La situación actual, en muchos países, es que a los ciudadanos nos han mentido, sistemáticamente, personas de la clase política o interesados en negocios particulares. Hay dos tipos de reacciones ante este asunto. Uno, es que no nos importe; que nos dé igual si nos están diciendo verdades o mentiras. Y otro, que vive parte importante de la población, quien sí quiere la verdad. Pero no cree que sea posible obtenerla o conocerla.
Ante esto se ha propuesto, para casos relevantes, la creación de Comisiones de la Verdad, que ya hemos comentado en estas páginas. Hay problemas que deberían de solucionarse mediante dichas Comisiones. Uno, lograr la reconciliación nacional. Cosa particularmente difícil, cuando la clase política se ha dedicado a sembrar el odio entre la población. Además, desarrollar en la Ciudadanía un aprecio genuino por la verdad. Existen dificultades para constituirlas. Desde luego, el escepticismo: “No se va a poder”, dicen algunos. Las grandes preguntas serían: ¿Verdaderamente necesitamos la verdad? ¿Podemos vivir sin ella? ¿Hay otra opción diferente?
Hay obstáculos de diferentes tipos para lograr constituir y hacer funcionar Comisiones de la Verdad. Desde luego, que haya un tema claro. No se puede hablar de esto en abstracto, hay que encontrar materia suficiente para que se pueda crear una comisión que dé resultados significativos. Los inconvenientes más importantes vienen de la clase política y sobre todo aquella parte que está gobernando en ese momento, que puede obstaculizar de una manera considerable el desarrollo de estas comisiones. La falta de información, el temor a denunciar, son aspectos que el gobierno debería de resolver. Por otro lado, está el desinterés de la ciudadanía.
¿Cómo reconocer la verdad? ¿Cómo asegurar que la Comisión maneje los hechos de una manera precisa? ¿Cómo evitar los juicios apresurados o basados en información incompleta? Este es un problema filosófico, difícil de resolver. Un político famoso, Abraham Lincoln, dio una solución interesante diciendo: “Es posible engañar a todos, por algún tiempo, y también engañar a algunos, todo el tiempo: pero no es posible engañar a todos, todo el tiempo”. Una buena idea, pero que difícilmente se puede traducir en acciones concretas. Es un acto de fe: creer que la verdad finalmente brillará y será reconocida.
En cuanto a las propias comisiones, habría ciertos requerimientos para que lleguen a sus objetivos. En primer lugar, precisarlos. Si el objetivo es desprestigiar al contrincante o demostrar que un grupo de personas tiene la razón, estamos empezando mal. Lo básico, debería ser la reconciliación de la sociedad en temas cruciales. Otros requerimientos son: tener expertos que den certeza al proceso, darle seguridad a los denunciantes y evitar la participación de la clase política. Cosas que son difíciles de lograr sin apoyo del gobierno.
Necesitamos un cambio fundamental. El aprecio de la verdad no se puede obtener a corto plazo. Habrá que aceptar que es un cambio difícil y lento, que no podemos esperar resultados mediante recetas rápidas y fáciles. Hay que pensar en estos y otros instrumentos, que pueden y deben estar contribuyendo a la reconciliación en una sociedad que parecería irremediablemente polarizada y construir la amistad social que tanta falta nos hace.
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