Fiestas Patrias, pocos patriotas

Estamos en él mes de la Patria, en que celebramos muchas cosas. Muchos eventos. Emociones y apegos. Pero a veces, casi sin querer, duda uno de cuál es el contenido de esos conceptos: Patria, patriotismo.



¿En dónde ponemos nuestro patriotismo? No hace mucho escuchaba a una persona que decía: “Yo soy muy patriota. No puedo estar sin las enchiladas, el pozole, el mole y los pambazos”. Un raro concepto de patriotismo. Otros dicen que para ellos la Patria es nuestro territorio, nuestras bellezas naturales, nuestras montañas y nuestras selvas. Y se pregunta uno: ¿y si te hubiera tocado vivir en el centro del desierto de Sonora, querrías menos a la Patria?

No, no es fácil decir a que le llamamos Patria. El diccionario la define en términos de emociones: de sentirnos ligados por vínculos históricos, jurídicos y afectivos, a una nación. Sea por nacimiento o por adopción. Lo cual los deja un poco en la incertidumbre. Por qué, visto así, a lo que nos sentimos ligados es a un grupo humano y a unas tradiciones. Con valores y defectos. Diversos y a la vez reconociéndonos en lo que nos hermana.

Muy cercano es el concepto de patriotismo. Como todos los “ismos”, significa que ponemos algo por encima de todo lo demás. En este caso, sería poner la Patria por encima de cualquiera otra consideración. Como lo reflejan las frases en letras de oro en las cámaras de nuestro Congreso: “la Patria es primero”. Un bello lema. Habrá que ver cuando nuestra clase política se decide a hacerlo realidad. Y en todo caso, el patriotismo tendría que ver con cómo poner en primer lugar a un tipo de comunidad, a la que nos sentimos ligados con una gran diversidad de vínculos. Y ese lema debería estar escrito con carne y sangre, no con letras de oro.

Las fiestas Patrias del año 2017 vienen precedidas por una serie de calamidades. Socavones, inundaciones, huracanes, temblores y toda clase de daños provocados por una parte de nuestra sociedad. Y se cuestiona uno si todos tienen el mismo nivel de patriotismo. Porque muchas de estas calamidades han venido porque ha habido quienes han puesto sus propios intereses por encima de los intereses de una gran comunidad, sobre los intereses de la Patria. Claro, una gran parte de la población ha reaccionado con gran nobleza, dando de lo poco que tienen para paliar el dolor de nuestros compatriotas. Pero hubo otros que por omisión o descuido provocaron que esas calamidades fueran más dañinas. Por no hablar de los pocos que han asaltado a los centros de acopio o que han subido exageradamente sus precios para aprovechar la oportunidad. O los muchos que hemos presenciado, sin protestar, el modo como viven millones de mexicanos en condiciones tales que no tienen como resistir a estas calamidades.

Sí, la Patria no son las cosas, no son los símbolos, La Patria es la gente. Es un grupo humano al que deberíamos sentirnos vinculados. Mientras no nos importen los otros mexicanos, nuestro patriotismo será débil, de escaparate. Ocasión de fiesta y de celebración. Nada más.

Debemos ir más allá del apoyo circunstancial, el que damos en situaciones límite. Mientras no busquemos resolver de fondo las causas de la pobreza, millones vivirán en riesgo, sujetos a las calamidades, a las enfermedades prevenibles, a la desnutrición crónica. Y es bastante inútil esperar que la clase política lo resuelva. No saben cómo. Ni les importa. Y a veces las mismas comunidades pobres, minadas por el alcoholismo y sus “usos y costumbres”, no ven razones para salir de su situación. La solución tiene que salir de la sociedad. La Patria necesita de patriotas. Y hay que desarrollarlos. Poco a poco. Uno por uno. A mano. Que bueno que haya centros de acopio y apoyos de emergencia. Ahora necesitamos acopio de patriotas.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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