Los interminables “López Gatell”

Es evidente la indignación pública que ocasionó el nombramiento de Hugo López-Gatell como representante del gobierno mexicano ante la Organización Mundial de la Salud, por cierto, un cargo que no existe en el esquema formal de representación diplomática de México en el exterior, pero que la presidenta considera “verdadero” sólo porque así lo decidió el grupo en el poder.

Las razones sobran, pues el ex subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido uno de los funcionarios más ineficientes e irresponsables de los gobiernos de la transformación.

Las cifras no mienten: de acuerdo con la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia COVID-19, durante la gestión de López-Gatell, México ocupó el cuarto lugar de exceso de mortalidad, con un saldo de más de 800 mil muertes, 44% de mortalidad hospitalaria y 215 mil niños que quedaron en la orfandad.

Los llamados a no usar cubrebocas durante la pandemia y el no aplicar pruebas para la detección del virus, fueron apenas algunas de las peligrosas acciones que se ejecutaron, más para quedar bien con quien lo designó, que por atender lo que su profesión y juramento hipocrático médico le mandataban: decidió apostarle a la muerte y desdeñar la vida.

Este oscuro personaje fue quien acusó a los padres de niños con cáncer de “golpistas”, por exigir la atención médica y quimioterapias para sus hijos, quienes hasta la fecha no han tenido respuesta a sus demandas.

Ante la incomprensible decisión de la presidenta de México, la exigencia de justicia se ha amplificado: son miles las voces que reclaman acciones contundentes que sancionen a uno de los responsables de enlutar los hogares mexicanos, pero no el único.

En la sombra de criminales acciones, está el indolente tabasqueño, que llevó a 50 millones de personas a quedarse sin acceso a los servicios de salud y, a su lado, aparece otro personaje que secundó la política “funeraria” de los morenistas: Jorge Alcocer Varela, el invisible secretario de Salud y cómplice de la catástrofe en la materia.

A ellos debemos, entre otras cosas, el enorme retroceso en el sistema de vacunación que dejó desprotegidos a seis millones de niños en el país.

No coincido con quienes dicen que este nombramiento es el distractor ante la vorágine de acontecimientos que nos conducen a la dictadura: el asalto al Poder Judicial, la desaparición de organismos autónomos como el CONEVAL, la aprobación fast track de leyes que militarizan el país, la censura y la vigilancia ilegal -que se hizo legal- del gobierno a sus ciudadanos, porque la tragedia en salud también es enorme y no debe olvidarse, en su conjunto, todo nos conduce al precipicio.

Este encargo nos recuerda la impunidad y el cinismo como sello distintivo de la “transformación” que, con absoluto descaro, premia la corrupción y la ineficiencia, mientras se castiga la verdad y la libertad.

En los gobiernos morenistas son interminables los “López-Gatell” que no han respondido ante la justicia por sus delitos contra la vida y la propiedad nacional. El pase de lista es muy grande:

Francisco Garduño, por la muerte de 40 migrantes en Ciudad Juárez.

Octavio Romero Oropeza, por la muerte por negligencia de cerca de 20 pacientes renales en el hospital de PEMEX en Tabasco.

Ignacio Ovalle, por el desfalco de SEGALMEX.

Los líderes de la Luz del Mundo, Cuauhtémoc Blanco y Félix Salgado, por sus posibles delitos sexuales.

María Luisa Albores, por permitir la catástrofe ambiental más grande del país con la construcción de obras inútiles del gobierno federal.

Laura Velázquez, por la tragedia de Otis y el derrumbe de la mina de carbón El Pinabete.

Los gobernadores que han sido señalados de vínculos con el crimen organizado y qué decir de los diversos titulares de la Secretaría de Seguridad Pública, que maquillan y manipulan cifras para ocultar la enorme inseguridad en México y la complicidad del poder político con los poderes fácticos, que han ocasionado más de 250 mil homicidios y los cerca de 130 mil desaparecidos en nuestro país.

La pregunta es ¿hasta cuándo esa indignación se convertirá en rechazo? Quizás hasta que la historia que tengamos que contar sea la nuestra.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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