En México, miles de pequeños comerciantes enfrentan una grave forma de injerencismo que amenaza su libertad económica: el cobro de “derecho de piso” y la extorsión por parte del crimen organizado. Desde la señora que vende tamales en la esquina, el tortillero que surte a su comunidad, hasta el dueño de la tiendita de abarrotes, todos sufren la pérdida de su soberanía económica, sin que las autoridades los protejan eficazmente.
El término “injerencismo” se refiere a las acciones que buscan controlar las decisiones de un estado o grupo de personas sin su consentimiento. En este contexto, la extorsión se ha convertido en una práctica injerencista que afecta a familias trabajadoras, empresas de todos los tamaños y, en algunos casos, incluso a las propias autoridades. Este delito, que genera millonarias ganancias para los grupos criminales, tiene un impacto devastador en la economía, la seguridad y la calidad de vida en el país.
Cifras alarmantes de un injerencismo creciente
El delito de extorsión ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), los casos denunciados aumentaron un 1,180% entre 1997 y 2023, pasando de 876 a 10,337. En los primeros cuatro meses de 2024, se reportaron 3,765 víctimas de extorsión, un 8.3% más que en el mismo periodo de 2023, con un promedio de 31 víctimas diarias (1.3 por hora).
Sin embargo, estas cifras solo reflejan una fracción del problema debido al alta “cifra negra”. El INEGI estima que el 99.83% de los casos de extorsión no se denuncian a nivel nacional, y en el caso del cobro de piso, esta cifra alcanza el 100% en lugares como la Ciudad de México. La colaboración o indiferencia de algunas autoridades agrava esta situación, permitiendo que el crimen organizado opere con impunidad.
El Injerencismo como motor de la migración
La extorsión y el injerencismo del crimen organizado, a menudo con la tolerancia de autoridades corruptas, son factores clave que empujan a muchos mexicanos a emigrar. Huyen en busca de lugares donde su talento y trabajo estén seguros, donde puedan prosperar sin temor a perderlo todo. Defender a los migrantes en el extranjero sin abordar las fallas internas que los obligan a irse es ignorar nuestra responsabilidad de protegerlos primero en su propia nación.
Es paradójico que los medios de comunicación mexicanos celebren el aporte de los migrantes a economías extranjeras, como la de Estados Unidos, sin cuestionar las condiciones que los expulsan de México. Ensalzar el trabajo de los mexicanos en el extranjero suena romántico, pero evade un análisis profundo de las causas de la migración ilegal. Si un mexicano abandona a su familia y enfrenta peligros para cruzar la frontera, es porque algo grave ocurre en su país. Sin embargo, pocos señalan que la permisividad de las autoridades ante el injerencismo del crimen organizado es una de las principales razones.
¿Por qué no se quedan en México?
Si los trabajadores mexicanos son capaces de sostener economías extranjeras, ¿por qué no se quedan a fortalecer la economía mexicana y convertir al país en una potencia mundial? La respuesta está en un sistema político que permite el injerencismo criminal y premia la lealtad partidista por encima del mérito, el esfuerzo y el trabajo. Los comerciantes y empresarios enfrentan no solo el robo de sus ingresos por parte de grupos criminales, sino también un entorno donde la corrupción y la ineficiencia de las autoridades dificultan el progreso.
Los programas sociales, aunque necesarios en ciertos contextos, deberían medirse por su capacidad para empoderar a las personas y reducir su dependencia, no por cuántas personas se vuelven beneficiarias. El éxito de una nación no se construye con dádivas, sino con oportunidades para que los ciudadanos prosperen mediante su trabajo y talento.
Recuperar el sentido común
El injerencismo del crimen organizado, agravado por la complicidad o inacción de algunas autoridades, ha despojado a los mexicanos de su soberanía económica. No basta con admirar el éxito de nuestros compatriotas en el extranjero; debemos abordar las causas que los obligan a irse. México necesita políticas que protejan a sus trabajadores, combatan la extorsión y promuevan un entorno donde el mérito y el esfuerzo sean la base del progreso. Solo así podremos construir un país donde los mexicanos no solo quieran quedarse, sino que puedan contribuir a su grandeza.
Recuperemos el sentido común: Si me gusta el jardín de la casa del vecino y su alberca, eso no me da derecho a irme a meter si no soy invitado,
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