Fin de año a lo Disney

Está de moda deslumbrar con una sorpresa creativa en todo festejo que organicemos: de quinceañera con reminiscencias de alguna novelita rosa, de despedida de soltera con un viaje sin censuras, de boda con un show a cargo de los novios, de funeral con lo más sentido de los mariachis para manifestar nuestro último adiós, etcétera, etcétera.

Ahora que se cierra un año y empieza otro, una vez más puede ser el festejo que entierra mis últimos desenfrenos porque “desde el primer día del año próximo será todo perfecto”. Y, ¿qué hay detrás de todo esto? La fuga de la realidad. La incapacidad de encontrar el gusto a los acontecimientos del día a día.

Esto sí debe ser un propósito para empezar bien lo que sigue: descubrir en lo cotidiano el misterio encerrado en el aprovechamiento del tiempo. De vez en cuando conviene salir de la rutina y hay que distinguir el consejo de alguien que nos conoce y quiere nuestro bien, y ve conveniente impulsarnos a hacer algo distinto, para descansar, para tener otras experiencias, para ampliar el horizonte. Para impedir todo lo que nos desubique.

Por lo general, todos tenemos fechas conmemorativas a lo largo del año, unas son personales, otras las compartimos con la familia y con las amistades, las hay laborales y bastantes se deben a nuestro entorno cultural. El festejo del fin de un año y del inicio de otro es global. Ofrece muchas oportunidades, pero de cada uno depende el modo de aprovecharlas.

Una manera puede ser la de revivir las expectativas del año anterior y los resultados. Obviamente tendremos buenas y malas experiencias. Habrá asuntos resueltos y otros por resolver, tal vez algunos ya prescribieron y dejamos pasar esa oportunidad. Buen momento ahora lo tenemos. Reconocer lo ejecutado ya es un paso, y todavía es mejor detectar los pendientes, hacer un plan y llevarlo a cabo.

Es importante tener en cuenta la mercadotecnia. Puede ser una ayuda para conseguir algunos recursos, pero no todo lo que nos ofrece lo necesitamos y hemos de tener firmeza para no caer en el consumismo. Si hasta ahora hemos gastado de más, conviene ver si podemos ser más generosos y esos excesos orientarlos a ayudar a tantas personas que carecen de lo imprescindible.

Es bueno estar al día de las tendencias, y aprovechar de ellas lo adecuado para nuestra personalidad, nuestras actividades, etcétera. No es lógico usar prendas o accesorios que usan otros con circunstancias distintas a las nuestras. Actualmente hay personas con mucha experiencia y criterio que nos pueden aconsejar.

Llevar a la práctica estos consejos ¿por qué no desde ahora? Tal vez no estamos tan convencidos de poder hacerlo. Además, la tendencia es esperar al nuevo año para recomenzar.

Si rompemos esa inercia, seguramente nos llevaremos gratas sorpresas. Pocos son los protagonistas de las historias de Walt Disney. Sus éxitos se quedan en la pantalla. No nos engañemos. Empecemos a estar felices con lo propio. Este ya es un punto de partida realmente sólido.

Dejaremos de imitar el entorno ficticio que inventan algunos. Esto no quiere decir que se suspendan las fiestas de disfraces o las parodias o los juegos. Todo eso es divertido. Si ayuda para descansar, bienvenido. Pero no hacer de la vida un juego para fugarnos de nuestro deber. Ese es el verdadero problema: salirnos de nuestra realidad para buscar la felicidad. Así no la encontraremos.

No pretendamos disfrazarnos de nuestro personaje favorito, ni busquemos habitar un castillo encantado. Esos sueños de la adolescencia no vienen al caso. No desperdiciemos lo que tenemos a la mano. Desgraciadamente por magnificar nuestros sueños, perdemos bastantes cosas estupendas que nos rodean.

Si nos simplificamos quitando lo superfluo, lo que no nos corresponde, estamos dando un buen paso para reconstruirnos. Distinguir lo esencial. Sin olvidar que no es fácil lograrlo pues las costumbres son hábitos arraigados. El secreto está en reconocer sinceramente aquello que nos mejora y ayuda a mejorar a los demás. Allí está lo esencial: buscar el bien.

La luminosidad del bien, por contraste, nos indicará nuestros errores. Y queda claro el modo de rectificar. Aunque cabe el peligro dar más peso a los errores y desanimarnos. Estar atentos, sentir no es consentir. Ver en lo pasado un enriquecimiento de la propia experiencia y, precisamente por eso, podemos detectar mejor lo que nos corresponde y llevarlo a cabo.

Nunca es tarde para recomenzar. Tampoco estamos solos y podemos pedir ayuda. Esa es otra experiencia, detectar quienes realmente nos pueden ayudar y alejarnos de quienes no lo hacen. Además, como también hemos ayudado a otras personas, será bueno fomentar esa relación porque ellos sacan de nosotros lo mejor. Así la mejora no será únicamente personal sino también comunitaria.

Esforzarnos con otros es muy conveniente, pues cuando alguno esté a la baja los demás le rescatarán.  Así también se evita el conformismo o la autosuficiencia.

Lo mejor es no retrasar el propósito de cambiar, de reparar, de pedir perdón, de reconocer las equivocaciones. No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy, es una frase contundente. Nos lleva a ser diligentes, a practicar el aprovechamiento del tiempo, a hacer lo mejor cuando podemos.

La práctica inmediata de los buenos propósitos nos asegura un feliz año nuevo.

Esto tiene el trasfondo importantísimo de tomar las riendas de la propia vida. Esto se opone radicalmente a vivir imitando a una actriz o un actor de Disney.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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