Piensa mal y acertarás

Hemos pasado del lema: “en la duda se defiende al acusado” al de “cualquier acusado es culpable”. Se ha olvidado la presunción de inocencia.


Culpable


Mucho nos lamentamos del deterioro de las costumbres, de la falta de seguridad, de la falta de fortaleza para aplicar castigos a quienes lo merecen, y un sinnúmero de otras frases a cual más de dramáticas.

Periódicamente circula un texto donde los educadores se quejan de sus alumnos: no hacen caso, no respetan a los mayores, todo tienen que conseguirlo rápidamente y por eso ya no reflexionan, evitan cualquier esfuerzo, huyen del compromiso. Al leer el texto pensamos que refleja el momento actual y, resulta que lo escribió un pedagogo de antaño.

Todos los tiempos son muy semejantes, mayorías que no son noticia: tienen ideales, se esfuerzan por cumplir sus compromisos sean familiares, laborales o de otro tipo. Son responsables, sostienen a la familia, cuando al vecino le falta algo le ayudan y dan con generosidad una parte de su tiempo.

Lo que sí es noticia se reproduce en un tiraje enorme en las publicaciones que cruzan fronteras, y no se diga en las redes sociales: antes de que el maleante termine con su horrenda acción, ya salió el video del vecino que filmó la fechoría. Aunque muchas veces, como todos usan jeans descosidos y el rostro es borroso, cualquiera es el criminal.

Es verdad, hay deterioro externo, notorio. Pero el deterioro más nocivo es aquel que empieza en el interior de las personas; es imperceptible al principio, pero corroe el alma. Es una pequeña desviación en el pensamiento que concluye con la aceptación del mal sin pruebas.

Hemos pasado del lema: “en la duda se defiende al acusado” al de “cualquier acusado es culpable”. Se ha olvidado la presunción de inocencia.

Cuando se privilegiaba “en la duda se defiende al acusado”, el castigo se aplicaba sólo si en el juicio se probaba la culpabilidad, no antes. Lo primero era esperar hasta oír la voz del experto investigador. Nadie emitía otro juicio sino hasta el final, y mientras tanto, se respetaba la dignidad del acusado.

Deterioros. Todos aseguran sin pruebas, sin verificar quién acusa, sin revisar si hay atenuantes, sin esperar a los expertos; se ensañan en los castigos, se destroza a los parientes y amigos, se imparten castigos sin dosificarlos… Una muestra es la acusación a Plácido Domingo… El peor mal es el que está dentro de nosotros: o no lo conocemos porque estamos cauterizados, o lo ocultamos y seguimos cometiendo las mismas fechorías, o lo reconocemos, lo ocultamos y reparamos con muy buenas acciones, o lo ocultamos y lo negamos cuando nos acusan, o lo ocultamos y culpamos a otro… Distintos tipos de gravedad.

Y qué cadena de deterioros se genera cuando un reportero comunica una noticia falsa, o juzga sin conocimiento de causa y promueve la injusta defensa…

Muy distinto es cometer un crimen y hacerlo con la intención de seguir ese camino, pero llegar a actuar así con soltura y dominio. Es distinto cometer el mismo crimen y arrepentirse profundamente, acusarse y aceptar el castigo. Otra variable es la de quien comete el mismo acto, se arrepiente y no se acusa porque de él dependen padres enfermos, o familia numerosa con hijos muy pequeños… y el único sustento con que cuentan es el que él aporta.

El primer caso tiene la gravedad del crimen cometido; pero, además, el empecinamiento en permanecer en el mal. Esa persona se degrada y va a perjudicar a tantas personas como crímenes lleve a cabo. Y, mientras no lo descubran, puede propiciar la acusación de inocentes.

El segundo caso es el más justo y es de desear que las personas transgresoras tengan esta categoría para rectificar. Pero como tienen que cumplir el castigo que les impongan, muchas veces estas buenas intenciones se convierten en un sinnúmero de problemas que acarrean un deterioro más complicado y degradante. En vez de ser un tiempo para fortalecer las buenas intenciones, puede ocasionar el endurecimiento interior y cultivar el deseo de venganza por el mal trato y las vejaciones sufridas en prisión. Además de aprender los peores hábitos de los otros.

El tercer caso se justifica por las circunstancias familiares en la que se encuentra ese infractor. Pero tiene que reparar el daño que ha ocasionado; por eso, moralmente está obligado a retribuir, debe pensar cómo lo hará, si es con los parientes de la víctima o, de no ser posible, plantearse ayudar a otros, pues está obligado a compensar el mal que ha causado. Y siempre estar atento, porque si acusan de su crimen a un inocente, tiene obligación de salvarlo manifestando su culpabilidad.

Entonces, cuando nos llegan noticias semejantes, para no cometer injusticias, es mejor enterarse bien del suceso y si no nos toca juzgar, no hacerlo. Por tanto, evitar juicios temerarios, porque ya estamos viendo que esos sucesos son muy complicados.

Además, está el problema del testigo: lo dice y habrá represalias para él o para su familia. ¿Habrá venganza como puede ser la calumnia? En fin, nada fácil.

Todos podemos cometer una muy mala acción, pero es difícil advertir si es la única, si ha habido una conducta honesta, y si se ha hecho el bien. Si el acto se cometió en un momento de debilidad. Si después de la mala acción hubo una reforma de la conducta… En fin, que parte del éxito de la obra Los miserables está en que cada uno de nosotros puede ser todos los personajes de la novela…

Por lo tanto, “piensa mal y acertarás” es un grave fermento de crímenes hechos a la medida de cada uno. Secundando ese lema, todos somos criminales.

Les remito al artículo que me ha desencadenado todo lo que expongo. Lo publicó el martes 24 de agosto de 2019, el diario La Razón, en la sección Cultura, con el título “Plácido Domingo: 16 razones contra la pena del telediario”.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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