Repensar la educación XIX

Es una labor exigente, sacrificada y generalmente mal retribuida la que realizan los docentes. Me consta, por comentarios de personas de otros países, que en México se valora deficientemente la profesión de maestro. Concluyen que con mucha frecuencia notan lo que se piensa de quienes son profesores: “no pudieron encontrar otro trabajo mejor y acabaron siendo maestros”. ¿Será cierto? 

Si alguien tuviera esa apreciación debería rectificar de inmediato. Si es maestro del nivel básico, el objeto de su actividad es ni más ni menos que una persona que empieza a dar sus primeros pasos en todo. ¿Hay más valiosa materia prima? Y así sucesivamente hasta el nivel universitario ¿hay mejor tarea que forjar profesionistas?

Es importante la solidaridad y admiración entre los grupos docentes de las instituciones. Poco se impulsa este enfoque y quién mejor que ellos mismos para ayudarse, promoverse y fortalecerse frente a quienes no los valoran suficientemente o incluso los minimizan. Se ha de fomentar la relación entre profesores y padres de familia, ambos grupos buscan lo mismo ayudar a los niños y a los jóvenes. Actualmente también a los de la tercera y cuarta edad.

La sociedad ha de agradecer a los educadores por su labor cotidiana con los niños, adolescentes, jóvenes y adultos de cada pueblo y país. Los comunicadores tienen un gran papel en este rubro, pueden fomentar la armonía o los desencuentros. La veracidad es muy importante para destacar lo destacable o para denunciar los abusos con propuestas para combatirlos, han de aprovechar su influencia para bien. 

En este año jubilar 2025 de “promoción de la esperanza”, de las autoridades de todos los niveles “esperamos” mensajes alentadores para quienes están en el campo educativo. Animarlos y acrecentar sus metas, sus ilusiones, su confianza, su actividad diaria a veces monótona, su compromiso, su coraje para resarcirse ante las dificultades. Todo ello para enfocarse a lo “que se tiene que hacer hoy y alcanzar mañana”.

Tal vez nos ha faltado hasta ahora, reflexionar que cuando se felicita a una persona por un logro importante, ella no llegó a ese nivel por mera casualidad. Detrás de ese resultado hay un elenco de sucesos y de personas que han educado, han dado ejemplo, han consolado, han exigido. Nadie, por pocas oportunidades que haya tenido, ha dejado de tener ayuda educativa.

De la tarea de todo profesionista se esperan los mejores resultados, pero de los educadores se esperan con más exigencia. Ante los resultados inconvenientes de otros profesionistas se ponen remedios y las consecuencias son más o menos graves. El remedio a los resultados del trabajo de los educadores es de trascendencia incomparable porque se trata de rehacer a personas. 

Tal vez no hemos puesto demasiada atención en lo mucho que necesitamos de la labor docente. Es la actividad de más trascendencia para la humanidad y para todas las profesiones. En los maestros está el germen de todos los proyectos humanos. 

Citada en latín para enfatizarla más “corruptio optimi pessima” es una frase lapidaria e indispensable recordarla en el tema de educación. La corrupción de lo más bueno es lo peor que puede suceder. La labor educativa es la actividad óptima de la que todos disfrutamos y demanda de todas las personas la participación al más alto nivel. 

El anhelo de bien común, justicia y honestidad como manifestación de la dignidad asumida por cada uno, está presente en todas las personas y en todos los niveles de la actividad humana. Y tiene la respuesta adecuada en personas educadas. Por lo tanto, demanda la atención y la participación de cada persona, cada familia, cada asociación, cada pueblo con sus respectivos sistemas de gobierno. 

Cuando se habla de entornos seguros, con demasiada frecuencia se está olvidando que esto es el resultado de la educación de los pobladores. La seguridad es consecuencia de personas que auténticamente aprendieron a administrar su libertad y respetan a los demás, por eso saben disentir o discutir sin provocar la violencia física o psicológica.  

Las instituciones educativas, sobre todo las universidades o los institutos de nivel superior enriquecen a la sociedad. En ellos se busca dar solución a problemas reales y, sobre todo a diseñar proyectos de trascendencia para alcanzar avances concretos en el futuro. He aquí nuevos motivos para agradecer a los educadores.

La consecuencia de estas evidencias, nos capacita para evitar las apreciaciones reductivas de la educación como sucede cuando se minimiza o incluso se elimina la formación humanista y se magnifica solamente la destreza para usar la tecnología, o para buscar la total sustitución de las personas por las máquinas. 

No se trata de descuidar las habilidades prácticas, son absolutamente necesarias en su nivel, pero ese nivel técnico de “saber hacer” ha de acompañarse de poder “conocer” las cosas para tratarlas adecuadamente, es saber cómo marcha la realidad, y sobre todo qué hemos de hacer, cómo actuar, qué hemos de perseguir. Y quien es capaz de respondernos es el educador, el maestro. A él nuestro agradecimiento.

Tampoco se trata de relegar las ayudas contemporáneas de la inteligencia artificial, sí es útil. Pero en algunas circunstancias es más importante tener a alguien a quien plantear las dudas o contar con el maestro capacitado para dar cauce a la inquietud o para tener a un semejante capaz de advertir de cierta traba personal. A esa persona también va nuestro agradecimiento.

La dedicación y presencia de tantos educadores -padres, profesores, guías, expertos, etc.- que enseñan a vivir es un regalo incomparable. A veces sólo contar con su presencia o con su acompañamiento a distancia nos facilitan afrontar lo propio. Gracias por la educación recibida. Y por la impartida a otros.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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