8 de marzo, que nos sea una fecha más

Año con año ha crecido la relevancia de la conmemoración del 8 de marzo, que en su origen era el día de la mujer trabajadora, pero que se ha extendido al reconocimiento del papel de las mujeres en la sociedad.

Cabe subrayar que se trata de un reconocimiento que tiene varios niveles. El primero es esa presencia activa y constante que la mujer ha tenido a lo largo de la historia de la humanidad. Es hasta hace muy poco que los historiadores comenzaron a mirar lo que se suele denominar como la historia de lo cotidiano. En esta disciplina se miró hacia las cuestiones que nadie veía: ¿cómo se vivía en los hogares? ¿Qué comían tanto los generales como la tropa que hacían las múltiples guerras que llenan la Historia? Y en esa mirada, pálidamente se comenzó a ver a las mujeres.

Las mujeres han estado y siguen estando en muchos lugares y puestos que son clave; pero que no se valoraban porque no se ve. En cierto modo, es como los cimientos de los edificios que no cobran relevancia hasta que un terremoto los pone a prueba.

No se puede decir que en el caso de las mujeres sea un terremoto lo que ha ido obligando de manera paulatina a observar y, en el mejor de los casos a valorar, a las mujeres y sus múltiples formas de estar presentes. No ha sido un terremoto porque no ha sido ni súbito ni provocado por causas externas, sino que ha sido un conjunto de factores impulsados por las propias mujeres aprovechando en algunos casos las circunstancias históricas y otras creando las oportunidades.

El advenimiento de la democracia como forma de gobierno preponderante en casi todo el mundo, acelerado por las Guerras Mundiales, creó la oportunidad para que el voto fuera un derecho humano, no un derecho masculino. Cada país tuvo su propio desarrollo en este sentido, pero en términos generales trajo un cambio de mentalidad donde, por lo menos, frente a los deberes cívicos dejó de haber ciudadanas de segunda con menos derechos.

La participación en las elecciones con el voto fue un paso importantísimo con gran repercusión; pero a la vez podría crear la falsa impresión de que todo es igual de fácil, porque es relativamente sencillo el acceso a las urnas para toda la población. Sin embargo, hay otros ámbitos donde hay más complicaciones, algunas evidentes otras de tal sutileza que parece difícil captar su trascendencia. Como por ejemplo, que en una escuela los baños estén en pésimas condiciones en poco probable que sean razón para que un varón deje de ir unos días a la escuela, en cambio, una adolescente podría optar por no ir los días de su menstruación.

Es que en este proceso que implica tantos cambios tampoco se debe olvidar que la meta de la igualdad sólo puede aspirarse en algunos aspectos como el respeto irrestricto a la dignidad de las personas, el acceso a oportunidades y hasta la remuneración por el mismo trabajo; pero en otros resulta perjudicial el obviar las diferencias que la naturaleza ha establecido, pues se pueden perpetuar problemas o crear nuevos.

Por otra parte, aunque no se puede negar que las mujeres en estas últimas décadas han logrado avances enormes, sobre todo en algunos países europeos, esto no es así en todas partes ni en todos los niveles. Muchos de los logros en lo legislativo o lo político o en lo laboral están todavía lejanos de las dinámicas familiares de muchos hogares.

En este renglón, la violencia doméstica sigue siendo uno de los temas pendientes. Es cierto que asumir a priori que en ésta siempre son las víctimas las mujeres resulta inexacto; pero sí sigue la situación dominante. En dado caso, este tipo de violencia que se da en la intimidad de los hogares es preocupante porque es como un termómetro de cuánto ha permeado o no la justa percepción del valor y dignidad de las personas que forman el más círculo más íntimo. Es difícil pensar que un hombre capaz de violentar física o verbalmente a las mujeres de su entorno se comporte diferente en su empleo o en otros lugares.

Asimismo, el ámbito laboral todavía ofrece retos para lograr plenas oportunidades de desarrollo para las mujeres. Es verdad que hay un entramado legal que debería garantizarlas, sin embargo, muchas de esas disposiciones fueron hechas en esa búsqueda de lo igualitario constriñéndose a ese ámbito y dejando de lado que las mujeres —y por supuesto los hombres— son más que mulieris laboralis, son madres, son hijas, son esposas… y tienen hobbies, quieren ser novelistas o practican deportes, etc. En cierto modo, las disparidades existentes todavía en este ámbito se pueden rastrear a que estas legislaciones laborales fueron hechas con una idea unidimensional del empleado o la empleada sólo en cuanto su relación con el trabajo y la productividad, cercenándole sus otras dimensiones.

Se puede decir que la erradicación de la violencia doméstica y la consolidación de una legislación laboral más holística sin duda son dos, de los muchísimos aspectos, en los que la lucha de las mujeres es punta de lanza; pero cuyos beneficios se esparcen mucho más allá si los hacemos sin perder de vista la riqueza multidimensional que es la persona humana.

Que los eventos de este 8 y 9 de marzo no se limiten a ser un desfogue provisional, sino que sean oportunidad de presentar reflexiones en los ámbitos familiares, laborales y escolares y que se muevan iniciativas que efectivamente impulsen la presencia y actuación de las mujeres en el hoy para el mañana.

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