Una de las señales que permiten distinguir a un país democrático de una dictadura es, precisamente, la existencia abierta o solapada de censura de la opinión pública. Es un tema muy importante y que los organismos internacionales toman en cuenta al calificar el grado de democracia que puede tener un país.
¿Por qué importa? Porque las publicaciones en los medios, sean de un tipo o de otro, pueden causar problemas internamente y demeritar la imagen de un país. ¿Por qué ahora, después de varias décadas de haber tenido una censura disfrazada que le permitió a nuestro país, por más de 70 años, la posibilidad de ser una “dictadura perfecta”, (como decía el difunto Mario Vargas Llosa), parecería que hay grupos en el gobierno que quieren regresar a la censura?
Este tema viene a colación por la molestia que tuvo el gobierno mexicano por la publicación, en la televisión de paga, de anuncios del gobierno de Estados Unidos, donde se trata de desanimar a los mexicanos para que dejen de emigrar a Estados Unidos. Después de la queja de la señora presidenta, varios de los medios de paga dejaron de aceptar este tipo de publicidad, aunque es cierto que sigue apareciendo en algunos medios electrónicos y hasta en los comerciales de los juegos de Internet. Esto no ha sido dirigido específicamente a México: se está dirigiendo a todos los países que son el origen de esa migración y se emite en varios idiomas.
La reacción de la señora presidenta de México fue fuerte. Claramente, se veía su molestia, y muy rápidamente el Congreso presentó una propuesta de ley, que en realidad son enmiendas a una ley ya existente, donde se trata de darle facultades al Ejecutivo para poder retirar el permiso a los medios electrónicos o a los medios modernos, si es que no cumplen con algunos ordenamientos. Mismos que no están claramente especificados en dicha ley.
La propuesta, que se centró en un artículo, el 109 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, habla del bloqueo de las plataformas digitales en el caso de que no cumplan con las obligaciones que les imponen las normativas aplicables… mismas que no especifica dicho artículo. La primera queja ocurrió en varios de los medios tradicionales, y fue sobre la vaguedad del reglamento. La señora presidenta reaccionó muy rápidamente también, diciendo que no hay una intención de hacer censura, que hay que revisar la redacción para evitar que se preste a malas interpretaciones. Y también dijo que, si es necesario, incluso no se publicará esta normativa. El tema, insisto, es el hecho de que no se habla con claridad de cuáles son las normativas, o qué tipo de transgresiones ameritarían este tipo de castigo, y tampoco cuál es la autoridad competente para tomar estas decisiones.
Es un hecho que todos los países, aun los más democráticos, han incurrido en censura en momentos especiales. Muy particularmente en tiempos de guerra, todos los países contendientes han impuesto una censura con el motivo de evitar darle al contrincante información valiosa de tipo estratégico. Esto nos lleva a algunas situaciones peculiares. En nuestro país, en los últimos tiempos, se ha utilizado este argumento para censurar información, por ejemplo, de los costos de obras públicas importantes.
Un caso muy significativo es el famoso segundo piso que se creó en las vías rápidas de la Ciudad de México, donde se dijo que, por razones de seguridad nacional, no se publicarían los costos en varias decenas de años. Lo cual, obviamente, no tiene credibilidad. Y el mismo argumento se aplicó a la información de los costos del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. ¿Cuál es el caso, similar al de una guerra, donde un enemigo pudiera aprovechar los costos de una vía de comunicación o de una refinería? Pero, finalmente, así ocurrió y se ha dado con otros casos similares.
En el tiempo de la dictadura perfecta se crearon varios esquemas precisamente para poder censurar a los medios. Por ejemplo, por una buena cantidad de décadas, el gobierno federal creó una compañía paraestatal, llamada Productora e Importadora de Papel, S.A., (PIPSA), que era la única que tenía derecho de importar papel periódico
en México. Nadie más podía hacerlo. Y todos los periódicos, tenían que comprarle obligatoriamente el papel periódico a esa empresa. La cual, curiosamente, se encontraba con que había desabasto de papel periódico justamente cuando los periódicos, que habían caído de la gracia del gobierno, solicitaban el papel. Y se les decía que no había llegado suficiente cantidad y que tenían que repartirlo entre todos los periódicos, e iban a tener menos papel. Una manera de poder decir que no había censura, sino una situación económica: no hay suficiente importación. Y esto se mantuvo por varias décadas.
