Repensar la educación XIV

Para habitar con seguridad el ambiente social, hemos de cuidar el ambiente más propio, profundo y necesario para la persona: el ambiente familiar. Es el entorno más cercano porque está hecho a la medida y a las peculiaridades de cada persona, porque las peculiaridades de cada miembro son más parecidas por ser parientes, y por eso mismo el modo de tratar a cada uno es más acertado. Es refugio sí pero no encierra, es más atinado sí pero respeta las características personales, es con los más semejantes sí pero no los uniforma.

Al influir del mejor modo en los miembros de la familia se dan las bases para ser ciudadano. La esperanza de esos resultados parte de lo muy lógico: Los cuidados de un recién nacido mayoritariamente se reciben de sus progenitores que los realizan con las mejores disposiciones. Esa interacción desde el momento del nacimiento va capacitando para distinguir lo singular que con naturalidad aceptarán, lo conveniente y lo impulsarán, y también lo inconveniente y lo descartarán.  

En la familia de modo natural surge: el cuidado de cada uno, la educación más adecuada, y el tesoro de dignificar a cada criatura de un modo trascendente al compartir las creencias al practicar con ellos distintos hábitos de piedad. Esas tareas encierran los tres aspectos más íntimos e incisivos en los cuales las personas encuentran recursos seguros para afrontar pequeños o grandes problemas durante su vida.

Por esas circunstancias tan trascendentes, es muy necesario repensar las características del ambiente familiar para cuidarlas, conservarlas, recuperarlas o eliminar todo aquello que se haya adoptado sin advertir el destrozo que ocasionan. Se requiere una revisión concienzuda del momento en que se encuentre la propia familia. Porque la familia está hecha por el conjunto de personas que también crecen, se modifican, se distraen o se cansan. Por lo tanto, cultivar el diálogo: exponer y escuchar, comprender y valorar, mejorar con discernimiento y oportunidad son tareas arduas pero muy hermosas.

Ver la responsabilidad tan amplia y profunda de formar una auténtica familia, lógicamente lleva al planteamiento de obtener la preparación adecuada, y para eso está el noviazgo. Pero también darse cuenta de que no cualquier relación puede llamarse noviazgo. 

Así como se requiere una carrera para llegar a ser maestros, también los futuros cónyuges necesitan una formación para convivir y ayudarse mutuamente durante toda la vida. Realidad muy mal tratada en la actualidad, tanto es así que palpamos la facilidad con que aumentan los divorcios. Y por supuesto es evidente la repercusión tremenda entre los cónyuges que se separan y en los hijos que ven desaparecer el ámbito para ellos más seguro.  

El noviazgo no hace enfermeros para resanar heridas físicas, ni terapeutas para restañar heridas psíquicas, ni acompañantes para sanar la soledad, ni cuidadores para impedir estados extremos, ni cómplices para realizar actos indebidos, ni uniones sucesivas para hacerse más expertos.

Es muy peligroso aprovecharse del deseo juvenil de intervenir para resolver asuntos para los que no están preparados y además ignorando las consecuencias. Cuando dos jóvenes comparten sus graves problemas fácilmente pueden surgir relaciones extra matrimoniales que aumentan las complicaciones. Esas relaciones son devastadoras porque se dan cuenta que no construyeron el amor que deseaban.  

Pueden llegar a enfermar y a hacer todo más complejo. La inexperiencia les cegó. No fueron capaces de acudir a un experto. 

No se trata de ser egoístas o indiferentes, sino de saber buscar remedios a la altura de los problemas. Hay cuestiones opinables y otras que afectan profundamente a la persona, estas ya no son opinables. Además, para un grave error es necesario buscar la solución adecuada. Es necesario sanar y remediar. 

Volvamos al noviazgo tradicional entre varón y mujer jóvenes que se encuentran bien juntos, se atraen y poco a poco piensan en convivir, se prefieren mutuamente. Los demás no hacen falta. Este momento, dadas las condiciones sociales imperantes, puede adelantar la unión carnal y obviamente otras consecuencias como el embarazo no buscado. Y lo que en su adecuado momento alegra, en éste desencadena incomprensión, culpa y ruptura.

Por eso es muy recomendable hablar sinceramente de sexo cuando los dos empiezan a desear estar juntos para que la atracción no les domine y acaben adelantando lo que no querían. O discernir mejor si les conviene seguir juntos cuando descubren las grandes diferencias que tienen sobre este tema y que ya ha ocasionado serias y profundas discusiones. 

Si están decididos a continuar su relación hay temas que deben tratar para ver pros y contras, si coinciden en las soluciones bien fundamentadas, qué decisiones comparten y cuáles no y cómo las solucionarán. Solamente así pueden decir que se conocen y que están dispuestos a tomar soluciones que conserven su unión. Y enterarse a tiempo que hay cuestiones que si no se aceptan hacen inválido el matrimonio religioso.

Si ven la entrega para toda la vida y están dispuestos a cuidar la fidelidad que puede resultar difícil en ciertos momentos. Si están dispuestos a tener hijos -cuántos, cuándo, qué opinan del aborto, de los enfoques contemporáneos sobre el sexo. Qué tipo de educación desean para los hijos y en qué escuelas. Los padres católicos tienen la obligación de educar a sus hijos en esta religión.

Cuál será la actitud y el trato con la familia extensa, ponerse de acuerdo con el modo de tratar a alguna persona en situación irregular o que pudiera hacer daño.

Modo de transmitir sus creencias y conocer la fe de cada cónyuge. Cuidar la salud física y espiritual porque se deben uno al otro, y al tener hijos también a ellos.

Cómo armonizarán el trabajo fuera de casa y el del hogar, teniendo en cuenta la atención de los hijos. Las amistades son otro tema, pues tal vez las de alguno puedan no ser agradables para el otro. También hablar del entretenimiento o del deporte que se practique.

Cómo vivirán los recursos económicos. Ante emergencias qué previsiones tomarán.

Considerar también el asunto de las mascotas.

Todos estos son  cuestiones nada triviales y pueden llegar a ocasionar serios disgustos. Si los piensan con antelación pueden incluso hacer de ellos un lazo de unión o si los acuerdos que tomen los satisfacen, garantizan una vida conyugal bien avenida.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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