Cristóbal Colón: sin prejuicios

El 20 de mayo de 1506, la Vigilia de la Ascensión, Cristóbal Colón estaba en su lecho de muerte en su departamento en Valladolid, rodeado de sus compañeros franciscanos y sus hijos.


Colón


Ante la gesta del descubrimiento de nuestro continente y la colonización de los europeos, nos encontramos con estudios e interpretaciones llenas de prejuicios y de muy escasa capacidad para tratar de entender el momento histórico con sus enfoques, costumbres y posibilidades.

Por ejemplo, la corriente indigenista que califica la labor de los españoles como un genocidio de los pueblos indígenas. No hay matices entre abusos y mestizaje, ni se reconoce la ausencia de reservas de indios en la América hispana. O, la corriente progresista que repite las consignas de la ‘leyenda negra’ y de lo nefasta que fue España para los pobladores de estas latitudes.

El indigenismo y el pensamiento de izquierda en los Estados Unidos lograron abolir este año, en el Distrito de Columbia, la celebración del Día de la Raza el 12 de octubre, por la celebración del 14 de octubre como Día de los Pueblos Indígenas. De este modo, en el Distrito de Columbia o el lugar de Colón, donde se ubica la capital: Washington, se desconoce el papel del descubridor y a la vez se borra la herencia hispana.

A continuación hago una síntesis de un artículo de Ben Broussard, sobre el espíritu católico de Cristóbal Colón. Me llamaron la atención los documentos en que se documentó: la primera carta de Cristóbal Colón al noble señor Rafael Sánchez anunciando el descubrimiento de América; Hardon, John SJ: Cristóbal Colón, el católico; Markham, Clements Robert: El diario de Cristóbal Colón; Grant, George: El último cruzado; La vida del almirante Cristóbal Colón por su hijo Fernando Colón; Irving, Washington: Una historia de la vida y los viajes de Cristóbal Colón.

Después de dos meses y nueve días, el 12 de octubre de 1492, vislumbran tierra las tres embarcaciones capitaneadas por Cristóbal Colón. La presión de los marineros era ya muy grande y Colón había prometido que regresarían. Había algo más que su convicción para alcanzar su proyecto, y era su fe, todos los días rezaban a la Virgen. Al pisar tierra Colón rezó en latín: “Oh Señor, Dios eterno y omnipotente, por Tu santa palabra has creado los cielos, la tierra y el mar; bendito y glorificado sea tu nombre; Alabado sea tu majestad, que has dignado que, por medio de tu indigno servidor, tu sagrado nombre sea reconocido y dado a conocer en este nuevo cuarto del mundo “.

A esa tierra le llamó San Salvador y luego la puso al servicio de los Reyes Católicos. Los historiadores contemporáneos secularizados, no pueden advertir el espíritu del navegante, sin el cual no hubiera tenido la fortaleza de esperar y sostenerse ante los embates de la tripulación que ya estaba desesperada.

Bartolomé de las Casas lo describe como hombre justo y piadoso: “Observó los ayunos de la iglesia con la mayor fidelidad, confesó e hizo comunión a menudo, leyó el Oficio Divino como un hombre de iglesia, odió la blasfemia y las palabrotas profanas, y estuvo muy dedicado a Nuestra Señora y al padre seráfico San Francisco”.

Era franciscano de la Tercera Orden, usaba el hábito cuando estaba ante la nobleza o con el clero. Esta pertenencia le facilitó las relaciones con la corte real. Su hijo Diego permaneció al cuidado de los franciscanos en el monasterio de La Rábida, cerca de Palos, durante el primer viaje.

En seis ocasiones, Colón escribió al Santo Padre solicitando que se enviaran misioneros a las islas descubiertas recientemente. El 6 de enero de 1494, la fiesta de la Epifanía, la primera misa en las Américas fue oficiada por un benedictino que había estado en el segundo viaje.

Sobre el afán de encontrar oro, en el Diario de Colón se recoge lo siguiente que escribe a quienes había dejado en el asentamiento del norte de la Isla La Española: “Espero por Dios que cuando regrese aquí de Castilla. . . Encontraré un barril de oro, por el cual han intercambiado estas personas, y que habrán encontrado la mina de oro y las especias, y en cantidades tales que dentro de tres años los Soberanos se prepararán y emprenderán la reconquista de Tierra Santa… Ya solicité a Sus Altezas que vean que todas las ganancias de mi empresa se gasten en la conquista de Jerusalén, y Sus Altezas sonrieron y dijeron eso. . . incluso sin la expedición tenían la inclinación de hacerlo”.

Sí hubo dificultades y malos entendidos, pero no es verdad que Colón murió pobre, encadenado, en una prisión española. Es cierto que la corona española le quitó algunos de los privilegios prometidos a Colón; sin embargo, era relativamente rico en el momento de su muerte. Aunque regresó a España encadenado en 1500 después de su tercer viaje, el rey y la reina se retractaron de los malos entendidos y rectificaron.

El 20 de mayo de 1506, la Vigilia de la Ascensión, Cristóbal Colón estaba en su lecho de muerte en su departamento en Valladolid, rodeado de sus compañeros franciscanos y sus hijos. Sus últimas palabras fueron las de Cristo en la cruz: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”.

Probablemente muchos que lean esto se sonreirán y pensarán que un hombre de empresa no vive así, y es una lástima porque también ahora los hay y muchos. Pero lo que es noticia hoy es acumular datos de desfalcos, ambiciones y venganzas. También entonces todo esto se dio, pero hubo la capacidad de reconocer errores y rectificar.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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