que queda es si esa “voluntad de una sola persona” será de Claudia o seguirá siendo de López.

Si gana, esa autocracia se seguirá apuntalando en el populismo de los programas sociales, que buscan crear una dependencia a largo plazo, en lugar de resolver los problemas que originan la pobreza. Sin embargo, si llegara a ganar la candidata y como todo indica seguirá con las mismas estrategias fracasadas en áreas como la salud, la seguridad y la educación existirá una mayor presión para ampliar esos programas porque será lo único “palpable” y “bueno” que millones recibirán para acallarlos, para que no pidan que el gobierno cumpla en otras áreas.

Así que lo más probable es que se apoye en abonar todavía más otra de las armas favoritas de este estilo de gobierno: la polarización agudizando la división en la sociedad. Es muy probable que en lugar de tomar acciones concretas, eficientes y directas para resolver las enormes carencias que ya existían y que se agravaron estos seis años, como ya se mencionaba, busque crear más resentimiento entre los que no tienen culpando a los que sí tienen fruto de su trabajo y esfuerzo. Es poco probable que su estrategia sea fomentar el crecimiento económico con libertad para empresas, con suficiente energía eléctrica de fuentes limpias, apoyo al emprendedurismo, la apertura comercial sino que aumentará las presiones impositivas y luego culpará a los empresarios que cierren por no poder seguir adelante y ellos serán los responsables de la falta de empleos.

Y la única manera de enmascarar la continuación del desastre, será usando la tercera “p” que en este gobierno ha dominado: la posverdad. En otras palabras, seguirá la negación de la realidad para crear un relato donde el gobierno todo lo hace bien, y si no se ve bien o no se percibe bien es error de las personas, los medios, los opositores y hasta de la realidad. Esa posverdad implica la limitación de la libertad de expresión a través de amenazas abiertas o soterradas, a través de la difamación, a través de leyes que limiten a los ciudadanos en redes, entre otras muchas estrategias.

Este panorama no es nada favorecedor ni a la verdad ni a la libertad ni a la vida y pinta a una implosión económica en los próximos años porque no se ve voluntad de rectificar ninguno de los errores que tarde o temprano nos pasarán factura como han sido los “proyectos estratégicos” que sólo han chupado presupuesto y no son rentables. La continuidad no pinta como una buena idea y esperemos que en las urnas se le detenga no sólo con la derrota de Sheinbaum, sino a nivel estatal y en los congresos federal y locales.

Finalmente, si Gálvez resulta la ganadora, sin duda, el camino para revertir el aumento de la corrupción, el deterioro de la calidad de vida, el avance territorial del crimen organizado será muy largo y tortuoso; pero es mucho mejor que la consolidación de la autocracia. Vayamos a votar masivamente con la esperanza de que vamos a demostrar que lo más importante es la suma de la voluntad de cada uno de los mexicanos, y no la prevalencia de la “voluntad de una sola persona”.

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