Eso llevó también a un mecanismo que, probablemente, sigue existiendo en algunos periódicos y en otros lugares, que es crear esquemas de autocensura. De manera que no existe un departamento de gobierno que se dedique a censurar. La Secretaría de Gobernación, que normalmente hace este tipo de eventos, no se dedica a eso, no tiene departamentos específicos para ello; solamente lleva relación con los dueños de los periódicos para dejarles claro que hay cosas que no le han gustado al gobierno. Y espera que las empresas tomen sus propias decisiones, se censuren a sí mismas. Se autocensuren.
Los mecanismos pueden ser muy variados. En tiempos del presidente José López Portillo, se hizo famosa su frase que se hizo pública. El señor presidente les dijo a los periódicos: “No pago para que me peguen”. Y la razón es que una proporción importante del sostenimiento de los medios, es la publicidad del gobierno, y pueden vivir en parte de eso, en algunos casos, hasta por el 60 % de su ingreso, mientras que el resto se obtiene con la publicidad. Eso permitía al gobierno decir que no tenemos una censura, como la que existe en Cuba, Corea del Norte y China.
Estamos en un momento muy peculiar. Una crisis de los medios, que no se ha hecho pública, no se ha analizado a fondo, pero nos encontramos, por un lado, que los periódicos y revistas impresos en papel, cada vez tienen menos clientela. Hay mucha variedad, mucha competencia, tanto de las redes sociales, el internet, como de la televisión y la radio. Cada vez es menor el grupo de gente que lee las noticias en el periódico impreso. No faltan algunos a los que, efectivamente, les gusta sentir el papel y oler el aroma de la tinta. Pero cada vez son más escasos. Y esto es un fenómeno global.
Eso está causando también un cambio en la publicidad. Al final de cuentas, los medios viven de la publicidad. Y si no hay anuncios, si no tienen suficientes lectores o televidentes, no van a tener publicidad. El ingreso se va a ir a otros medios. Por otro lado, la creación de nuevos mecanismos de redes sociales y el fenómeno de los influencers, han hecho que los presupuestos de publicidad se hayan dirigido a otros medios. Porque, después de todo, la publicidad tiene un tamaño fijo y no puede crecer indefinidamente.
De manera que se están eliminando algunos medios en todos los países. Están despidiendo periodistas, sustituyéndolos por mecanismos de inteligencia artificial. También está el hecho de que, en las cadenas de televisión de paga, muchas veces una proporción importante de su publicidad son anuncios de sus propios programas. Se ha reducido de manera significativa la publicidad que sí les genera ingresos.
Al final de cuentas, esta situación genera el grave problema de que los gobiernos, sobre todo los que tienden a ser autoritarios o totalitarios, buscan eliminar los contrapesos. Crean modos para cancelar las opiniones que les son adversas. Las empresas de medios y los propios comunicadores empiezan a escribir pensando si el gobierno se molestará con sus contenidos. Nadie los censura, pero ellos se vuelven más “prudentes”. O sea, se autocensuran.
Al final de cuentas, perdemos todos. Porque la Sociedad, los ciudadanos de a pie, necesitamos información diversa, variada, para tomar nuestras propias decisiones. Cuando la información se vuelve única, monocolor, no podemos decidir, porque no se nos muestran opciones. Ojalá, prevalezca el sentido común, y se elimine este intento de censurar, no solo a los medios tradicionales, sino también a los comunicadores no tradicionales, los que publican por su cuenta en el Internet, a los que también nos amenazan con bloquearnos.
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